domingo, 24 de diciembre de 2017

Reflexión y esperanza

Roberto Arosemena Jaén

Sométanlo todo a prueba y quédense con lo bueno. Es un mandato humano sin efecto jurídico que se fundamenta en la sabiduría de los “jedi” (abuelos), diría Francisco en Roma.

Absténganse de hacer el mal es el mismo mandato, pero en su expresión negativa. A nivel de convicción personal, no se trata de hacer el bien y rechazar el mal, ya que esto parece un asunto connatural. El tema es qué consideramos bueno y malo, para ser atraído por lo bueno y estar incómodo con lo malo.

Esta vivencia analizada, existencialmente, llevó a un filósofo-literato a proclamar que el “humano está condenado a ser libre”. De la lucha por la libertad y la tolerancia de la época moderna, nos precipitamos al sometimiento a la libertad de la posguerra. Actualmente, con la incredulidad en un Dios presente, nuestro infierno es decidir por formas de vida que van condicionando nuestro presente y determinando nuestro futuro. Son esas decisiones de vida y muerte que nos dejan marcados como el hierro candente del propietario. El pasado se presenta irreversible y como tal requiere de purificaciones costosas y de olvidos dramáticos, que va produciendo adicción y parálisis con olor a féretro.

Urge retornar a los orígenes del mandato “deóntico” de someterlo todo a prueba para quedarnos con lo bueno. El mandato es nítido y simple, pero nos arroja de lleno en la aventura de nuestra libertad. ¿Quién nos obliga a someter nuestra libre conducta a prueba? ¿Qué argumento es tan fuerte y concluyente para decidir quedarnos con lo bueno, que por lo demás, no conocemos.

La aventura de la libertad es un asunto tan errático que unos se sienten condenados a ser libres y otros a practicar el libertinaje. La mayoría, por el contrario, ni se siente obstaculizada ni se considera comprometida a detenerse antes de precipitarse al vacío. Sabemos por intuición que los grandes espectáculos continuarán y los ricos, famosos y poderosos se sucederán ininterrumpidamente. El espectáculo es función del espectador que espera y visualiza el desborde de emociones, sentimientos y realizaciones.

El año finaliza con un retorno acelerado hacia las cosas que sucedieron y que nunca hubiésemos querido que sucediesen. Esa misma noche vieja es el inicio del año nuevo. El momento de oscurecerse es el mismo instante del alumbramiento y del amanecer. El que se queda rezagado en el pasado y en lo viejo ni vislumbra lo bueno de lo luminoso y lo inmenso, y anida en lo más íntimo de su ser el pensamiento ruin, el desquite y la venganza del prohibido olvidar.

Lo significativo de este teatro del mundo es la posibilidad que tenemos de cambiarlo para lo mejor o para lo peor, somos autores, no espectadores, de escenarios legítimos donde la justicia enfrenta la perversión y la esperanza enfrenta la frustración. Las cosas humanas y naturales evolucionan y revolucionan al compás de esa capacidad de examinar y probarlo todo para irnos quedando con lo bueno e ir dejando lo menos bueno para todos. Somos herederos y partícipes de los años idos y por venir y hacemos de sus fechas asuntos reiterativos, dignos de ser vividos y asuntos delirantes, que conviene superar.

La Prensa, 24 dic 2017

domingo, 17 de diciembre de 2017

¿Qué significa contribuyente?

Francisco Díaz Montilla

Se trata de una pregunta que –como tantas otras- no hemos debatido en Panamá. En parte, porque reina la idea equivocada de que los tributos es un tema que compete exclusivamente a los especialistas, cuando en realidad se trata de algo que atañe al ciudadano, porque independientemente del estatus social y/o económico de las personas, todos pagamos impuestos, sean directos o indirectos.

La Constitución panameña dice muy poco sobre impuestos. Así, los artículos 52 y 264 introducen los principios de legalidad y de equidad tributaria; sin embargo, arrojan pocas luces sobre la interrogante planteada.

Y la pregunta no deja de ser pertinente si se tiene presente que en materia tributaria se han dado en Panamá dos situaciones que merecen ser mencionadas: las reformas al impuesto de bien inmueble y la discusión de la propuesta de ley que eleva a delito la evasión fiscal. Uno y otro caso plantean la recurrente pregunta sobre la relación contribuyente-fisco (Estado) y pienso que en nuestro medio debemos prestar atención y tomar estos asuntos en serio.

Hace algunos años en Alemania, el filósofo Peter Sloterdijk estuvo en la mira de una polémica tras la publicación de una obra titulada Fiscalidad voluntaria y responsabilidad ciudadana (traducida al español en 2014). En dicha obra Sloterdijk se pregunta si es democrática la naturaleza del sistema fiscal, si son los impuestos obligatorios y anónimos propicios para la participación del ciudadano en las tareas del Estado, entre otras. Aunque dichas preguntas se formulan en el marco de la realidad alemana (posiblemente europea), ¿cómo las responderíamos en el marco de la realidad panameña?

De acuerdo con Sloterdijk, “el sistema tributario actual parte de la idea de que solo un ciudadano confuso favorece la recaudación y que el que intenta comprender dicho sistema supone un estorbo, por no mencionar al que desea participar en él”. Para explicar la resignación ciudadana, aun habiendo espacios de participación, por ejemplo en periodo de elecciones, el filósofo alemán hace una aproximación histórica al problema, examinando los distintos modos de apropiación: el saqueo externo de la tradición bélico-expoliadora, la tradición absolutista, la contra-expropiación semisocialista.

Sloterdijk entiende la fiscalidad contemporánea como una amalgama de los dos últimos modos de apropiación; y aunque aparentemente se contraponen entre sí, en realidad se acercan por la visión que ambas tienen de la fiscalidad: las relaciones se imponen desde arriba y el ciudadano, el contribuyente, es concebido como un deudor.

De acuerdo con Sloterdjik, es hora de que el contribuyente sea reconocido como un dador, o incluso como un patrocinador, y no como un deudor; es hora de que se libere de la sutilmente legitimada mecánica humillante y desmoralizante que está detrás del sistema tributario; pues —como apunta Carla Carmona en el prólogo de la edición castellana—“de otro modo, corremos el riesgo de pasar del absolutismo a la era posdemocrática sin haber conocido un sistema fiscal democrático. No se cuestiona el pago de impuestos. Son el precio a pagar por vivir en relaciones ordenadas. Pero ¿por qué el pago no puede ser civilizado?”.

¿Tendremos los panameños la entereza para exigir no ser tratados como deudores y que nuestras contribuciones se usen racionalmente?

prensa.com 17 dic 2017

jueves, 14 de diciembre de 2017

Imperio universal de justicia

Roberto Arosemena Jaén

Hay una utopía, lugar que no existe en ninguna parte, pero todos anhelamos que exista pronto, que viene siendo anunciada hace miles de años: Jerusalén.

Fue, primero, una tierra prometida para los herederos de Abraham. Tierra que al llegar el pueblo escogido estaba en manos de otros. Ese pueblo en diáspora logró asentarse y en un momento formó una monarquía más de guerreros que de sacerdotes, bajo el imperio del rey David. La capital fue Jerusalén.

Esa Jerusalén se convirtió en símbolo sobre todo cuando fue conquistada por el imperio persa y mucho más cuando no quedó piedra sobre piedra al ser destruida por Tito, que luego llegaría a ser emperador romano. Esta radical destrucción sucedió después de la crucifixión de Jesús, un habitante de estas tierras que formó una comunidad religiosa que se extendió por toda le región.

Al transformarse el poder islámico en imperio, los límites del ya desaparecido Jerusalén fueron ocupados y sacralizados por los seguidores del profeta, que lo convirtieron en el tercer lugar más importante del islam. La disputa por esa “tierra prometida” al final del primer milenio de la era cristiana se hizo escenario de las Cruzadas, donde príncipes cristianos y musulmanes lucharon por la ocupación de la renovada Ciudad Santa.

El siglo XX retorna a crear el poder judío-Estado de Israel, con las mismas pretensiones de las 12 tribus guiadas por Moisés y reinterpreta la promesa hecha a Abraham en favor de los descendientes de Isaac. En este contexto el apoyo del poder estadounidense es determinante. Se está en capacidad de desalojar y erradicar a todo aquel que desconozca al sionismo como propietario de Jerusalén y de los límites de la monarquía del rey David.

El contexto y el trasfondo interpretativo de este accidente de declaración del impulsivo Trump, de que Jerusalén es la capital de Israel, es el siguiente:

Pablo de Tarso, el fariseo, devenido en apóstol de Jesucristo, establece que la promesa hecha al legendario patriarca Abraham, sobre su descendencia, que ocupará y dominará la tierra prometida, no es según la carne, entendida como la descendencia de Isaac (mundo judío) ni de Ismael (mundo islámico) sino de la descendencia espiritual divina que es Jesucristo.

Esa Jerusalén, tierra prometida, se configura en un símbolo de justicia por la labor insistente de los profetas -Isaías, entre otros- de la diáspora cristiana y del dominio islámico de la región.

Jerusalén es tierra de Dios (Jehová, Alá, Cristo), allí se revelará la gloria del Señor y todos los hombres la verán. No es tierra de reconquista, ni de revancha y tampoco de ira, violencia y muerte.

Pedro divulga la buena nueva de que “nosotros –los cristianos- confiamos en la promesa del Señor y esperamos un cielo nuevo y una tierra nueva –la nueva Jerusalén-, en que habite la justicia.”

La visión más acertada de Jerusalén, compartida por Naciones Unidas, es la de que la tierra prometida “hará de árbitro entre las naciones y a los pueblos dará lecciones. Harán arados de sus espadas y sacarán ‘machetes’ de sus lanzas. Una nación no levantará la espada contra otra y no se adiestrarán para la guerra”. ¿No es, acaso, el fin del Consejo de Seguridad de la ONU preservar la paz y garantizar la justicia internacional entre los Estados?

El debate sobre el “estatus de la Ciudad Eterna” no tiene sentido a nivel de territorio nacional de ningún Estado, ni de israelitas ni de palestinos. Es un emplazamiento o localización devenido en símbolo de justicia permanente y de paz perpetua por designios de las ciencias históricas, de las convicciones religiosas y ahora de los debates políticos de altura de las Naciones Unidas, gracias a la decisión intempestiva del provocador Trump.

La Prensa, 14 de diciembre 2017


lunes, 11 de diciembre de 2017

Ética pública: alcance y límites

Ruling Barragán

El pasado martes 5 de diciembre la Autoridad Nacional de Transparencia y Acceso a la Información (Antai) realizó una feria informativa “sobre las iniciativas y programas que se implementan para la prevención y lucha contra la corrupción, en pro del mejoramiento de la gestión pública, el acceso a la información y la transparencia gubernamental”, la cual también conmemoró de manera anticipada el Día Internacional contra la Corrupción (9 de diciembre).

Entre varias iniciativas de la Antai sobre este tema, trabajando junto con la Autoridad Nacional para la Innovación Gubernamental (AIG), además de instituciones públicas, así como miembros de la sociedad civil, me resultó de particular interés el “curso básico de ética para servidores públicos”, en modalidad virtual. Esta iniciativa, la cual se encuentra apenas en su primera fase –por cierto, muy elemental y que, por lo mismo, requerirá de un sustancial desarrollo, como bien ha reconocido ya la institución– se propone como una herramienta didáctica, entre otras de carácter legal, administrativo e informático para luchar contra la corrupción y, claro, mejorar el servicio público.

Al respecto, me parece pertinente hacer unas consideraciones críticas y valorativas, pues la enseñanza de la ética pública, uno de los distintos modos que adquiere la ética aplicada (la cual es, a su vez, una concreción de la ética filosófica) ha sido siempre, desde un punto de vista profesional, asunto de los profesores de filosofía.

En principio, se ve con buenos ojos el interés creciente (y, de hecho, ya no tan reciente) de las instituciones públicas (y también privadas) por incluir la ética como parte de la formación profesional de sus colaboradores. Entre ellas hay que destacar también al Tribunal Electoral, que incluso ha invitado a expositores internacionales para que diserten sobre esta temática. Sin embargo, puede preocuparnos que quienes organizan y dirigen estas iniciativas en la Antai y otras instituciones no cuenten con el asesoramiento profesional de especialistas en filosofía para la concepción, desarrollo, implementación, monitoreo y evaluación de estas.

Sobre este punto, resulta necesario recordar que, profesionalmente, el principal referente institucional en el territorio nacional sobre el tema de la ética es el Departamento de Filosofía de la Universidad de Panamá. Ahí se imparte la “licenciatura en filosofía, ética y valores”, que comprende asignaturas como la “axiología” (teoría de los valores), “deontología” (ética profesional), “filosofía de los derechos humanos” y “problemas éticos de nuestro tiempo”, entre otras, todas asignaturas muy pertinentes a la formación del servidor público.

Como gremio profesional, los profesores universitarios a cargo de estas asignaturas podrían extrañarse de que no se les invite a ser partícipes de una iniciativa como la que propone la Antai u otras similares, en varias instituciones. La Procuraduría de la Administración, por ejemplo, ofrece regularmente capacitaciones en ética profesional a servidores públicos, pero no nos consta que quienes imparten estas tengan estudios formales en alguna licenciatura de ética.

Otra observación que me parece pertinente subrayar –y que responde al título de esta columna– tiene que ver con lo que la enseñanza de la ética pública (o la ética en general) puede lograr y qué no. Recordando a Schopenhauer, no debemos ser ingenuos y pensar que la enseñanza (ahora virtual) de la ética nos convertirá automáticamente en “buenos ciudadanos” o “mejores personas”. Sin duda, la ética (su estudio formal) nos ayuda a clarificar conceptos, hacer mejores juicios, así como conocer (y también concebir) teorías que intentan comprender y explicar nuestras actuaciones.

Sin embargo, lo fundamental a la ética no es algo meramente conceptual o teórico, sino práctico y existencial. Y esto depende más de la voluntad, el carácter y los buenos hábitos, que en muchos casos son muy difíciles de forjar, sobre todo en personas ya adultas. Voluntad, carácter y buenos hábitos (a estos últimos, Aristóteles les llamaba “virtudes”) que requieren ser atendidos desde la niñez y la adolescencia, no tanto por instituciones del Estado, sino por todas las esferas sociales (familia, planteles educativos, comunidades religiosas, clubes cívicos, deportivos, asociaciones e instituciones culturales, así como medios de comunicación).

Si bien “un curso básico de ética pública” es un positivo e importante paso, su alcance es muy limitado, por lo cual no debe sobrestimarse su valor y utilidad. Como un primer punto en un prolongado y difícil proceso de transformación cultural (que puede tomar décadas), esta iniciativa es indispensable y debe valorarse en su justa dimensión, comprendiéndose bien su alcance y límites. Comprensión que les resulta bastante familiar a los que se han dedicado profesionalmente al estudio de esta materia, pero que no suelen ser tomados en cuenta en estas iniciativas.

Aunque nos encontremos demasiado lejos de ser Noruega en términos de ética pública y anticorrupción, hay que ver con buenos ojos estas iniciativas. Hay personas en nuestro medio que se preocupan sinceramente por estos temas y hacen algo al respecto.

La Prensa, 11 de diciembre 2017

Revista 'Maga' No. 81 será presentada el 12

Rosalina Orocú

Con broche de oro cierra la Revista "Maga" sus ediciones de 2017. El próximo número, el 81, donde aparecen trabajos de más de una treintena de escritores de Panamá y Centroamérica, especialmente, será presentado por la Universidad Tecnológica de Panamá (de la cual es la publicación oficial) mañana a las 7:00 p.m. en el vestíbulo de su teatro.'

http://www.panamaamerica.com.pa/ey/revista-maga-no-81-sera-presentada-el-12-1090943

jueves, 23 de noviembre de 2017

Martí es una estrella que guía y orienta

Ramón Barreras Ferrán

Bastó una llamada telefónica y el Doctor Miguel Ángel Candanedo se personó de inmediato en el Paraninfo de la Universidad de Panamá para guiarme hasta su oficina. Él preside la Cátedra Martiana de ese centro de altos estudios, desde su fundación, y dirige actualmente del Departamento de Filosofía, después de ocupar durante muchos años la responsabilidad de secretario general.

Continuar leyendo el artículo:
http://www.trabajadores.cu/20171123/marti-es-una-estrella-que-guia-y-orienta-fotos/

lunes, 20 de noviembre de 2017

Administración del engaño

Roberto Arosemena Jaén

Mucho se habla, se comenta e incluso se protesta por la deficiente administración de justicia. Los poderes públicos descargan su culpabilidad en el otro y hasta el jefe del Ejecutivo interviene tímidamente descargando en la ciudadanía su responsabilidad de hacerse cargo por sí solo de la coordinación de la administración pública, como si la administración de justicia fuese una configuración extraterrestre.

La respuesta, propia de la navaja de Ockham a esta problemática, es responsabilizar al sistema. En efecto, el sistema de fueros, privilegios, excepciones, dilataciones, postergaciones y finalmente prescripciones del cuerpo jurídico penal panameño es la causa de la corrupción y la impunidad. Por esta razón, los sagaces y astutos abogados y litigantes se hacen pagar con creces y con facilidad transforman a fiscales, jueces, magistrados y procuradores de justicia en mediocres “opinadores” e intermediarios de una jurisprudencia errática, permisiva y por consecuencia, contradictoria, ineficaz, confusa y paralizante.

¿Qué ha pasado con ese valor innato y connatural en las sociedades decentes que han superado la corrupción? ¿Es realmente la justicia un valor que descubren los niños y niñas cuando están jugando? ¿Por qué dejamos de practicarla? ¿A qué se debe que nuestros legisladores, desde 1903, no han superado las maniobras de Nueva Granada en el ámbito político y constitucional?

Esto lo pregunto porque la administración del engaño es más eficiente y eficaz que la administración de justicia. No solo por la existencia de la venalidad del funcionario que se derrite ante la “sagrada coima”, sino porque la argucia y triquiñuelas legales están a disposición del astuto litigante.

El escenario del derecho penal panameño es un sistema jurídico que facilita la impunidad de los poderosos propietarios del dinero y del capital. La administración de la justicia penal es una mercancía con valor comercial que la moral del abogado sabe aprovechar. Estos astutos jurisconsultos hacen todo lo que la ley no prohíbe y saben acomodarse a las facilidades que la ley permite. El caso Odebrecht y el caso del expresidente Martinelli son impactantes y demoledores para los creyentes ciudadanos en la moralidad del Estado. Por ejemplo, es insostenible, a nivel de principio, que un sujeto, notoriamente corrupto, como el expresidente Martinelli, siga gozando de la presunción de inocencia cuando es un fugitivo, y siga adquiriendo fueros electorales cuando es un rebelde recalcitrante a los llamados de los tribunales. El grupo Odebrecht, por su parte, la justicia la transforma en compensaciones y multas que nada le cuestan y paga y sigue pagando millones ante el asombro de un continente que se resiste a aceptar que todo puede ser vendido y comprado.

Nadie con conocimiento del proceso penal panameño puede afirmar que estos dos escándalos públicos contravengan la legalidad de nuestra administración de justicia, aunque su contenido ético y racional sea ilegítimo y destructor de la buena fe ciudadana.

Es hora de que los poderes públicos propongan un régimen que no permita más la administración del engaño en una sociedad que necesita y exige de una administración de justicia expedita, confiable y rigurosa, sobre todo para los políticos y gobernantes que han legislado a favor de sus fueros, privilegios, excepciones, dilataciones, postergaciones y finalmente de sus prescripciones para seguir actuando como responsables ciudadanos y buenos padres y madres de familia. A esto se añade la impunidad de los grupos empresariales con capacidad de contaminar con arreglos bancarios y judiciales a la clase política de coimeros y demagogos.

Si los diputados no se ponen a legislar en serio sobre los contenidos racionales y éticos del derecho penal, evitando postergaciones de los procesos hasta la prescripción, se seguirá con el grosero y ridículo espectáculo de los poderes públicos inculpándose entre sí y con una mayoría nacional descreída, maliciosa, confusa y, sobre todo, distraída.

https://www.prensa.com/opinion/Administracion-engano_0_4898510200.html


miércoles, 1 de noviembre de 2017

XXII Jornadas Interdisciplinarias de la Fundación ICALA

Ruling Barragán

09.00 Grupo 5:

Aspectos éticos de la de la educación

Coordinación: Luciana Calderón
Conferencia del Profesor Ruling Barragán (Universidad de Panamá)
S. Berón, C. M. Musso, M. C. Ciravegna, M. I. Crabay, A. B. Vaja, P. V. Paoloni, S. J. Blanco, S. Rached, S. Amaya, H. D. Echevarría


Programa del evento en archivo PDF:
https://drive.google.com/open?id=1_sNVO2Hy-Cwids1Q05mHK77DWQTIvtFt

jueves, 26 de octubre de 2017

De Cristo en el mundo del capital

Ruling Barragán

En una discusión teológica que se dio hace algunos años entre unos académicos norteamericanos –discusión en apariencia muy ajena a nuestras más tropicales y mundanas preocupaciones– David Bentley Hart, un filósofo y teólogo ortodoxo argüía frente a sus críticos que luego de haber traducido del griego el Nuevo Testamento y meditar concienzudamente sobre aquellos pasajes en que se habla de las riquezas, no veía por ninguna parte que los primeros cristianos distinguieran entre riquezas legítimas e ilegítimas. Para ellos –señalaba Hart–, toda riqueza era ilegítima. No había medias tintas.

Sin embargo, no hay que ser un erudito en griego koiné o un teólogo cristiano para saber que los primeros seguidores del Nazareno rechazaban la posesión de riquezas, “teniendo todo en común”, como indica un pasaje de la Biblia (Hechos 4:32), avalado por algunos marxistas en su momento. No obstante, nuestra actual atmósfera cultural entiende el asunto de un modo harto distinto.

Hoy en día no solo vemos con buenos ojos las riquezas, sino que endiosamos a todo individuo que sea un “vivo ejemplo” de “éxito financiero” (individuo que, en nuestros lares, suele ser más “vivo” que “ejemplo”, lamentablemente).

Algunas iglesias (creo que muy pocas –espero–) incluso van más lejos; afirman que la riqueza es señal segura de que Dios está de tu parte, como la no tan desconocida ni desaparecida prosperity theology (o health and wealth gospel–evangelio de la salud y la riqueza– que tuvo sus días de gloria (y también de pena) en Estados Unidos durante los años 80. A mí, aun si no soy católico, déjenme con la “opción preferencial por los pobres” y las más actuales vertientes de la teología de la liberación (Boff, por ejemplo).

No se trata aquí del dinero en cuanto tal, que simplemente es un medio que abrevia nuestras transacciones, sino de la riqueza en sí, es decir, de la abundancia (o más bien, sobreabundancia) de dinero y/o bienes materiales poseídas por una sola persona (o un grupo reducido) en el contexto de un gran número de gentes en precaria situación material (pobreza o pobreza extrema).

Desde cierta perspectiva psicológico-moral, resulta algo enfermizo sentirse orgulloso de ser rico en medio de pobres. Comprendo que alguien se pueda sentir “afortunado” o “agradecido” (o incluso “bendecido”), pero ¿orgulloso? Tal orgullo sería más bien señal de vanidad, prepotencia y hasta crueldad. Como quien se siente “orgulloso” de ver entre los ciegos, o de tener miembros entre amputados…

Hoy día, lo sensato es no ver nada malo en poseer o querer adquirir riquezas; el problema podría ser el cómo se obtienen y cómo ellas podrían hacer de nosotros ejemplos (positivos) para los demás. Y no solo ejemplos, sino agentes de cambio, para ayudar a los demás a salir de la pobreza (y si se va más allá, haciéndolos ricos, pues mejor).

Sin embargo, tener riquezas y ayudar a los demás a tenerlas, aunque todavía incompatible con el cristianismo primitivo (recordemos, para ellos toda riqueza era mala), resulta congruente con dos remanentes de cristiandad presentes (al menos formalmente) en nuestras democracias modernas: la igualdad y la solidaridad.

Como sabemos, el cristianismo y otras religiones nos enseñan que, en el fondo, todos somos iguales y que debemos ayudar a los necesitados. Si hoy somos muy desiguales económicamente y no sentimos ninguna caridad u obligación por los pobres (o nos sentimos “orgullosos” de no ser uno de ellos), o nuestra principal preocupación es tener más (cuando ya tenemos harto suficiente), entonces andamos muy mal.

No hay que ser cristianos o “religiosos” para entender esto.

¿O sí?

https://www.prensa.com/opinion/Cristo-mundo-capital_0_4879762112.html

lunes, 16 de octubre de 2017

La muerte, absurdo existencial

Ruling Barragán

Quería haber escrito y publicado esto mucho antes, pero el trabajo no me lo permitió.

Hace tres meses, me informaron de la muerte de uno de mis estudiantes.  Se trataba de un adulto mayor, quien atendió tres cursos de filosofía conmigo. Aunque extranjero, se había nacionalizado panameño hacía muchos años. Su acento era ya más panameño que catalán. Inteligente y cortés, enfrentaba la adversidad con simpáticas ironías.  Conversé varias veces con él fuera de clases, en los pasillos, las paradas y los buses.  A su edad -calculo que tenía como 60 y tantos años- pasaba por dificultades económicas.

Procuraba conseguir trabajo, para laborar dos años más en nuestro país y, con ello, poder sumar a su humilde jubilación panameña una pensión (también humilde), que le correspondería por ser ciudadano español.

De haberlo logrado, se hubiera ido a vivir a España, y así pasar sus últimos años con algunos familiares que le instaban a vivir con ellos.  Traté de ayudarlo un par de veces en su búsqueda de empleo, pero sin éxito.  Dos semanas antes de su fallecimiento, me llegó un anuncio –de un mejor trabajo que los que conoció en sus últimos años –, pero no le pude contactar para decirle y recomendarlo.

Por supuesto, no es la primera vez que sé de la muerte de alguien con quien he tenido un trato afectuoso.  Como a muchos de ustedes, que ya sobrepasamos más de la mitad de la vida que en promedio tendríamos que vivir, se me han muerto familiares, e incluso amigos que no llegaron a cumplir 35 años. Sin embargo, es la primera vez que escribo directamente sobre este tema.

La muerte es un fenómeno cuyo sentido fundamental solamente puede ser abordado propiamente por la filosofía o la religión, no por la ciencia moderna.  Por qué es esto así, se preguntarán. Lo que sucede es que para el pensamiento científico-técnico, las cuestiones acerca “del sentido de la vida” (y, por ende, “del sentido de la muerte”) no tienen cabida.  Las ciencias y tecnologías modernas no abordan asuntos que tengan que ver con el “sentido de las cosas”; mucho menos aún, con un “sentido fundamental”, si acaso lo hay y podemos conocerlo.

Aunado a lo anterior, para las ciencias (las de carácter biológico, en este contexto) la vida humana no se diferencia en nada de la vida de cualquier otro ser vivo.  Los seres vivos son aquellos “seres que nacen, crecen, se reproducen y mueren”, como simplonamente dicen algunos viejos textos de biología para niños y adolescentes.  Para la ciencia moderna en general, solo somos “algo que ocurre y luego deja de ocurrir”, como cualquier otra cosa que llega a existir.

Hay quienes, por supuesto, prefieren ni siquiera pensar en la muerte.  El mero intento de pensarla les estremece o desconcierta, dejando su mente en blanco, sin palabras.  Esto es algo natural, perfectamente comprensible.  La mente humana no está capacitada, en sus funciones habituales, para tratar este asunto; es un aparato para sobrevivir aquí y ahora, no para reflexionar  ordinariamente sobre esta materia.

Sin embargo, cada uno de nosotros, en especial aquellos que avanzamos más en años, repensamos este tema un poco más cada vez.  Y no solo para arreglar cuentas aquí antes de partir (a quién le dejaremos algún dinero o propiedad), sino para comprender (aunque sea muy precariamente) qué y cómo será esto de morir.

Más aún, para aprender cómo debemos vivir si comprendemos de todo corazón lo que significa ya no estar aquí, lo cual (creo) todos atisbamos cuando nuestros familiares, amigos y contactos -en fin, todos aquellos que hemos querido de alguna u otra manera- empiezan a dejarnos.

El autor es docente universitario

domingo, 8 de octubre de 2017

Fé, ateísmo y males horrendos

Ruling Barragán

Marilyn McCord Adams (1943-2017), una distinguida filósofa y teóloga norteamericana, además ministra de la Iglesia episcopal, propuso una expresión para referirnos a los más pérfidos y espantosos actos de perversidad humana. Ella los denominó“males horrendos”( horrendous evils).

Con esta expresión también se refería –mucho más en especial– a todos los sufrimientos y muertes causados por crímenes cuyo grado de maldad es tal que no existe forma alguna, humanamente hablando, de reparar o restituir la vida y dignidad de sus víctimas inocentes. Bajo este concepto igualmente se incluyen todo el mal, muerte y sufrimiento ocasionados por catástrofes naturales, penosas enfermedades y trágicos accidentes, que destruyen todo el sentido que pueda contener, actual o potencialmente, la existencia de una persona.

Seamos creyentes o no, es un hecho innegable que los males horrendos son un incomprensible y doloroso fenómeno que nos afecta a todos. Indeciblemente más aún si nosotros mismos –o nuestros seres más queridos– somos víctimas de tales males. Sin embargo, la mayor parte de las veces, solamente somos sus espectadores. Males que hoy día se divulgan masivamente y reiteran indiscriminadamente –día y noche– a través de tabloides, noticieros y programas de televisión, incluyendo la internet, generándonos serias dudas acerca del valor de la vida humana y su dignidad. En especial, el de las víctimas, pues no hay manera de compensar, ni moral ni legalmente, este tipo de males.

Para los creyentes, al menos aquellos que se suscriben a las religiones semíticas (judaísmo, cristianismo e islam), la respuesta a estos males se encuentra en una esperanza metafísica: que Dios, al final de los tiempos, recree los cielos y la tierra, restaurando con justicia y bondad perfecta a la humanidad. Y esto, por los siglos de los siglos.

Al asumir esta respuesta, sin embargo, los creyentes confrontan un serio problema intelectual (o “epistémico”, si me permiten un término técnico): cómo mostrar racionalmente, para sí y para los no creyentes, que sus esperanzas no son nada más que una bondadosa ilusión. Para los no creyentes, sin embargo, quienes no aceptan la esperanza que proponen las religiones, el problema no es epistémico. La ciencia moderna y su tecnología son consistentes con la visión del mundo que tiene el ateo. Sin embargo, también tiene un problema, pero de otro tipo, uno de orden moral. Pero este no tiene que ver con la estúpida idea de que “los creyentes son necesariamente mejores personas que los no creyentes” (o la igualmente estúpida idea que pone a los ateos como forzosamente mejores).

El problema moral del ateo ante los males horrendos es cómo conciliar su filosofía con tales hechos sin albergar, en el fondo de su corazón, cierto pesimismo o nihilismo.

sábado, 30 de septiembre de 2017

Los intelectuales y el derecho

Roberto Arosemena Jaén y Francisco Díaz Montilla

Cuestionar la práctica del derecho está al alcance de todos, pues a todos –directa o indirectamente- nos afecta. Pero dicho cuestionamiento ha de darse basado en razones convincentes, y esto no siempre ocurre.

Con frecuencia sucede que si el juez o el magistrado fallan y dicho fallo favorece a una parte, la contraparte argumenta vicios, y el juzgador se ve expuesto a un escarnio público por no fallar de acuerdo con la ley.

Aunque en principio el contradictorio entre las partes es natural y conveniente, cuando dista de fundamentarse en razones convincentes, es nefasto para la administración de justicia.

Por supuesto, los cuestionamientos –incluso aquellos en los que no hay razones convincentes- son comprensibles, máxime cuando –repetimos- no se ha sido favorecido. Aunque pareciera que hay casos en los que se es más tolerable: Lo que el lego dice sin mayor fundamento se tolera –posiblemente- como una expresión del desconocimiento de lo jurídico; pero cuando es el intelectual quien asume posiciones jurídicas sobre situaciones que desconoce o conociéndolas, las sesga deliberadamente para manipular, confundir e indisponer, entonces hay razones para preocuparse.

Es necesario considerar los fallos del juzgador con base en la ley, teniendo en cuenta elementales principios de lógica jurídica y de ética. Estos factores han de servir de base para el cuestionamiento de la práctica del derecho, pero suelen ignorarse. Es en parte lo que ha ocurrido a propósito del desprestigio de los fallos de la Corte Suprema de Justicia y del enaltecimiento del Ministerio Público.

El tema fundamental es la ley, como norma escrita, y en este caso, el segundo ha distado de actuar conforme a ella; sin que ello signifique que la primera siempre lo ha hecho.

No está claro dónde radica el fraude a la ley del que han hablado los “intelectuales” panameños. Pareciera que la militancia política –más que la convicción jurídica- son el sustento de esta rasgadura de vestiduras: El “exabrupto” de la Corte favorece a los delincuentes y exigen que esta sea axiomática y no errática, disparatada y contradictoria.

En toda esta trama, se ha obviado que la otra cara de la moneda es la normativa constitucional, la cual no obliga a la Corte a ser consistente en su jurisprudencia, y más aún garantiza que sus fallos –no interesa que se contradigan- sean definitivos e inapelables.

La preocupación de los redactores de la Constitución era establecer una autoridad absoluta como “Roma habló y el problema finalizó”.

Más allá del histrionismo mediático, la conclusión sobre este debate no es salir a la calle y exigir la destitución del pleno de la Corte; hay caminos para subsanar constitucionalmente lo que haya que subsanar, por ejemplo, a través de una asamblea constituyente originaria; pues al fin de cuentas el poder público emana del pueblo.

La importancia de este debate jurídico de principios, debería mantenerse a pesar de que la sociedad política alista fuerzas y recursos para el inminente torneo electoral que se avecina. Frente a estas urgencias del imaginario de que el voto popular es más efectivo en la medida en que el votante se mantenga más distraído, nosotros insistimos en que la creación y fortalecimiento de una democracia depende de la convicción ciudadana de que la justicia es resultado del querer mayoritario y no de claustros selectivos y excluyentes.

http://www.prensa.com/opinion/intelectuales-derecho_0_4860263986.html

lunes, 11 de septiembre de 2017

Más acá de la muerte

Francisco Díaz Montilla

Se atribuye a Epicuro de Samos, filósofo griego del siglo IV a.e.c, haber dicho  que la muerte es una quimera porque mientras existimos, ella no existe; y cuando ella es, nosotros ya no somos. Quimera o no, desde el punto de vista existencial es un problema radical, objeto de reflexión de literatos, filósofos y teólogos.

Recientemente, John Martin Fischer, profesor de Filosofía de la University of California Riverside,  ha obtenido una beca de 5 millones de dólares  de la Templeton Foundation para investigar el problema de la inmortalidad. Pareciera una cantidad excesiva de dinero para abordar un problema que desborda las condiciones desde las cuales construimos eso que llamamos conocimiento científico. El hombre es un animal metafísico, al decir de Schopenhauer; por ello, a pesar de Kant, inevitablemente tendemos los humanos a ir más allá de lo que la evidencia nos autoriza.

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https://puntoaislado.blogspot.com/2017/09/mas-aca-de-la-muerte.html

jueves, 31 de agosto de 2017

Las absurdas categorías y salarios de los profesores

Ruling Barragán

No todos los profesores son iguales, sobre todo si son profesores de la Universidad de Panamá (UP). Cada docente universitario es llamado gentilmente “profesor”, pero –en muchos casos– su categoría y respectivo salario no obedece a la cuantía o al mérito de su producción académica, sino al absurdo de un sistema.

Al respecto, el Semanario La U, en su edición del miércoles 25 de mayo de 2016, en una nota referente a la bonificación por antigüedad –que ya ha sido duramente criticada en otros espacios y momentos– desglosa, en unos cuadros de Excel, una información que muchos desconocen: cuáles y cuántas categorías docentes existen y cuánto es el salario que le corresponde a cada cual.

Según esta, hay por lo menos seis categorías de profesores (que colocamos aquí en su orden jerárquico, de menor a mayor): asistente, especial, adjunto, auxiliar, agregado y titular. Si comparásemos este número de categorías con las que acostumbran las universidades inglesas o estadounidenses, nos daríamos cuenta de que tenemos el doble (aunque nuestros recursos son muchísimos menos). Las categorías de profesores en las universidades angloamericanas suelen ser 3, a saber (de menor a mayor), assistant professor, associate professor y professor. Una categorización sencilla y sensata, en especial, para efectos administrativos.

Sin embargo, el detalle es que nuestras 6 categorías se convierten en 17 (y es aquí donde empieza el absurdo), ya que las primeras 2 categorías “asistente” y “especial” se subdividen en 5 cada una (I, II, III, IV y V), haciendo un total de 10, mientras que la tercera categoría, “adjunto”, se subdivide en 4. La sexta, “titular”, se subdivide en 3. Ejemplos de lo anterior son, digamos, el “asistente I”, el “especial III”, el “adjunto IV”, o el “titular II”. Y estas subdivisiones continúan: las 17 subcategorías indicadas a su vez se entrecruzan con las de “tiempo parcial” (TP), “tiempo medio” (TM) y “tiempo completo” (TC), lo que significa que hay –por cada categoría arriba desglosada– un total de 51 clasificaciones (17 x 3 = 51). Así, por ejemplo, tenemos al “especial II TC”, o un “adjunto III TP”, entre otros.

En todo lo anterior, debe tomarse en cuenta que no se está considerando aquí otras categorías, como la de “profesor visitante”, o las subdivisiones de los profesores titulares “por porcentaje” (25%, 40%, 50%, o 75%). U otras curiosas categorías, como el “profesor extraordinario” (¿será que el resto somos “ordinarios”?), el “emérito”, o el “investigador” (¿pues será que los demás no investigan?). Si el lector duda de la existencia de estas clasificaciones puede visitar la página web de la Universidad de Panamá (www.uc.ac.pa)

Sin embargo, el absurdo se acentúa aún más cuando hacemos la correlación salario por categoría. Por ejemplo, la categoría más baja, el profesor asistente I TP, recibirá (a partir de la nueva equiparación salarial) $507.58 al mes, mientras que el titular III TC (la categoría más alta) puede devengar entre $3,866.24 (“salario base”) y $4,542.32 mensuales, es decir, 8 o 9 veces más que su colega asistente. El profesor especial TP, que sigue en jerarquía al asistente, recibiría $703.44, cerca de 6 o 7 veces menos que el titular, a pesar de que dicta prácticamente la misma cantidad de horas (por lo regular, el titular dicta 15 y el especial, 12). Los profesores auxiliares y agregados –al menos, según la información presentada– tienen casi los mismos salarios, $822.96 y $906.72, respectivamente. Y de nuevo, todos dictan esencialmente la misma cantidad de horas que un titular.

Si bien es cierto que en todas las profesiones hay jerarquías, y a cada una corresponden, necesariamente, distintos salarios (que deben tener como base ciertos méritos, no solo la antigüedad), la desigualdad salarial en la UP es francamente absurda. Difícilmente se puede entender que un profesor gane 2, 4 u 8 veces más que otro, cuando la cantidad de horas que labora es básicamente la misma que su colega. Del mismo modo, resulta incomprensible el porqué de tantas clasificaciones entre los profesores –medio centenar–, cuando la función básica de todos es dictar clases y publicar investigaciones, independientemente de su especialidad. El principio “igual salario por igual trabajo” no existe aquí.

Así pues, no todos los profesores de la UP son iguales, tal como sugería al inicio de este artículo. Dejo al buen juicio de los lectores que determinen cuán absurdo es este sistema de categorías y salarios. Y a las nuevas autoridades universitarias, junto a la Contraloría, que lo revisen y corrijan, para hacerlo menos irracional (por su innecesaria complejidad) e inequitativo (por su falta de igualdad).

https://www.prensa.com/opinion/categorias-profesores-Ruling-Barragan-Yanez_0_4564043641.html

sábado, 26 de agosto de 2017

Política permanente

Roberto Arosemena

La política tiene un contenido justo o despótico. Es el debate entre corrupción y justicia. Lo significativo es encubrir despotismo –una forma de imponer el poder- con corrupción –un método de lucrar del poder. El monarca llegó a ser déspota y por tal motivo se le cortó la cabeza. Lo importante de los déspotas modernos es que son corruptos. Al corrupto no se le aplica la pena de muerte, se le ponen multas, fianzas, compensaciones, inhabilitaciones y se les deja en manos de tribunales indulgentes y de magistrados ansiosos de buenos ingresos. El temor del delincuente político es el “linchamiento” -una forma de justicia que aplica el pueblo para hacerse justicia con sus propias manos-. Para evitarlo se aplica, mediante leyes, el “debido proceso”. Medio de juzgar al ciudadano con presunción de inocencia, extensivo al juzgamiento de los déspotas y corruptos. Este dilema se presentó a la asamblea revolucionaria francesa y esta dictaminó que el juicio y debido proceso eran para los seres humanos y que los déspotas debían morir.

¿Qué tipo de seres humanos son los déspotas?

El déspota corrupto es un ser humano, revestido de autoridad por voto popular. La condición de gobernante se adquiere en tal forma que se deja de ser, en la práctica, un ciudadano con limitada discrecionalidad. En esto consiste el riesgo del que se erige sobre la ley, la posibilidad de ser juzgado, directamente, por los tribunales populares. La autoridad sería aquel humano digno de reconocimiento y honor si es efectivo, justo y respetuoso de la ley, y merecedor de la pena de muerte si es déspota y corrupto.

La administración de justicia de este siglo XXI tiene los ojos bien abiertos para identificar a déspotas y corruptos como ciudadanos comunes, cuando en realidad, son representantes del poder soberano, utilizado en beneficio propio y con el uso de la fuerza, la intimidación y el engaño. El caso de Ricardo Martinelli Berrocal, presunto delincuente político, entra en esa categoría de individuos que tomaron distancia de los humanos corrientes y por el voto popular fueron revestidos de la sacralidad del poder. Notoriamente se organizó políticamente para corromperse y ejercer la autoridad como déspota. Actualmente, sin embargo, ninguna autoridad judicial se atreve a considerarlo delincuente, si previamente no se le imputan los cargos en un tribunal competente.

Pregunto, ¿si precipitadamente, se le concedió a Ricardo Martinelli todo el poder de la Presidencia de la República, por el mero hecho del sufragio mayoritario –hecho eminentemente político- por qué ahora rehúsa un juzgamiento político y exige ser juzgado como un corriente ciudadano? Presumo, que no obstante haber sido condenado como “rebelde”, mantiene todo el poder mediático y recursos multimillonarios para continuar intimidando y engañando, de la misma manera como logró posesionarse, en mayo de 2009-2014, de un puesto político que lo colocó por encima de las ciudadanas y ciudadanos panameños.

Aquí radica la inconsistente premisa que puede hacer de la política un ejercicio de corrupción y despotismo, cuando en realidad debería ser una premisa de justicia y régimen de derecho. Ya se está a punto de iniciar un proceso electoral para elegir un nuevo presidente de la República, con la carga onerosa de la impunidad del equipo de gobierno pasado.

El problema de la política no son ni los partidos políticos ni los individuos aislados que pretenden llegar al poder político como independientes. Es aleccionadora la disputa legendaria entre Yahveh y Samuel para nombrar un rey. Israel ha querido tener un rey y Dios le impone una condición: no será un profano, sino un líder religioso de su pueblo. Esta situación no evita ni la corrupción ni el despotismo del rey designado por el profeta. La teocracia no se escapa de la corrupción del gobernante, sino que facilita el despotismo religioso. Concluimos que el problema político es un asunto primordialmente popular y humano.

http://www.prensa.com/opinion/Politica-permanente_0_4834016627.html

viernes, 4 de agosto de 2017

Del sufrimiento en la historia

Ruling Barragán

El filósofo judío Walter Benjamin (1892-1940), aunque casi desconocido para el público en general, es bastante célebre entre sus especialistas por su interesante ensayo "Tesis sobre el concepto de la historia" (1940). En este breve aunque difícil texto, Benjamin critica la idea de “progreso”, pues esta omite el sufrimiento y la muerte irreparables de las víctimas inocentes de la historia. Peor aún, para Benjamin, el celebrado progreso de la civilización se debe precisamente a la violencia ejercida sobre esas víctimas. 

http://www.noesmoda.com/2017/08/del-sufrimiento-la-historia/

jueves, 3 de agosto de 2017

Metafísica y cultura

Ruling Barragán

Según una de sus definiciones académicas, la metafísica es el “ estudio racional de la naturaleza última de la realidad en sus aspectos más generales”. En cuanto tal, su enseñanza formal se imparte en la universidad (en particular dentro de los departamentos o facultades de filosofía). Así pues, la metafísica universitaria o académica no debe confundirse con lo que podría entenderse por ocultismo, esoterismo, misticismo, espiritismo, gnosticismo, nueva era, cábala, magia, alquimia, hermeticismo, teosofía, religión, espiritualidad, autoayuda, logosofía, o cualquier otra concepción de índole similar.
 
No obstante, esto no significa que algunas ideas contenidas en estas curiosas concepciones no sean estudiadas también por la metafísica universitaria. En efecto, la metafísica académica trata algunos de los temas que abordan las anteriores concepciones. Por ejemplo, el fundamento último de todo lo que es, lo cual incluye a las leyes, formas o entes “no físicos” que constituyen la naturaleza y el ser humano (tiempo, espacio, causalidad, existencia, libertad, voluntad, conciencia, entre otros). Sin embargo, el modo que toman sus reflexiones y los resultados a los que llega el profesor universitario suelen ser muy distintos de los que tienen aquellos que tratan las concepciones antes mencionadas.

La diferencia está en el instrumento que utiliza la metafísica académica: la sola razón (ordinariamente entendida, no la imaginación ni ningún tipo de supuesta intuición o revelación). Así también, el método (la argumentación), el modo de escritura (prosa argumentativa) y los pensadores a los cuales cita o se refiere. Así pues, la metafísica en los departamentos de filosofía hace referencia a lo que han escrito Aristóteles y Tomás de Aquino, o lo que han pensado autores como Descartes, Kant, Schopenhauer, Hegel, Wittgenstein o Heidegger, entre otros.

En nuestro país solo se enseña metafísica en nuestra primera casa de estudios, en el Departamento de Filosofía de la Facultad de Humanidades. Ahí recibe el nombre de “ontología”. Hay quienes dirán (no sin razón) que ha de ser un despilfarro de nuestros impuestos sufragar semejante asignatura. Mucho más en un país en el que priman los problemas políticos y económicos.

Otros señalarán que la metafísica puede ser un bonito adorno de nuestra educación universitaria, pero que es completamente obsoleta. Sería mejor dedicar el presupuesto universitario a cualquier asignatura científica o tecnológica. A fin de cuentas, según entienden la mayoría de los científicos y tecnólogos, ya la tecnociencia moderna ha reemplazado la metafísica desde hace más o menos 200 años.

No estoy muy seguro de esto último. Todavía en las universidades más prestigiosas del mundo, de Europa y de Estados Unidos, la enseñanza de la metafísica goza de buena salud. Si los científicos y tecnólogos que rechazan la metafísica están en lo correcto, debemos entonces felicitar a los metafísicos por ser tan astutos, pues siguen acaparando fondos de investigación, pero sin producir nada práctico o rentable.

Quizá, a pesar del rechazo e inutilidad de la metafísica, ella contiene algo de singular e inestimable valor que ninguna ciencia o tecnología puede reemplazar. Y tampoco comprender, pero que a algunas mentes, en todo tiempo y lugar, les fascina indagar. Tal vez, en última instancia, esa sea la justificación de toda metafísica. Como señalaba Wittgenstein, “se trata de una tendencia del espíritu humano”. Tendencia que, según parece, es profunda e inevitable, al menos para ciertas personas, por lo cual sería mucho más que un mero capricho o entretenimiento intelectual. En tal caso, ha de ser contemplada por el derecho a la cultura, permitiéndosele existir y ser cultivada por quienes se interesen en ella. No lo merece menos que el fútbol o tanto programa de entretenimiento en la televisión.

http://www.prensa.com/opinion/Metafisica-cultura_0_4816768369.html

viernes, 28 de julio de 2017

Viene la fiesta de las letras

Mariela Sagel
   
Agosto es el mes de las letras en Panamá desde el año 2001, y Panamá será ‘la ciudad de los libros', ya que éste es el lema que ha escogido la Cámara Panameña del Libro (CPL) para la realización de la XIII Feria Internacional del Libro de Panamá, del 15 al 20 de agosto, en el Centro de Convenciones Atlapa. Lo que empezó como una fiesta bianual ahora se ha consolidado como una cita anual obligatoria y este año se verá prestigiada por tener a Colombia como el país invitado, coincidiendo con la celebración de los 50 años de la publicación de Cien Años de Soledad, obra cumbre del Nobel colombiano Gabriel García Márquez.

http://laestrella.com.pa/opinion/columnistas/viene-fiesta-letras/24014856

jueves, 13 de julio de 2017

Una reflexión sobre el mundo de hoy

Roberto Arosemena Jaén

La sabiduría milenaria de ayer afirmaba, soberbiamente: no hay nada nuevo bajo el sol. La de hoy supone que todo lo nuevo es creatura de la tecno-ciencia. No solo lo supone, sino que lo demuestra. Desaparecen los límites de la naturaleza, sobre todo de esa naturaleza identificada con Dios. Hasta el siglo XVIII, lo más ridículo era pensar un mundo sin naturaleza, es decir, sin Dios. Ninguno con dos dedos de frente se atrevía a decir que la naturaleza era un invento de la inteligencia humana; sin naturaleza no podía existir un conocimiento científico.

El mito de Ícaro, de la Torre de Babel y ahora de los Twitter de Trump demuestran que la “sabiduría” de ayer y de hoy tiene lugares comunes. Hay que ponerle límites a la naturaleza no como lo intentó hacer el mito, sino como lo hace la tecno-ciencia actualmente. La verificación es el secreto entre la superstición, el mito, la fantasía y la estupidez. El conocimiento avanza no porque se cree, sino porque se verifica. El problema es que los “verificadores” son minorías, la gran masa, y vivimos en la era de la masificación, son creyentes que no distinguen realidad de constructos virtuales.

De la misma manera que la humanidad le puso límites a la naturaleza y a sus leyes mediante el conocimiento verdadero –la verificación científica- la tecno-ciencia tiene que imponerse límites. Ni la naturaleza fue realmente Dios, ni la tecno-ciencia puede levantarse contra la naturaleza. Ambas son categorías para calificar el potencial humano y no la existencia divina.

Por ejemplo, la tecno-ciencia de las redes de comunicación, como el Twitter del jefe del Ejército de Armas Apocalípticas tiene límites que la inteligencia de TRUMP no percibe. Trump tiene el pensamiento simple de que si el Twitter fue un buen instrumento para ganarse el voto estadounidense, también le servirá para arrodillar a Europa, China y Rusia.

Esas bravuconadas de la tecno-ciencia tienen la virtud de crear dioses y demonios; para la gente sensata, cosas virtuales; para la otra generación de humanos, ideologías reales por las cuales vale la pena morir y hasta matar. Allí está la prepotencia de los dueños de las armas de destrucción apocalípticas y de su contraparte natural, el terrorismo. Allí está la ideología del género y su contraparte, el fundamentalismo reproductivo. El mundo de hoy no puede ser más de excesos, sino de límites y respetos.

La naturaleza y la tecno-ciencia enloquecen a los promotores de excesos. Los antiguos cultivadores de la ya anacrónica soberbia.

La aparente perversión del mundo de hoy mantiene el germen de su recuperación. La única actividad humana más corrupta, la política, es la actividad que todavía llena de esperanzas a los indignados, a los violentos protestatarios y a las masas silenciosas. No se trata del viejo mesianismo de que vendrá el “Ungido” a renovar el mundo perdido. Las religiones de libro y revelación han insistido en que la redención es una misión divina, no obstante, un líder carismático, surgido en la periferia del Imperio Romano, nos dice que somos nosotros mismos los que tenemos que sobrellevar la carga de la naturaleza y de las civilizaciones.

La misión de cambiar y mejorar es un objetivo de la humanidad de seres libres e inteligentes. No obstante, se sabe que la responsabilidad de la humanidad en su conjunto tiene que ser asumida por individuos y comunidades que sepan actuar con sentido de bien universal compartido, que precisamente es el objetivo pragmático de la política.

Esta propuesta es sumamente compleja y algunos dirán utópica, porque no se encuentra en ninguna experiencia, ni de la sabiduría antigua sometida a la naturaleza, ni de la sabiduría contemporánea sometida a la tecno-ciencia. La única palanca capaz de iniciar el movimiento para remover la corrupción de los políticos es nuestra decisión y convencimiento de hacer política coherente y sanamente.

http://www.prensa.com/opinion/reflexion-mundo-hoy_0_4801019973.html

miércoles, 12 de julio de 2017

Donación del exvicepresidente Ricardo Arias Calderón

La Biblioteca Simón Bolívar de la Universidad de Panamá, recibió en concepto de donación 1,300 libros de filosofía, historia y ciencias políticas, de diferentes autores, los cuales eran parte de la colección de libros del exvicepresidente de la república, Ricardo Arias Calderón (Q.E.P.D.). La esposa del exvicepresidente, Teresita Yániz de Arias, fue la encargada de entregar los libros a la directora de la Biblioteca Simón Bolívar, Damaris Tejedor. Señaló Yániz de Arias, que su esposo consideraba a la Universidad de Panamá como su casa, por ello cree que el mejor lugar para dejarlos es ahí.

viernes, 30 de junio de 2017

Continúa el apoyo a Cuba ante el cambio político de gobierno de EE.UU.

Redacción Digital Granma

Los miembros del Consejo Mundial del Proyecto José Martí de Solidaridad Internacional apoyan este viernes el mensaje de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC), a favor de las buenas relaciones entre Estados Unidos y este país

Los miembros del Consejo Mundial del Proyecto José Martí de Solidaridad Internacional apoyan este viernes el mensaje de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC), a favor de las buenas relaciones entre Estados Unidos y este país.

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http://www.granma.cu/cuba/2017-06-30/continua-el-apoyo-a-cuba-ante-el-cambio-politico-de-gobierno-de-eeuu-30-06-2017-07-06-57

Edilia Camargo: ‘Este país tiene pendiente elaborar su propio pensamiento'


Panamá no puede seguir entre mercachifles y matarifes. Hay que desmitificar, romper cárceles académicas y pensar por nosotros mismos. La sociología sustituye a la filosofía. Hay que pensar más. Es una reflexión que hay que hacer sin que la historia nos enfrente a grandes violencias. El panameño no puede seguir haciéndose la guerra con un enemigo que no existe, porque lo tenemos adentro. Habiendo tenido tanto nos hemos atrevido a muy poco. Hay que sacar al país de su letargo acomodaticio. Nos conformamos con consignas electorales que adocenan: ‘el pueblo primero', ‘los zapatos del pueblo', el pueblo panameño le ha cedido su voz a otros, deja que otros hablen por él. Yo vengo de ese pueblo, que es un pueblo que resiste, insolente que se burla de su propia miseria, que no es pueblo estúpido. El ‘juega vivo' no es una filosofía y no define al panameño. La filosofía es conocimiento, es pensar con independencia. El país tiene pendiente elaborar su propio pensamiento. Y no es poco.
http://laestrella.com.pa/panama/nacional/este-pais-tiene-pendiente-elaborar-propio-pensamiento/24010184

jueves, 15 de junio de 2017

Actualizar o no actualizar

Francisco Díaz Montilla

Cuando de impuestos se trata es una ilusión pensar que los contribuyentes tendremos algún tipo de concesión gratuita por parte del fisco, pues ya sea que se reduzca o elimine alguno, de acuerdo con el principio constitucional de renta sustitutiva, o se crean nuevas rentas o se aumentan las existentes. ¡El fisco siempre gana!

El polémico Decreto 130, en ese sentido, es parte de una estrategia en que el fisco no hace sino atar cabos sueltos mediante acciones coordinadas de municipios, DGI, Anati, notarías y Registro Público (¡casi nada!). No es para menos: los contribuyentes deben pagar por las buenas o por las malas, máxime si hay baches en las finanzas públicas, en cuyo caso todos han de hacer sacrificios, menos el Gobierno y los municipios -claro- ahora los primeros beneficiados del impuesto de inmuebles.

Se puede aceptar que todo ciudadano tiene obligaciones, una de ellas el pago de impuesto. Sin embargo, esa obligación debe implicar algún derecho. Sobre esto, la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano de 1789, en el artículo 16 decía que “Todos los ciudadanos tienen el derecho de comprobar, por sí mismos o a través de sus representantes, la necesidad de la contribución pública, de aceptarla libremente, de vigilar su empleo y de determinar su prorrata, su base, su recaudación y su duración”. Posiblemente, parte de nuestro problema es que no exigimos nada en ese sentido, y deberíamos hacerlo.

En efecto, cuando se nos dice, por ejemplo, que los impuestos se invierten en infraestructura que beneficia a todos, deberíamos preguntarnos si la calidad de dicha infraestructura justifica el menoscabo patrimonial de nosotros los contribuyentes; o si el pago de tratamientos médicos para funcionarios, en su condición de tales, es un uso legítimo de los impuestos; entre otros. Y si la respuesta es negativa, ¡exigir!

Por ello, pienso que la reacción ciudadana ante el Decreto 130 es positiva, aunque el problema de fondo no radica en el decreto, sino en la propia ley fiscal, que concibe la posibilidad de avalúos (generales o específicos) de oficio, con todo lo que ello implica para el contribuyente. Digo que positiva, porque si el decreto no hace sino atar cabos sueltos, significa que por ahora no podrá hacerlo. De paso, dicha reacción podría ser el inicio del surgimiento de una conciencia tributaria del contribuyente que lo obligue a estar vigilante del uso y abuso que hacen los gobernantes de dinero que no les pertenece.

Quienes defienden el Decreto 130 señalan que este nada afirma sobre avalúos. Y en esto tienen razón. Pero no se trata de lo que el decreto no afirma, sino de lo que implica; y lo que implica es que –por ejemplo- vía la actualización solicitada de manera voluntaria o de oficio, el contribuyente no mejora su condición, empeora: Si fuese voluntaria, es como si se hiciera un harakiri; si fuese de oficio, entonces el verdugo de la DGI se encargará de él tarde o temprano, pues como se advierte en el artículo 765 del Código Fiscal “Este impuesto grava el inmueble quien quiera que sea el dueño o usuario y tendrá preferencia sobre cualquier otro gravamen que pese sobre dicho bien”. Así las cosas, pareciera que la suerte está echada: Actualizar o no actualizar…

https://web.archive.org/web/20170616170640/http://www.prensa.com/opinion/Actualizar-actualizar_0_4780022097.html

martes, 30 de mayo de 2017

Invisibles

Ela Urriola

Hay situaciones que resultan invisibles para la mayoría, porque su naturaleza está entre nosotros. Habría que tomar una distancia prudencial, esa misma distancia que nos permitiría identificar si un modo de ser es costumbre, idiosincrasia o mal endémico. El suceso del gato no es solo un problema sobre el gato. Y tampoco es exclusivamente de los que mataron al felino, sino algo mucho más grave: es un problema de la sociedad. Una sociedad que cultiva la falta de sensibilidad, así como se cultiva un hongo en los zapatos o una cepa de virus en el laboratorio. El problema del gato conlleva la invisibilidad de las consecuencias.

Más allá del hecho abominable, padeces de una especie de ceguera, y no precisamente la descripción de Saramago. Desde los gobernantes hasta el estudiante, conocen las normativas de convivencia. Nadie mata un animal sin saber lo que hace, ni nadie roba o deja robar a otros sin saber lo que está permitido. De la misma manera en que esos "hijos de alguien" uniformados lanzaron el gato a la muerte, el político se embolsa la coima; O el representante de la ley se duerme; O un sistema de salud deja morir los pacientes frente a nuestros ojos; O un alcalde baraja los buhoneros de las aceras, pero permite a los hoteles que las secuestren y lancen los peatones a la calle; Y otros oficializan la "vandalización" del ambiente; Y que levitan, porque no pasan sus días atascados entre los tranques y los cráteres; O la política cultural premia escritores, pero confina las obras en bodegas, lejos de las librerías; Y el docente universitario incumple, pero es premiado. Luego está el resto, que observa. Esa mayoría que no es el diputado corrupto ni el mandatario, ni el magistrado fantasma, ni el funcionario coimero, ni "los hijos de este ni de aquel ..." (que como buenos "hijos de" también roban en mayúsculas). El resto son los invisibles.

Esos invisibles coincidir en que los asesinos del gato no han sido expulsados, que un mejor castigo sería limpiar jaulas en albergues durante 40 semanas. Los invisibles quizás argumentarían que, a quienes usurparon cargos públicos por delinquir, no hay darle casa por cárcel ni país por cárcel, ni mucho menos hospitales por cárcel (esto vale la leyenda urbana de que en Panamá hay que robar más del millón, porque este Umbral hace la diferencia en el castigo); Que reúne todos los gastos necesarios para arreglar las vísceras de quien realmente lo necesite; Que la violencia no es percepción; Que la miseria es otra forma de violencia.

Pero resulta que los invisibles bien pudieron ser la masa de Wright Mills o los extranjeros de Erich Fromm, y en este caso harían lo que fuera por el que reparte el jamón, o el que tiene los millones en Suiza. Porque si no los vean, ellos sí miran. Miran la impunidad, la riqueza fácil y la burla frente a ellos, que son invisibles. Entonces, aspirar a dejar de serlo. En Panamá, las leyes se rompen sin consecuencias; Rompemos hasta las leyes de la física: aquí no todas las causas tienen efecto. Ese es el peligroso mensaje que fomentamos.

Un día es un hombre que se desprende y es invisible, o se despertó en escarabajo. Y, como el gato, es lanzado a la muerte; Es lanzado de las aceras, de los hospitales y de un estado de bienestar y seguridad. No hay culpables, mucho menos un castigo acorde al hecho. No hace falta adivinar el final. El problema del gato es más que el problema del gato.

http://www.prensa.com/opinion/Invisibles_0_4768023226.html


lunes, 15 de mayo de 2017

Espíritu de cuerpo universitario

Miguel Montiel Guevara

Sprit de Corps es un galicismo de origen militar que significa “conciencia de grupo”. Contiene el “sentimiento de honor y orgullo compartido por ideales y logros de un grupo de personas, como puede ser un regimiento o los miembros de una universidad o colegio; los compañeros de una profesión, de una clase social, el clero de una religión, etcétera”. También significa “solidaridad, abnegación y sacrificio”. Expresa la firme voluntad unitaria entre los miembros de un grupo para mantener la creencia en una institución ante los peligros que enfrenta.

El pasado 11 de mayo, “el espíritu de cuerpo” de los miembros de la Universidad de Panamá (UP) se hizo presente, ante la comunidad nacional y el mundo, como lo reflejaron los medios y las redes sociales. Tal acontecimiento tuvo lugar con la concentración de los tres estamentos, docentes, administrativos y estudiantes, en el patio de la Facultad de Humanidades, donde iniciamos una marcha hasta la Corte Suprema de Justicia, encabezada por el Dr. Eduardo Flores Castro, rector de la UP; además de JoséÁlvaro, presidente de la Apudep; Damián Espino, secretario general de Aseupa-Sintup; organizaciones estudiantiles, la Asociación de Docentes de la UP (Adupa), la Auténtica Asociación de Profesores de la Universidad de Panamá (Aapudep), vicerrectores y decanos; evento en el que afloró el espíritu de Octavio Méndez Pereira.

¿Qué convocó a tantos universitarios, enfrentados entre ellos en otras circunstancias? Un solo ideal: la defensa de la autonomía universitaria. Parafraseando al general Omar Torrijos, él diría que “la autonomía es la religión que une a todos los universitarios”. Al amparo de su autonomía, el Consejo General Universitario aprobó una bonificación escalonada, hasta de 15 meses, para los docentes que se retiran definitivamente. De manera sorpresiva, el contralor Federico Humbert no refrendó el pago de esta aunque, paradójicamente, la Contraloría que él dirige da 18 meses de salario a quienes se retiran del servicio y sí refrenda los 24 meses de bonificación, por retiro, en la Autoridad del Canal de Panamá.

La autonomía universitaria es reconocida por la Constitución de la República y, a mi parecer, es tan amplia como la de la Autoridad del Canal. Están hechas para preservar la institución de intereses foráneos, que distorsionen sus objetivos, las conviertan en botines políticos y aparten de su misión.

Tristemente, el procurador de la Administración avala la violación a la autonomía universitaria cometida por el contralor.

Los universitarios sabremos defender la autonomía universitaria en el terreno que sea necesario, sobre todo, en momentos en que nos preparamos para celebrar el centenario del Grito de Córdoba, el próximo año 2018. Sea.

La Prensa, 15 may 2017

jueves, 11 de mayo de 2017

Verdades del poder y la ley

Roberto Arosemena Jaén

El poder es el imperio de la libertad y la arbitrariedad. La ley es la restricción y la domesticación del poder. Las sociedades funcionan cuando se reconoce que la ley fundamental –la Constitución– es la restricción del poder. La relación entre el binomio poder y ley es la legitimación social de las autoridades, aceptada individual y colectivamente.

En 1999 se constituyó el nuevo sistema político venezolano. Fue una iniciativa de Hugo Chávez. Esta aceptación de la Constitución de 1999 permite que la oposición venezolana controle democráticamente la Asamblea Nacional en diciembre de 2015. Desde ese momento, la Constitución chavista toma distancia del poder, que se transforma rápidamente en arbitrariedad y dictadura. La principal arma de legitimidad del sistema democrático de la quinta república venezolana se transforma en demoledor recurso para el ascenso al poder de la oposición chavista.

Es curioso constatar que los venezolanos en la calle han erigido el respeto a la Constitución como su principal recurso para oponerse a las pretensiones del gobierno, que preside Nicolás Maduro, que se ha quedado sin argumentos de legitimidad y legalidad.

¿Qué sucede en la actualidad? ¿Hasta cuándo el poder real venezolano desafiará la propia ley fundamental que le dio vida? En esto consiste la crisis política de gobernabilidad que sabemos tiene que finalizar, pero ninguno sabe cómo y cuándo. Los escenarios que se vislumbran son complejos por la ruptura del binomio poder-ley. Los que ejercen el poder saben que la ley –su aplicación, por supuesto– no le permite seguir abusando de las prerrogativas de gobernar que tenían hasta finales del año de 2015, por la sencilla razón de que han desactivado el poder constitucional del parlamento, el llamado a revocatorio del pueblo y el ejercicio pacífico del derecho a disentir.

La salida de los usurpadores de la Constitución ha sido menos constitución y un retroceso a los finales de la cuarta república para realizar el salto al vacío del llamado reciente a una constituyente. El grito del poder venezolano de querer ponerse el bozal de la ley constituyente no es creíble. Es un fraude, como lo han calificado los opositores.

El grito de los defensores de la Constitución es una salida electoral anticipada para la elección de los gobernantes. Estas elecciones tienen que ser consensuadas por los interlocutores políticos por la vía del diálogo, por la vía de la confrontación que cada vez exige una mayor beligerancia del poder disuasorio del Estado, que son las fuerzas armadas, o por la vía de la conformación de un gobierno de transición.

No obstante, el escenario real son las convocatorias de las masas a favor o en contra de las autoridades, con el resultado de muerte, provocaciones, miedo, desesperación y caos.

La sociedad venezolana tiene que actuar. En esto consiste el fenómeno de la soberanía y la dignidad nacional, que nadie externamente puede sustituir.

La libre determinación de los pueblos no es la arbitraria decisión del poder, sino el sometimiento al poder constituyente de elaborar, aprobar y sujetarse a su propia ley fundamental.

Venezuela está en la encrucijada. Confiamos en que supere su crisis de gobernabilidad, con la seguridad de que es un bravo pueblo con la prudencia que requiere la historia política del continente y que Chávez intentó conocer.

http://www.prensa.com/opinion/Verdades-poder-ley_0_4753774703.html

martes, 2 de mayo de 2017

La paradoja del positivismo

Ruling Barragán

En los albores del siglo XIX, con el portentoso y vertiginoso desarrollo de las ciencias naturales –en especial, la física, la química y la biología– surgió lo que en la historia de la filosofía se conoce como “positivismo”. El término no indica un estado de ánimo, sino una propuesta metodológica para las ciencias, incluyendo la filosofía. Su más temprano y célebre exponente fue el filósofo y matemático francés Augusto Comte (1798-1857), padre de la sociología moderna.

En su versión más radical –que no es la de Comte–, el positivismo propone que solo lo que es tangible, medible y cuantificable tiene existencia, sentido y valor. En su versión más moderada, lo que no se puede sentir, medir o contar podría tener alguna valía o significado, aunque carezca de realidad. En cualquier versión, sin embargo, la materia (eventos físicos, químicos y biológicos) es lo verdaderamente real. Las “cosas no materiales” (mentes, ideas, espíritus) –a excepción de la lógica y las matemáticas– son epifenómenos, es decir, existen como una sombra o proyección de otra cosa, que es la que realmente existe.

Curiosamente, Comte creó una nueva religión (que incluía una iglesia y un catecismo): la “religión de la humanidad”. En ella, el santoral católico fue reemplazado por héroes antiguos y próceres modernos, entre literatos y artistas. El dios de Comte –a quien llamó“el Gran Ser”– era la humanidad y la ciencia, tal como la entendió, constituía su palabra. Así, su filosofía terminó convirtiéndose en un bizarro culto moderno. En 1881 (Comte murió en 1857) un fiel seguidor de sus ideas fundó en Río de Janeiro la “Iglesia Positivista de Brasil”, que aún sobrevive, aunque en declive. El positivismo de Comte pervivió y mutó en otra modalidad, menos estrafalaria: el neopositivismo, también conocido como “positivismo lógico”.

El positivismo lógico tuvo su época dorada entre los años 20 y 30 del siglo XX. Su principal exponente fue el denominado Círculo de Viena y en él se congregaban científicos, en especial matemáticos y físicos. Creían en una “ciencia unificada” (que se constituyó en un proyecto científico internacional) y pensaban que, de alguna manera, la física-matemática podría explicarlo todo (o al menos, mucho mejor). En cierto modo, todo se reducía a la física. Según tal interpretación, la política y la psicología, por ejemplo, serían en el fondo reducibles a partículas atómicas y fuerzas electromagnéticas, aunque a casi toda la humanidad (que no sabe de física) le resulte imposible entender esto. Si bien menos estrambótico que ciertos resultados del positivismo comtiano, el reduccionismo del positivismo lógico comenzó a colapsar cuando se dieron cuenta de que uno de sus postulados de base, el “principio de verificación” (que proponía que todo enunciado científico debía ser verificable) no era verificable por la experiencia sensorial. En nuestros días, la mayoría de los filósofos de la ciencia desestiman esta forma de positivismo. Sin embargo, a pesar de sus reveses, el espíritu positivista nunca ha muerto y, al parecer, jamás morirá. Como alma inmortal de etnia oriental, sigue reencarnando, tomando nuevas formas. En la historia de la filosofía, su más reciente avatar se halla en ciertas interpretaciones de la neurociencia. Para quienes se suscriben a ellas, la libertad o voluntad humana no es nada más que reacciones químicas e impulsos eléctricos en nuestros neurotransmisores, siendo localizables y visibles por tomógrafos. La esencia del ser humano explicada por un escáner. Parece que cuánto más crece el conocimiento científico, más pequeño se hace aquello de lo cual surge ese conocimiento. Vaya paradoja la del positivismo.

https://www.prensa.com/opinion/paradoja-positivismo_0_4747025355.html

lunes, 17 de abril de 2017

Cuestiones para la filosofía política y la ciencia política

Franz Poveda

Los problemas de la Filosofía Política cambian a medida que cambia el Estado, la Sociedad Civil y el Gobierno, pero algunos elementos y argumentos han permanecido en ella desde la Época de los Griegos hasta la Contemporaneidad.  Entre estos problemas perennes se pueden destacar algunas que son de interés para la Ciencia Política desde una perspectiva Empírico-descriptiva.

Para mostrar que las preguntas decisivas provienen de la Filosofía Política, se han formulado las siguientes: ¿Por qué necesitamos en absoluto Estados o, en general, Autoridad Política? ¿Cuál es la mejor forma de gobierno?... Pero con el nacimiento de la Ciencia Política no faltó quién proclamara que estaba por finalizar la época de la Filosofía Política. Sin embargo, esta profecía es ingenua, pues el impacto de la Filosofía Política es permanente, y lo es hasta hoy, mucho mayor que el conocimiento científico de la Política y de lo Político. ¿Por qué? ¿No es paradójico que la Filosofía Política pese más en la praxis y la Ciencia Política menos?

PROBLEMÁTICA

Desde el comienzo de 1960 hasta el fin de los años 70 tuvo lugar en Alemania un debate que se hizo famoso bajo el título de Rehabilitierung der Praktischen Philosophie. El debate abrió un contraste entre dos tradiciones del pensamiento Político Occidental: tradición Continental que rehabilita el modelo Aristotélico y el modelo Kantiano, y la tradición Anglonorteamericana que rehabilita el modelo Analítico a través del cual nace la Ciencia Política como Ciencia Política Empírica y la Filosofía Analítica de la Política.

El poder político y las condiciones de la obligación política constituye el objeto tradicional de la Filosofía Política. Pero la Ciencia Política desde el método empírico la desplaza y supera al cuestionar sus adherencias ideológicas y normativas.

MODERNIDAD.  UN PROYECTO POLÍTICO INACABADO

Los Argumentos Fundamentales en la que confluyen y divergen dos Tradiciones del pensamiento político, son susceptibles de las Tesis siguientes:

Tesis N°1: La Filosofía Política es Filosofía Práctica Transcendental que hace una reflexión normativa sobre la práctica política y analiza los conceptos políticos. En cambio, la Ciencia Política es Filosofía Práctica Empírica que tras el diálogo con la Filosofía Política desde la modernidad, abre el dilema: ¿pueden los politólogos ser filósofos?

Tesis N°2: A la Filosofía Política le es inherente una crítica radical a los Sistemas Políticos Contemporáneos alzados sobre las bases ideológicas Fascismo, Nazismo, Comunismo, Dictaduras posibilitando que el problema se desplace de la cuestión: ¿Qué Política?, a la de ¿Qué democracia?  Es decir, busca una justificación racional y validez normativa-regulativa del Sistema Político y sus conceptos principales tales como Autoridad, Soberanía, Libertad, Igualdad, Estado, Propiedad, Sociedad, Ideología, Ley, Obligación Política, Poder Político, Ilustración, Utopía, Contrato Social, Justicia, Constitución, Estado de Derecho, Clase Política, Decisión que nunca pueden resolverse empíricamente, pero dan sentido a la situación histórico-social Concreta. Es decir, da respuesta a la pregunta: ¿Por qué he de obedecer al Estado? En cambio, el discurso de la Ciencia Política que sólo se configura en su especificidad y autonomía hasta Maquiavelo, momento a partir del cual la política se diferencia de la Ética y de la Religión, tras el Triunfo del Sistema Político Democrático, da primacía a la discusión de tareas concretas.  Es decir, busca una explicación de las cuestiones políticas en el plano de la validez fáctica pero no resuelve la pregunta filosófica: ¿Por qué he de obedecer al Estado?

Tesis N°3: La Filosofía Política discute el problema conceptual crucial del mundo occidental: ¿Por qué no hay consenso  sobre la estructura básica de la Sociedad que asegure los Derechos y Libertades de los Ciudadanos en cuanto personas libres e iguales y que remedie el desacuerdo actual sobre los Valores de Libertad e Igualdad?  La Ciencia Política, por su parte, discute los modelos democráticos alternativos tales como democracia económica o de mercado y la efectividad en el plano de la realidad político-social, de los modelos liberales, socialistas, Social Demócratas y Sistema Democrático Participativo.

Dicho de otra manera, si en la Filosofía Política se trata de descubrir la naturaleza de los problemas, en la nueva ciencia, la Ciencia Política more sociológico se trata más bien de explicar cómo funcionan las cosas en la realidad. Su objetivo es dar explicaciones por ejemplo, de cómo funciona el gobierno y no qué debe hacer el gobierno, que es tarea de la Filosofía Política.

OBJETO Y MÉTODO

La Filosofía Política configura Teorías Normativas, que tratan de cómo debería ser el mundo, promueven normas entendidas cómo Valores.  En cambio, la Ciencia Política configura Teorías Empíricas, tratan una explicación que se basa en los hechos, establecen relaciones causales, no para verificar, sino para lograr falsación empírica.

La Filosofía Política se centra en el análisis del lenguaje político y la Metodología y busca reconstituir una Teoría General del Poder, una Teoría General del Estado, el concepto Sistema Político y el concepto crucial de Estrategia de la Decisión.  Por su lado, la Ciencia Política, evoluciona desde hace un siglo, desde la tarea permanente de definición y problematización del objeto de análisis en busca de cientificidad.  Por eso adopta enfoques diversos y define áreas de Investigación cada vez más especializadas.  Resuelve problemas a través de decisiones y toma de Valores y da atención especial al ámbito social de las actividades de la administración pública del Estado Moderno.

La Filosofía Política canaliza el enfoque Holístico y se centra en categorías idealistas, marxistas, fenomenológicas y hermenéuticas.  La Ciencia Política, se centra, en cambio, en la aplicación de diversos enfoques con un interés en conclusiones Empíricas. Incluso propone un enfoque Mixto-Sintético, que combina argumentos y análisis Empíricos con propuestas Normativas, en función de la Justificación del Sistema Político.

LA POLITOLOGÍA EN EL ESPACIO PÚBLICO POLÍTICO PANAMEÑO

Pienso que conviene aprender de la historia de la Filosofía  Política y la Ciencia Política en Panamá, y a partir de ésta se puede identificar cuatro Tareas Fundamentales, a saber:
  • Desarrollar una Teoría de la Democracia como Sistema Político que asume el principio de asignación imperativa de Valores para la Sociedad Panameña.
  • Desarrollar una Teoría del Estado y del Derecho que integre el legado de la Filosofía Política moderna y los nuevos aportes de la Ciencia Política. Es decir, comprensión hermenéutica y análisis a posteriori o empírico.
  • Elevar a discusión pública los problemas de la Realidad Nacional de carácter Filosófico-políticos tales como la ideología, partidos políticos, el gobierno, Estado de Derecho, Teoría de la Justicia, Derechos Fundamentales
  • Formar Politólogos desde un enfoque holístico y empírico-crítico. 
Recomendaciones

La institucionalización ilustrada de la Filosofía Política y la Ciencia Política en la que discuten personalidades nacionales e internacionales. Zum Jürgen Habermas, Otfried Höffe.

Una infraestructura propia en la Zona del Canal

Énfasis en el Estudio de Textos, en la Investigación, Seminarios y Kolloquium.

Se trata de promover una lectura crítica del mundo con un interés cognitivo emancipatorio.

http://upinforma.com/nuevo/info.php?cat=opinion&id=201

miércoles, 12 de abril de 2017

¿Es inconstitucional la prohibición del matrimonio homosexual?

Francisco Díaz Montilla

Tras las demandas (advertencias) de inconstitucionalidad de algunas frases del Código de la Familia se ha abierto un apasionado debate, ya que de declararse tal, se abre el compás para el matrimonio homosexual. Pero, ¿es el derecho homosexual un derecho fundamental, de acuerdo a la Constitución panameña? Las reformas de 2004 le agregaron al Art. 17 un párrafo que, debido a su intrínseca vaguedad, parece implicarlo todo: “Los derechos y garantías que consagra esta Constitución, deben considerarse como mínimos y no excluyentes de otros que incidan sobre los derechos fundamentales y la dignidad de la persona”.

La interrogante planteada no debe tomarse a la ligera, pues las demandas apuntan al Art. 26 del Código de la Familia, que dice: “El matrimonio es la unión voluntariamente concertada entre un hombre y una mujer, con capacidad legal, que se unen para hacer y compartir una vida en común”. La restrictiva acepción constitucional no corresponde a los sentidos (posteriores) que registra el Diccionario de la lengua española, cuya segunda acepción indica que es la “unión de dos personas del mismo sexo, concertada mediante ciertos ritos o formalidades legales, para establecer y mantener una comunidad de vida e intereses”.

¿Es el Art. 26 del Código de la Familia consistente con el Art. 57 del texto constitucional? Este artículo se limita a señalar que el matrimonio es el “fundamento legal de la familia…”. No se infiere de él que los cónyuges tengan que ser de sexos opuestos. Así, pues, aunque el Art. 26 del Código de la Familia implica implícitamente una prohibición del matrimonio a personas del mismo sexo, la prohibición explícita se encuentra en el Art. 34 numeral 1 de dicha ley. ¿Cuál es su fundamento?

Las claves para dilucidar la cuestión las ofrece realmente el Art. 58 de la Constitución, que se refiere al reconocimiento legal de las uniones de hecho. Una precondición para ello es que los solicitantes sean de distinto sexo. Razonando a fortiori: si para el reconocimiento de las uniones de hecho es condición necesaria que los solicitantes sean de distinto sexo, con mayor razón habrán de ser de distinto sexo los cónyuges en el caso del matrimonio. Así, pues, los Art. 26 y 34 numeral 1 del Código de la Familia son consistentes con el subsistema normativo constituido por la unión de los artículos 57 y 58 de la Constitución. Por tanto, aquellos artículos no serían inconstitucionales. Se puede argumentar, sin embargo, que los artículos 26 y 34, numeral 1, son inconstitucionales pues vulneran derechos fundamentales (v.g., igualdad ante la ley, no discriminación), lo que –al tenor del Art. 17 de la Carta Magna– incide sobre la dignidad de las personas (homosexuales). Pero esto es incorrecto, ya que la fuente originaria de dichas vulneraciones sería, no el Código de la Familia, sino la propia Constitución que, paradójicamente, procura derechos y crea las condiciones para su vulneración. En síntesis, los artículos demandados no hacen sino expresar (y reflejar) lo estipulado e implicado en el (inconsistente) texto constitucional; por ello, la demanda de inconstitucionalidad presentada es improcedente. Quizás un cambio constitucional solucione este problema, pero es poco probable que esto ocurra.

http://www.prensa.com/opinion/inconstitucional-prohibicion-matrimonio-homosexual_0_4731276924.html

viernes, 7 de abril de 2017

El oficio de pensar

Michelle Montenegro

Son las 7:45 p.m. de un martes en que la selección de fútbol de Panamá disputa un partido de eliminatoria para el Mundial. Contrario a toda predicción, poco a poco el aula 301 de la escuela de filosofía de la universidad de Panamá se va llenando de estudiantes. Minutos más tarde, el curso de axiología del primer año de la carrera que dicta la profesora Ela Urriola tiene asistencia suficiente: diez de la veintena de alumnos matriculados. ¿Qué los motiva?

La entrevista grupal para conocer las razones que los llevaron a estudiar la carrera pronto se convierte en un ameno conversatorio acerca de la necesidad y la utilidad de la filosofía, como una herramienta de formación que no se agota. La mayoría ya ha estudiado una carrera: son administradores, docentes de educación media, abogados.

Tener herramientas para perfeccionar el aprendizaje de los alumnos a su cargo, comprender qué nos define como latinoamericanos; tener bases para enfrentar los problemas ambientales, son algunas de sus razones. Todos hablan con propiedad. “Los que estamos aquí lo hacemos porque amamos conocer”, afirma Israel Núñez, secretario general de la Asociación de Estudiantes de Filosofía, que es parte de la clase.

http://ellas.prensa.com/entre-nos/el-oficio-de-pensar

viernes, 17 de marzo de 2017

Una preocupación espiritual del joven Wittgenstein: al sentido de la vida podemos llamarlo Dios

Ruling Barragán

Nota del editor: el siguiente es un artículo que aparece en la Revista Brasileira de Filosofia da Religião. v. 3, n. 2 (2016). A continuación el resumen y al final enlace al texto completo.

Resumen

Entre sus especialistas, es bien conocido que el joven Wittgenstein, especialmente en sus Notebooks, Tractatus y Conferencia sobre ética, tuvo un particular interés en un grupo de temas que podrían ser categorizados como asuntos espirituales. En esos trabajos, Wittgenstein  reflexionó sobre la naturaleza de los valores, la ética, el significado de la palabra ‘Dios’ y el ‘sentido de la vida’, junto a otros enigmáticos pensamientos sobre lo ‘místico’.  En este ensayo, básicamente intento mostrar que la identificación que hace Wittgenstein entre el significado de Dios y el sentido de la vida es intelectualmente sostenible.  También intento demostrar que esta identificación no es solamente intelectualmente sostenible sino moralmente legítima.  Mientras trato de mostrar esto, exploro algunas presuposiciones del pensamiento de Wittgenstein sobre lo místico, la religión y la ética, así como algunas implicaciones que pueden ser inferidas de esos pensamientos.  Esta exploración podría arrojarnos algunas luces sobre la visión general de Wittgenstein sobre lo espiritual, lo cual podría ayudar a sus lectores a comprender por qué identifica a Dios con el sentido de la vida.

Palabras clave: Wittgenstein, Dios, sentido, mística, religión.

Texto completo

jueves, 16 de febrero de 2017

Rendición de cuentas sobre uno mismo

Roberto Arosemena Jaén

Escribir para no olvidar es lo propio de las historias mediocres. La gran historia humana implica las vivencias de personas que no se enfrentaron al dilema de escribir para sobrevivir. Es el caso de Abraham, Sócrates, Jesús, sobre quienes los testigos, descendientes y discípulos han escritos miles y miles de vivencias, enseñanzas y exageraciones, que cada generación humana, críticamente, examina, revisa y vuelve a interpretar.

Recordar es vivir, es lo propio de los espectadores que reinterpretan esas individualidades que han dado qué pensar y sobre las que se debate, incesantemente. El problema es diferenciar a los que han dado motivos para narrar y escribir sobre sus vidas ejemplares o sus vidas heroicas. Vidas heroicas –no interesa si han sido buenas o malas– como la de Alejandro Magno, Julio César, Saladino, Napoleón, Hitler y, posiblemente, Trump.

Las intenciones y la narrativa histórica son pasajeras y circunstanciales. El gran espectáculo histórico del universo humanizado son las vidas vividas que lograron institucionalizarse. Abraham, como el padre de la religiosidad, dejó de ser una vida desaparecida, porque sobre él se configuraron miles de historias, creencias y fidelidades.

Cosas o eventos similares pasaron con Sócrates y Jesús, en estos dos milenios de occidentalización. Sus personalidades se consolidaron como promotoras del juicio racional y epistémico-científico, como del juicio religioso, sometido a la crítica exegética y hermenéutica. En ambos casos no hay espacio ni tiempo para los fundamentalismos.

Las vidas, señaladas como heroicas –la de Donald Trump podría ser una prematura exageración– han sido malas tendencias que solo se pueden combatir cuando afirmamos los principios que sustentaron la vida de Sócrates y Jesús, y que humanizaron las radicalizaciones de los descendientes, según la carne, de Abraham.

La gran paradoja existencial es que el mundo de los principios requiere para sobrevivir de las vidas heroicas. Pragmática y utilitariamente, son los héroes reconocidos, políticamente, los que logran materializar las costumbres, normas e instituciones.

Esta es la famosa inquietud de la descendencia de Abraham. El pueblo escogido y la tierra prometida solo se logrará cuando aparezca un rey monarca, que levante el poder de la espada de Dios para instaurar sus mandatos. Frente a esta situación doctrinaria se levanta Jesús, como el terrible iconoclasta que destruye el mito del Estado imperial, por la creencia de que la universalización de la verdad y justicia solo es posible cuando los individuos, libremente, entiendan que Dios es padre de los buenos y los malos, y que la universalización de todo ser y persona humana se justificará con el apoyo racional de una filosofía como la socrática, evolucionada y criticada hasta nuestros días.

El mundo sigue su marcha. Las vidas particulares exigen un sentido y una intención de expansión y desarrollo. De allí, el imperativo de “rendición de cuentas sobre uno mismo”.

La opción simple –que no es tan simple ni básica– es vivir y seguir viviendo para escribir sobre sus memorias o crear las situaciones para que las generaciones actuales den testimonio de uno o escriban sobre la ejemplaridad de las vidas singulares o de las vidas heroicas.

Escribir sobre estos asuntos es una actividad compleja que se puede lograr haciéndose cargo de la realidad. Realidad que tiene que ser pensada, reflexionada, decidida y, sobre todo, realizada por nuestras acciones y las acciones de nuestros contemporáneos.

http://www.prensa.com/opinion/Rendicion-cuentas-mismo_0_4690780981.html