jueves, 25 de octubre de 2012

Derecho a ser reelegido

Roberto Arosemena Jaén

El ciudadano tiene derecho a elegir a los gobernantes y a ser elegido para dichos cargos, pero además requiere que la Constitución o la ley lo faculte. Así, solo pueden ser elegidos como presidente de la República los que hayan cumplido 35 años. Es decir, el ciudadano con menor edad tiene el derecho humano a ser elegido, pero no está facultado para ello.

El caso de la reelección no se aplica al ciudadano en general, sino al individuo que ya haya sido elegido por estar facultado a serlo constitucionalmente.

De allí que la facultad para poder ser reelegido es materia propia de la Constitución. Si la Constitución prohíbe la reelección no se viola ningún derecho humano, si lo permite, sí violenta el derecho del ciudadano común y corriente, facultado por la Constitución, a ser elegido por primera vez, presidente de la República.

Es el clamor que cierto sector de la ciudadanía está levantando en contra de la reelección indefinida de los, hoy diputados, ayer legisladores. Claro que el diputado que se reelige tiene más ventajas que el que por primera vez ejerce su derecho humano a postularse.

Regresando a la reelección del actual ciudadano presidente es, o debería ser, un caso cerrado, dado su compromiso notariado de que no desea ni aspira a una reelección. No obstante, es un caso abierto, por razón de la insistente propaganda de “Martinelli presidente” y de “su excelente gestión de gobierno”. A esto se añade la posibilidad de que su partido lo postule y lo obligue a aceptar la reelección, porque “las obras” de su gobierno deben ser terminadas y concluidas.

 Ante una postulación de Cambio Democrático y Molirena, o ante la postulación inédita de los independientes por Martinelli –nada legal impide que sea postulado como independiente– la sociedad panameña se vería en una crisis política de impredecibles consecuencias. El hecho cumplido es la postulación para ser reelegido y este hecho será impugnado ante el Tribunal Electoral, en primera instancia, luego ante la Corte Suprema de Justicia y finalmente, ante los organismos internacionales. El resultado no sería el de la Corte Constitucional de la actual Colombia que le negó a Uribe la reelección por tercera vez, sino la de la autocrática –monárquica– Nicaragua que configuró el derecho humano de elegir y ser elegido en la facultad constitucional de la reelección indefinida.

Flaco favor se le haría a la comunidad nacional la opción de la postulación para la reelección del actual presidente que ya sus alabarderos quieren reducir a la condición de un ciudadano cualquiera. Yo, como ciudadano cualquiera, y ustedes, tenemos que hacernos respetar en base a la dignidad humana que nos atribuimos por ser ciudadanos y miembros de la familia humana. El Presidente de la República y los demás funcionarios, con mando y jurisdicción, cuentan con el poder del Estado para tomar las decisiones que le faculta la ley. Ni nada más ni nada menos. Acudir a los derechos humanos de segunda generación para llevarse y manipular las prerrogativas de los ciudadanos comunes y corrientes, además de ser un escándalo público y político, es degradar la condición humana y violar dolosamente el artículo 30 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos: Nada en esta declaración podrá interpretarse en el sentido de que confiere derecho alguno al Estado, a un grupo o a una persona (al Presidente por ejemplo), para emprender y desarrollar actividades o realizar actos tendientes a la supresión de cualquiera de los derechos y libertades proclamados en esta declaración.

No es admisible que se le atribuya el derecho humano a reelegirse, despojando al ciudadano común y facultado por la Constitución, a ser elegido, una vez, para presidente de la República.

http://impresa.prensa.com/opinion/Derecho-reelegido-Roberto-Arosemena-Jaen_0_3510399025.html

lunes, 15 de octubre de 2012

Escritos de Lógica y Filosofía

Francisco Díaz Montilla

Hace dieciocho años un reconocido político señalaba en plena campaña política que «este país no necesita filósofos.» En principio se podría pensar que la afirmación pretendía invalidar las aspiraciones presidenciales de Ricardo Arias Calderón, dirigente de la Democracia Cristiana y profesor de filosofía en la Universidad de Panamá y quien –en ese momento– se perfilaba como candidato a la presidencia por dicho partido.

Pero no, la afirmación tenía (tiene) connotaciones más profundas que las de mera consigna de campaña electoral. Es en el fondo la expresión del convencimiento de que el conocimiento teórico o especulativo no aporta nada para la solución de nuestros problemas y que, por ello, la práctica filosófica es no sólo innecesaria, sino que debe marginarse. La idea es que debemos atender a cuestiones prácticas que se traduzcan en beneficios tangibles mediatos o inmediatos. Por ello es preferible el estudio del comercio, la administración, las finanzas y –más recientemente–del turismo y de la informática.

Dieciocho años después, una funcionaria del Ministerio de Educación presentaba como razones para la reducción de las horas semanales del curso de ilosofía en los bachilleratos y para la eliminación del curso de lógica en los bachilleratos en ciencias y en tecnología, que la sociedad panameña «no demanda filósofos». Al fin de cuentas se trata de eso: de ser «prácticos»y de lo que la sociedad demanda, pese a que la ley educativa panameña contempla una serie de fines según los cuales la educación nacional debe tender a algo más, mucho más, que lo meramente práctico o utilitario, y pese al hecho de que las sociedades no siempre demandan lo que necesitan.

En escenarios como estos, la filosofía sale muy mal parada. Pues lo práctico y la demanda apuntan a la utilidad y resulta harto complicado hablar de la utilidad de la filosofía. Sólo tengamos presenta la definición del término «utilidad» según el diccionario de la Real Academia Española: «Cualidad de útil. Provecho, conveniencia, interés o fruto que se saca de algo». Bajo estos elementos, la filosofía no puede ser la estrella cuando de instrucción o formación técnica-vocacional se trata.

Pero la educación es mucho más que instrucción. Como nos dice Ignacio Sotelo (Educación y Democracia, 1996): «es un proceso ya formalizado que transmite en un primer nivel los conocimientos generales (leer, escribir, hablar con propiedad, así como los rudimentos de las ciencias) imprescindibles para desenvolverse en la sociedad y, en un segundo o tercer nivel, los conocimientos específicos para practicar un oficio o profesión. La instrucción concibe al individuo, desde su específica posición social, casi exclusivamente como sujeto laboral». En contraposición a la instrucción, la educación es más compleja, pues «persigue la realización de un tipo ideal de individuo, perfectamente definido. La educación comporta una dimensión normativa y necesita, por tanto, de una escala de valores. No cabe educar sin poseer previamente una visión, más o menos concreta, del modelo de ser humano como paradigma que hay que alcanzar. La educación así entendida presupone una antropología filosófica, una cosmovisión o unas creencias religiosas, que definan el tipo humano que se desea realizar. Aspirar a un determinado tipo de persona, que se define como ejemplar, es lo que diferencia a la educación - un proceso consciente, más o menos institucionalizado, de transmisión de ideales y pautas de conducta- de la socialización y la mera instrucción».

Los ensayos que a continuación presentamos han sido pensados desde la educación y no tanto desde la instrucción y persiguen básicamente mostrar que –contrariamente a la visión de las autoridades educativas– sí existe un espacio para la filosofía en la educación de nuestros estudiantes. Y no sólo eso, sino que bajo el supuesto de que ese espacio que ofrece la filosofía sea dejado en blanco, nada podrá llenarlo, porque no existe sustituto para la filosofía.

Enlace:
https://drive.google.com/file/d/0B9BhKT04jIZ7Y21TT0JHSHg3Wnc/edit?usp=sharing

Lista de ensayos
  1. Filosofía en la encrucijada
  2. ¿Filosofía para qué?
  3. Los jóvenes y la filosofía
  4. Tareas pendientes para la filosofía en Panamá
  5. ¡Más lógica, menos estupidez!
  6. Lenguaje y verdad
  7. Todo está sujeto a revisión
  8. ¿Debemos enseñar religión en la escuela?
  9. Filosofía para niños y la educación como derecho: atendiendo la diversidad en el aula
  10. Educación y re-creación
  11. No hay sustituto para la filosofía
  12. A manera de conclusión