sábado, 1 de diciembre de 2007

Autenticidad de la filosofía panameña

Winston C. Burgos

Hemos leído con entusiasmo la nueva obra del maestro Julio César Moreno Davis en la que describe con claridad meridiana lo que ha constituido el tránsito de la  filosofía en nuestro medio y cómo ha evolucionado desde sus inicios extranjerizantes hasta llegar a predios, por decirlo así, de la “panameñidad”.

El libro titulado Historia, espíritu y autenticidad de la filosofía en Panamá y panameña, se compone a su vez de dos ensayos: “Apuntamientos sobre filosofía en Panamá. Orto y proceso (1749 – 1968)” y “La búsqueda de la autenticidad de la filosofía panameña”.

https://drive.google.com/file/d/0B9BhKT04jIZ7b0MxOUhlWWhRUU0/view?usp=sharing

jueves, 15 de noviembre de 2007

La historia es también asunto de intereses

Francisco Díaz Montilla

La historia registra que cuando el general Mariano Montilla tuvo conocimiento de los hechos de la “independencia” de Panamá de España, el 28 de noviembre de 1821 sentenció: “no cabe duda de que Panamá es tierra de comerciantes, ha sabido evitar los horrores de la guerra proclamando en buena hora su independencia”.

Ciertamente, mientras el resto del continente libraba su independencia desde una década atrás en el campo de batalla, los istmeños permanecimos fieles a la corona española, y si finalmente actuamos como hicimos se debió a un cálculo de utilidades que –al menos para los sectores comerciantes– era sumamente prometedor. Entonces eran irrelevantes los ideales de Nación, independencia y soberanía. Lo determinante, por el contrario, era que la Gran Colombia de Bolívar, a la cual nos uníamos voluntariamente, garantizara el libre comercio por el Istmo.

81 años, 11 meses y 25 días más tarde, la historia sería similar. En esta ocasión no hubo pagos de salarios atrasados a soldados, aunque sí sobornos a importantes funcionarios del Gobierno de Colombia y a otros “patriotas”, algunos de ellos elevados a la categoría de próceres, y –sobre todo– la posibilidad de realizar magníficos negocios con la construcción del canal de Panamá por parte de Estados Unidos.

Lo demás es historia: un chino muerto y una mula heroica, un tratado que cedía a perpetuidad parte del territorio nacional y un artículo de la Carta Magna que legalizaba las intervenciones norteamericanas en el Istmo. En fin, un país mutilado que habría de iniciar un tortuoso proceso de autoafirmación que, en pleno siglo XXI, no termina de realizarse y que –según parece– ya no interesa.

Años después de la separación de Colombia, una de las mentes más preclaras que ha vivido en este país, Eusebio A. Morales, señalaba en uno de sus escritos que el problema principal de los panameños era la ausencia total de sentimiento patrio, y que entre los involucrados en los hechos secesionistas había quienes no creían en la empresa que estaban realizando, y que el móvil de las acciones de estas personas era más bien crematístico.

Pero los panameños sobredimensionamos los hechos y celebramos pomposamente con marchas, salomas, bandas musicales de poca monta y bailes que no vienen al caso, acontecimientos de los cuales no tenemos la más remota idea o que carecen de proyección nacional pero que súbitamente –debido a la extraordinaria fantasía de historiadores de cuentos de hadas (historiadores Alicia) o de retóricos gubernamentales– parecieran ser la manifestación del alma nacional que desborda todo condicionamiento temporal (incidente de la tajada de sandía, 10 de noviembre de 1821, 5 de noviembre de 1903, etc.).

No somos capaces de darnos la oportunidad de evaluar los acontecimientos y el actuar humano bajo la mirada de la crítica, ni de advertir que –después de todo– nada es sagrado en la historia, o mejor dicho: no somos capaces de advertir que no hay historia humana sagrada, y que la historia no puede entenderse sino a partir de los intereses que la hacen posible.

http://impresa.prensa.com/opinion/historia-asunto-intereses_0_2977952360.html

domingo, 23 de septiembre de 2007

Política y educación

Roberto Arosemena Jaén

En la década de los 20 en Panamá, la urbe capitalina era el centro de irradiación educativa. El que podía ser maestro se educaba en el Instituto, y el que quería tener un oficio se educaba en el Artes y Oficio. El interior no producía estos niveles de capacitación y competencia. Era un simple receptáculo de los maestros y técnicos profesionales que transferían conocimientos y habilidades por las escuelas, las incipientes empresas y las oficinas públicas de salud, cobros de impuesto y orden público. El Estado liberal enfrentaba así los retos de una sociedad que demandaba educación primaria para sus futuros ciudadanos y tareas de producción y de servicio a la altura del Artes y Oficio.

En la década nacionalista, 1930-1940, el Estado se consolida. La normal y la escuela técnica artesanal e industrial llegan a Santiago y Divisa. La ciudad de Panamá deja de monopolizar la incipiente especialización educativa y desde la Universidad de Panamá se va a atender la formación de los profesores de educación secundaria y de los estratos profesionales más complejos que aquellos oficios que se enseñaban en las escuelas técnicas y agrícolas. En los 40, 50 y 60 la educación de profesores, licenciados y profesionales liberales y afines se concentran en la Universidad de Panamá que ya se percibe –al menos entre sus intelectuales "progresistas"– como la conciencia crítica de la nación cuando en realidad también era la formadora de los profesionales que demandaba una sociedad cada vez más compleja y articulada a la división local e internacional del trabajo.

 En la década de los 70, la Universidad de Panamá se estanca. El elefantismo sigue produciendo los mismos profesionales de las décadas anteriores. El resultado inmediato es la desmembración de la Universidad: Universidad Tecnológica, Universidad Autónoma de Chiriquí y otros injertos menores que una vez obtenida una ley orgánica se transforman en Universidades Oficiales del Estado Panameño. Junto a esta desmembración disfuncional además de onerosa, a nivel presupuestario, crece el sector privado de universidades –sobre todo de los vecinos países iberoamericanos–. Los años de la incipiente Universidad Católica, son superados con creces con la llegada, incluso de franquicias universitarias, al territorio panameño. Esta situación casi caótica actualmente, a nivel de educación superior, sustenta la ley que crea el Sistema Nacional de Acreditación y Certificación responsable de garantizar la calidad de la educación superior, lo mismo que la ley del Inadeh que centraliza todos los procesos de capacitación profesional que desde inicio de la República de 1903 ya daba el Artes y Oficio. El 2006 es el año de la improvisación educativa revestida de estudio y tecnicismo, cuando en realidad es un salto hacia la mediocre privatización transfronteriza.

Como si fuera poco, la confusión de los actuales diseñadores de la política educativa, la propuesta de una Universidad o Instituto Pedagógico, vuelve –despiadada a reducir más a la golpeada Universidad de Panamá– creando una nueva universidad que ya existe en la misma Universidad de Panamá desde hace 72 años. El Estado actúa como si no se tuviese una institución responsable de formar docentes. En lugar de participar en la actualización y puesta al día de la Universidad, tiene una ocurrencia más que en los próximos meses y años va a dilapidar decenas de millones de dólares.

La Universidad de Panamá ya empezó con la timidez que la caracteriza en el plano académico, desde inicios del siglo XXI, una transformación curricular a paso de tortuga y que sus autoridades proyectan finalizar este año, a mediados del próximo o quizá dentro del plazo que concede la Ley del Sistema Nacional de Acreditación, en el 2011.

La educación panameña es un problema muy serio y en ella se va la oportunidad de toda una generación de jóvenes y las bases de un desarrollo humano, tanto más urgido de crear conocimientos, aplicar conocimientos y difundir conocimientos, destrezas, habilidades, para no mencionar las actitudes cívicas, ciudadanas y morales que requiere el mundo de hoy. Políticos emprendedores del futuro inmediato y ciudadanía interesada a empezar entender lo que es y lo que debe ser la educación panameña.

http://impresa.prensa.com/opinion/Politica-educacion_0_2116288555.html