lunes, 30 de abril de 2018

Panamá y la opinión de la discordia

Francisco Díaz Montilla

Una cosa son las expectativas subjetivas de las personas y otras muy distintas las obligaciones objetivas de los Estados. En materia de derechos humanos, por ejemplo, cada uno de nosotros -seamos expertos o legos- puede tener un sentido distinto de qué significan, su alcance, sus titulares y sus interpretaciones. Pero nada de eso es vinculante en casos reales, no son más que opiniones; y aunque las opiniones puedan basarse en la libertad y su respeto sea fundamental en un Estado democrático de derecho, para propósitos prácticos han de ceder a las vertidas por órganos competentes emanados de convenios internacionales soberanamente reconocidos por los países.

Panamá, por ejemplo, al ratificar la Convención Americana sobre Derechos Humanos se obligó a “respetar los derechos y libertades reconocidos en ella y a garantizar su libre y pleno ejercicio a toda persona que esté sujeta a su jurisdicción, sin discriminación alguna por motivos de raza, color, sexo, idioma, religión, opiniones políticas o de cualquier otra índole, origen nacional o social, posición económica, nacimiento o cualquier otra condición social” (artículo 1); y a “adoptar, con arreglo a sus procedimientos constitucionales y a las disposiciones de esta Convención, las medidas legislativas o de otro carácter que fueren necesarias para hacer efectivos tales derechos y libertades” (artículo 2).

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https://puntoaislado.blogspot.com/2018/04/panama-y-la-opinion-de-la-discordia.html

viernes, 27 de abril de 2018

Espacios para la literatura panameña

Lourdes García Armuelles

Ya hace más de diecisiete años que se aprobó la ley que declara el 25 de abril como el Día de la Escritora y el Escritor Panameños, un gran paso para reconocer la labor de los autores nacionales, algunos aglutinados en el Consejo Nacional de Escritoras y Escritores Panameños (Coneyep). Asimismo, el lunes pasado se conmemoró el Día del Libro. Sin duda, la que termina ha sido una semana especial para la literatura.

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http://laestrella.com.pa/estilo/cultura/espacios-para-literatura-panamena/24060374

martes, 17 de abril de 2018

Segunda República de Panamá

Miguel Ángel Montiel Guevara

Este artículo es una propuesta didáctica a nuestros colegas educadores, consistente en incorporar en la enseñanza de la historia nacional el concepto de Segunda República de Panamá.

Emular en ese sentido a Francia y España, que demarcan períodos históricos trascendentales, distinguiéndolos y separándolos por medio de varias repúblicas disímbolas. En el caso de Francia son cinco repúblicas de las que da cuenta su historia nacional. En el de España, dos. No es el caso ahondar aquí sobre ellas.

El concepto Segunda República de Panamá aparece por primera vez en mi libro Ricaurte Soler. La cuestión de Identidad Nacional y Latinoamérica.

Allí cito al maestro: “La formación nacional panameña alcanza un nuevo hito en 1903 al crearse la república mediatizada… la independencia, aún mediatizada, significó un avance”. Totalmente de acuerdo. Subrayo mediatizada. Lo que lleva a preguntar: ¿La república que nació el 3 de noviembre de 1903 es la misma de hoy? No, definitivamente no. Obligante es la siguiente pregunta: ¿Por qué? Por lo que todos conocemos: en 1903 la república (la primera) nació atrofiada, mediatizada como bien dice Ricaurte Soler; con un tumor llamado Zona del Canal que hubo que extirpar por medio de una larga lucha de casi 100 años que el general Omar Torrijos Herrera llamó alpinismo generacional.

El 31 de diciembre de 1999 Panamá recuperó su soberanía total, consigna por la que combatieron miles de panameños, estudiantes del Instituto Nacional, mi alma máter; del Artes y Oficios, del José Dolores Moscote, del Abel Bravo, de la FEP, del Partido del Pueblo, de la Universidad de Panamá, y que a mi generación tocó hacer realidad finalmente. Pido disculpas a los que no menciono. Este espacio no lo permite. Trabajo en un libro al respecto.

Aquel día 31 de diciembre de 1999 nació la Segunda República de Panamá; nueva, con un solo territorio bajo una sola bandera y plena jurisdicción sobre toda la geografía nacional.

Debe enseñarse así a nuestros jóvenes estudiantes de primaria, premedia y media, con el fin de consolidar y fortalecer la conciencia histórica nacional.

En ello radica la esencia de la propuesta didáctica que hacemos. Así sea.

La Prensa, 17 abr 2018

jueves, 12 de abril de 2018

Sentido y sinsentidos del mundo moderno

Ruling Barragán

Todo ser vivo tiene experiencias, mas no todos obtienen sentido de ellas. Obtener y dar sentido es una capacidad exclusiva de los seres humanos. Y entre todas las acepciones de la palabra “sentido” hay una de carácter eminente, que denota un orden, fin y realización para la vida humana y la naturaleza en su conjunto. En tal acepción, el “sentido” – una noción de hondo calado existencial y especulativo – se refiere al significado de la existencia y el mundo en su totalidad.

En la Antigüedad y el medioevo, hasta bien entrada la modernidad, la noción de sentido estuvo estrechamente vinculada a las grandes cosmovisiones religiosas y filosóficas de Oriente y Occidente. En ellas, el sentido radica en una realidad que es anterior y superior a lo humano. Dependiendo de la tradición y concepción religiosa o filosófica, tal realidad recibe uno u otro nombre: Brahman, Nirvana, Tao, Eheye Asher Eheye (“Seré el que seré”), Dios, el Uno, el Summum Bonum, lo Absoluto o el Ser.

Durante el transcurso del mundo moderno, su ciencia y tecnología, así como sus transformaciones político-económicas a la vez que socioculturales, aquella noción de sentido ya no fue la misma; terminó convirtiéndose en una ilusión, grandiosa y grandilocuente, en la cual ya no se podía creer, tal como pensó Nietzsche.

Se perdió entonces el sentido de lo sagrado. Lo que prima en la vida del hombre actual es lo profano, a saber, el ámbito de lo material, conflictivo y trivial. Así pues, la economía, la política y el entretenimiento, respectivamente, rigen y dirigen nuestra atención, ocupaciones y preocupaciones. Mammon y Moloch (el dinero y el capitalismo), así como Momo y Baco (la farsa y la diversión), son los dioses a quienes se les rinde culto a través de los medios de comunicación y el mercado. Y junto a ellos, una tecnociencia que solamente es neutral de jure, pero que de facto está determinada por intereses políticos y económicos.

El Sentido (en mayúscula) de antaño ha venido siendo desplazado por los sentidos (en minúscula). Lo que es meramente sensual, transitorio e intrascendente constituye lo único que tendemos a valorar. Esto afecta negativamente nuestra capacidad de relacionarnos éticamente con los otros; con la pareja, la familia, la comunidad, el Estado, la naturaleza y hasta con la propia cultura. Ya no hay por qué hacer grandes esfuerzos, compromiso o sacrificios. Al final del día, lo que determina nuestra relación con este mundo resulta de lo que le apetece y parece a nuestro mero ego...

El mundo, sin embargo, tal cual lo experimentamos, está también lleno de absurdos (léase, “sinsentidos”). La muerte y dolor, el horror y terror, la miseria y tragedia, se dan a cada instante, en cualquier punto del orbe, desde el principio de los tiempos. E incluso cuando tenemos experiencias por medio de las cuales obtenemos sentido (profundas experiencias de belleza, bondad, o justicia), siempre pueden abrumarnos los sinsentidos o absurdos que se dan en todas partes, en conflictos, crueldad, injusticia y perversidad de todo tipo.

No obstante, si en el “gran teatro del mundo” podemos identificar algo como un absurdo, ¿no es precisamente porque en nuestro ser reside algo que capta y genera sentido, por lo cual podemos reconocer lo absurdo o el sinsentido en cuanto tal? De otra manera, no podríamos reconocer el sinsentido o sentido de lo que sucede en el mundo.

Si el lector acepta el anterior razonamiento –simple y trunco, no lo niego– todo lo que tenemos es un pobre y obvio maniqueísmo; de que hay bien y mal, justicia e injusticia, crueldad y compasión, sentido y sinsentido, mas sin poder determinar, de una vez y para siempre, cuál entre ambos opuestos tendrá la última palabra al final de nuestra existencia individual y cósmica.

El ser humano queda insatisfecho y frustrado al no poder encontrar seguridad o certeza de que, al final de todo, el bien triunfa sobre el mal, la justicia sobre la injusticia, o el sentido sobre el sinsentido. Este es el precio que paga la humanidad cuando se prescinde de aquella noción de “Sentido” (con mayúscula), en esa acepción que hemos indicado al inicio de esta breve columna.

Dicho lo anterior, tiendo a pensar que la crisis espiritual del mundo moderno, en la que se prescinde de aquello que antes confería pleno sentido a la existencia, jamás podrá ser superada o resuelta con lo que hoy se nos presenta bajo los distinguidos nombres de “Progreso”, “Ciencia” o “Neoliberalismo”, entre otras modernas sustituciones.

La naturaleza humana no se satisface con estos sustitutos, que – aunque asombrosos y portentosos en sus logros – no colman su profundo anhelo de algo realmente absoluto e incondicional, que verdaderamente trascienda la precariedad y transitoriedad de las cosas.

Quizá el mundo moderno ha atrofiado nuestra capacidad de dar u obtener “Sentido” de nuestra experiencia de la vida.

La Prensa, 12 de abril 2018.

domingo, 1 de abril de 2018

De la resistencia cultural al proyecto político: Fundamentalismos contra el cambio social

Urania Atenea Ungo M.

¿Cómo cambia la sociedad? Vale decir que los cambios en las condiciones materiales de la vida son visibles y evidentes. La pregunta es cómo cambian las relaciones entre personas y los conceptos y valores que presiden dichas relaciones. La convivencia humana está siempre regulada, ¿son estas reglas las mismas hoy que cientos de años atrás?, ¿sabemos en virtud de qué y cómo cambian estas reglas?

Sabemos cómo cambian las reglas dictadas por el derecho, hay un espacio social normado, con una institucionalidad reconocida, con instrumentos y procedimientos para proponer, debatir y llegar a acuerdos. A cambio, poco se sabe de cómo cambia el otro gran conjunto de reglas sobre la vida social, –asumidas conscientemente o no-, la moral, el conjunto de valores asociados al bien y al mal y que rige nuestra vida en su cotidianeidad. ¿Cómo cambian esos valores y los conceptos sobre ellos y sus definiciones?, ¿Hay progreso moral en el sentido de avance como podemos ver en la ciencia o en la economía?

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http://laestrella.com.pa/panama/politica/resistencia-cultural-proyecto-politico-fundamentalismos-contra-cambio-social/24056172