miércoles, 17 de noviembre de 2010

Verdad histórica

Roberto Arosemena Jaén

La historia son los hechos que sucedieron y que tienen significado en el presente que se vive y se proyectan al mañana. La filosofía de la historia se orienta más a criticar lo sucedido y a buscar un hilo conductor de lo que debe suceder con base a lo sucedido.

La historia, cada vez más, es una ciencia y en esa medida, la filosofía se podrá ajustar más a la realidad investigada. Una cosa es la historia y otra cosa la historia digna de ser contada, la narrativa histórica o la historia interpretada.

Una filosofía que hace filosofía desde una mentira histórica “indigna de ser narrada” tendrá que aceptar que sus conclusiones son producto de la imaginación, antes que del conocimiento de la realidad.

La crítica histórica ha concluido que las “filosofías de la historia” sin un esfuerzo hermenéutico son cuentos, fantasías y constructos ideológicos para encubrir la realidad, agudizar las crisis políticas que se enfrentan y ofrecer salidas caprichosas y autoritarias.

Un hecho tan lamentable como la Segunda Guerra Mundial se está interpretando como una patología propia de la ciudadanía liberal que se empezó a definir desde la lucha contra el despotismo laico o religioso. Atento, malas interpretaciones ocasionan catástrofes humanitarias.

En este caso se apunta a la “hipocrítica” de lo político y a la hipercrítica de lo moral. La solución natural era “ la moral al poder”. El poder sometido a la moral del gobernante. La solución fue sencilla pero totalmente fantasiosa. La soberanía del déspota pasaría a la soberanía del pueblo o de la nación, como sociedad política y culturalmente organizada.

 Y surgieron los totalitarismos del siglo XX y el Consejo de Seguridad de las potencias nucleares. La falacia era la del “buen salvaje”, “el malestar de la cultura” y la dialéctica entre poder, sexo y verdad. El realismo de la dictadura del buen revolucionario para construir la humanidad de los derechos humanos o la sociedad universal comunista era la mentira histórica de la acción humana basada en la moral, la cultura y la educación. Jesús había solucionado el problema con menos filosofía: “Al César lo que es del César” a la esperanza, al amor y a la verdad insobornable (Dios) lo que le pertenece”.

El problema de la historia y de una filosofía no ideologizada es terriblemente complejo. Hay que partir del hecho que han demostrado los sociólogos clásicos: el hombre se mueve por valores y por intereses. De allí la importancia de la ética o de los principios universales de la conducta humana, al menos a nivel procedimental de una democracia constitucional de derecho.

En el caso nuestro, Panamá tiene su historia y como tal tiene que ser investigada. Pero no como observador de lo que sucede como hacen los extranjeros, sino como participante de los que padecen los acontecimientos y los hechos históricos. Esta metodología de participante se da en un contexto de diálogo, comunicación y debate permanente. Panamá es un país histórico y con historia propia que ha venido estructurando desde hace siglos. Los pueblos originarios con más tiempo a sus espaldas son tan panameños como los generados desde ellos.

¿Qué diferencia hay entre un antecesor con más de 500 años y un antecesor de 1964 que tiene medio siglo de haberse comprometido con la constitución de una patria libre, soberana y sin bases militares y con los testigos mudos de la invasión de 1989? ¿Tiene el habitante del pasado más identidad nacional que el del presente y el del futuro? O la nación no es más bien un diálogo entre generaciones, entre contemporáneos, antecesores y sucesores. ¿Puede hacerse historia sin expectativas de futuro permaneciendo solo en la experiencia del pasado?

 La historia sucedida tiene que ser escrita y debatida para que la memoria y el recuerdo renueven el presente no como algo acabado sino como un conocimiento crítico de lo que es y pudo no haber sido y un proyecto o compromiso de lo que sucederá porque queremos que suceda o porque estamos destinados a sufrirlo.

La historia no es maestra, ni manipuladora del pasado ni del futuro, es solo un conocimiento verdadero que nos advierte de lo que vendrá sino nos decidimos a construir el futuro. No caigamos en el triunfalismo. La historia como conocimiento es solo una oportunidad para actuar ética y políticamente en el mes de la patria y en los meses venideros.

http://impresa.prensa.com/opinion/Verdad-historica_0_2979452184.html