jueves, 14 de febrero de 2008

El dilema del poder

Roberto Arosemena Jaén

Antes era gobernar para alcanzar el bien común o para utilizar el poder administrativo en beneficio propio. Ahora es ser transparente, rendir cuentas o someterse a la revocatoria del mandato cuando lo decide el soberano. Esta afirmación en sede filosófica es válida en todos los contextos de gobiernos democráticos. El sistema parlamentario europeo como el sistema presidencialista norte y suramericano se fundamentan en la revocatoria del mandato. La revocatoria es expedita en Europa. Cada cuatro años se realiza en Estados Unidos y en la República Bolivariana a la mitad de cada período del presidente Chávez.

El dilema del poder democrático, hoy, consiste en saber mandar o irse para su casa y enfrentar el repudio ciudadano. En Panamá, la política no sigue la lógica democrática. En lugar de revocatoria hay una inercia ciudadana de cuatro décadas. La evolución del poder es lenta. Por ejemplo, la fuerza pública que se diseñó con Remón en 1941, se mantuvo con Vallarino en 1955 y se estremeció con Torrijos y Noriega en 1981 y 1989 respectivamente, sobrevive en el grupo torrijista de Martín y quién sabe qué males nos depare en 2009.

Todavía, ni los ciudadanos presidenciables ni los ciudadanos electores tienen una idea clara de lo que es el poder democrático y se dedican a la mala práctica demagógica, los presidenciables y sus partidos, y al juega vivo de la corrupción y el tráfico de influencia la ciudadanía de a pie. Cualquier encuesta sobre razones para votar a favor de un partido, no logra superar el juicio moral preconvencional del egocentrismo instrumental.

El problema panameño no es diagnosticar el uso y manejo del poder como haría cualquier estratega de campaña, el problema panameño es solucionar el dilema del poder democrático y obligar a los gobernantes a irse para su casa cuando gobiernan a favor de su partido o de los financistas de su campaña electoral. No tenemos ni el instrumental jurídico ni la cultura moral de integridad ni la ética del comportamiento justo para resolver el dilema del poder. Lo que tenemos es la pasión electoral, el entusiasmo reivindicativo y el sácate el clavo del engaño y de tu propia ingenuidad.

 Como se ve, Panamá tiene los aspectos negativos de la emancipación demagógica. Hay que construir los aspectos positivos del ejercicio del poder soberano. No es fácil pensar en la libertad para construir proyectos de salvación nacional. Es más fácil actuar con la libertad negativa de rechazar un mal sin reflexionar que puede ser mejor un mal conocido que un mal por conocer. En resumidas cuentas, seguimos en el entorno de la "política como la opción por el mal menor".

Vale la pena recordar que ese tipo de hacer política de la década de 1930 condujo electoralmente a los fundamentalismos democráticos de Alemania e Italia que desataron la guerra civil más mortífera del siglo XX. Esa manera de acción política, tipo siglo XX, no conviene a Panamá. Votar contra Endara y a favor del Toro en 1994, contra el Toro a favor de Mireya en 1999, contra Mireya a favor de Martín en 2004, no es la más recomendable. Es siempre elegir entre males, el mal menor. Panamá ya no tolera más ciudadanos que actúen por revancha ni por oportunismos. Hay que actuar por convicción y para estar convencido del gobierno y del presidente que necesita Panamá, hay que ponerse a examinar a los candidatos presidenciables. Esta posibilidad nos la ofrece el año 2008. Ver los toros desde la barrera. No interesa lo que diga ni lo que prometa uno u otro candidato. Interesa que le hagamos las preguntas necesarias. Por ejemplo, ¿está dispuesto a establecer peajes soberanos en el Canal y utilizar esas riquezas para mejorar el ingreso mínimo familiar, la educación preescolar de los niños entre dos y cinco años y la seguridad social universal para todos los panameños? El año 2008 es el tiempo de cuestionar al poder venidero que vamos a elegir.

http://impresa.prensa.com/opinion/dilema-poder_0_2224277807.html