sábado, 11 de abril de 2009

Alternativas fracasadas

Roberto Arosemena Jaén

El fracaso del PRD y del Panameñismo en las próximas elecciones significa el fin de la retórica del caudillismo ideológico incomprensible del torrijismo y del arnulfismo. Este proceso electoral está barriendo con los mitos del siglo XX que se tomaron la política criolla desde que el coronel Remón desafió al Dr. Arnulfo Arias. Para estos momentos, el liberalismo agónico del siglo XIX había sido enterrado con el Dr. Porras.

El torrijismo no va a desaparecer por la miopía de los financistas del PRD que apostaron por la ingeniera Herrera, ni por el aventurerismo de Juan Carlos Varela que supo neutralizar la voracidad del banquero Vallarino para ponerse al servicio del emergente fenómeno mediático, Ricardo Martinelli. La fantasía del torrijismo y el arnulfismo han sucumbido en manos del cambio “democrático” que vuelve a despertar las ilusiones de la cruzada civilista de hace 20 años.

El tiempo político en Panamá se detuvo, cuando se desconoció a Manuel Antonio Noriega y los estrategas del poder decidieron salvar el esquema octubrino. Estas elecciones son la crónica de la muerte anunciada del torrijismo y del arnulfismo que se resisten a morir en manos de la fuerza política que surgió la noche del 9 de junio de 1987 y que ahora, final y tardíamente encuentra a su jefe político. Los últimos seis meses de 2009 nos dirán si la nueva presidencia logrará enterrar definitivamente las fantasías ideológicas del siglo pasado o retrotraernos a la lucha PRD-Panameñismo de hace cinco lustros.

La política panameña está en crisis. En 1994, cuando levanté la consigna del “voto en blanco” como medio de rechazar las alternativas electorales y llamar la atención en la necesidad de una “constituyente soberana” nadie hizo caso. No se llegó ni al 3% de votos nulos, ya que en ese momento ni siquiera el Tribunal Electoral registraba la diferencia entre voto nulo y voto en blanco. En la actualidad, se enfrenta el voto a favor de los partidos y el voto indiferente o de rechazo a los tres candidatos a Presidente de la República. Esto significa –esperamos que se pueda verificar en las urnas– que el régimen derivado de la invasión de 1989 –en manos del torrijismo y de su leal oposición arnulfista– y ahora conducido por Martinelli desde la percepción mediática, haya perdido todo viso de credibilidad.

 Espero que los pensantes políticos no maten al mensajero y empiecen a concentrarse en posibles derivaciones del gobierno venidero. Dos mitos ideológicos: torrijismo-arnulfismo liquidados por la incapacidad de sus dirigentes y por el oportunismo de sus clientes partidistas; el liderazgo, independiente de Torrijos y Arnulfo, que debió darse en diciembre de 1989 y que está a punto de darse con Martinelli, en mayo de 2009, ocupan la atención de propios y extraños. Lo lamentable es apostar todos los huevos en la canasta de un improvisado próximo gobernante.

¿Puede Panamá resistir situaciones de inestabilidad provocadas desde arriba? Recuerdo que las asesorías internas e internacionales pueden producir excelentes documentos pero no acciones de buen gobierno. Tampoco es solución concentrarse en la organización de nuevos colectivos partidistas en base a convocatorias engañosas para reestructurar la sociedad panameña con una constituyente paralela nacida del antojo de un nuevo presidente. Hay que convencerse de que el poder mediático es un excelente instrumento para ganar elecciones y llenar de incertidumbre a una población, pero no es la receta del buen gobierno.

El gobierno de un Estado es un asunto muy serio como para dejarlo en manos de líderes mediáticos, partidos desprestigiados, elecciones sin reglas de juego ético y una mayoría electoral forzada a elegir entre propuestas partidistas cerradas y poco convincentes.

El problema es grave, porque la carrera del 3 de mayo ya empezó y no hay retroceso a nivel institucional. Hago un llamado a los magistrados del Tribunal Electoral para que respeten la ley y la Constitución. Ellos no están o no deben estar en el juego de poder. Su misión es salvaguardar la lógica de la esperanza, el sentido común y la moral de un electorado que no es otra que su posibilidad de elegir, pero también de rechazar, las propuestas presidenciales que los partidos políticos se han atrevido presentar.

El momento de hacer sentir la voluntad del soberano es el 3 de mayo. Los políticos deberán examinar dicha voluntad y decidirse por establecer un gobierno legítimo además de constitucional, antes de que la sociedad le exija rendición de cuentas.

http://impresa.prensa.com/opinion/Alternativas-fracasadas_0_2540746089.html