martes, 29 de abril de 2014

La democracia estéril

Roberto Arosemena Jaén

No estoy escribiendo sobre la esterilidad democrática. Esto sería un argumento totalitario y militarista. Reflexiono sobre la estéril democracia panameña. Esa de tipo electoral que se implantó con la fuerza invasora el 20 de diciembre y que hoy nos ofrece cuatro candidatos partidistas y uno independiente de la partidocracia liberal y “amplia”, para usar la terminología de Genaro López.

¿Es la democracia electoral panameña estéril, en el sentido que no ofrece alternativas políticas? Se tiene que responder que sí. Por ejemplo, ¿cómo puede ser democrática una Constitución que define ciudadanía como el derecho a elegir y ser elegido, pero descarta la capacidad de revocar el mandato a esos que han elegido popularmente al mandatario de turno?

Si somos capaces de elegir presidente a cualquier ciudadano panameño, también debemos ser capaces de revocar su mandato. ¿Por qué negarnos este poder soberano y delegarlo en los diputados que se venden al gobierno de turno? ¿Hasta cuándo se permitirá la vigencia del artículo 160 de la Constitución Nacional, que permite “juzgar al presidente solo a la Asamblea Nacional, y el artículo 177 que autoriza al soberano solo a elegir al Presidente de la República por sufragio popular directo y por la mayoría de votos, condenándolo, además, a soportar a un presidente inepto, corrupto e irrespetuoso por cinco años.

Se dice que la impunidad es la madre de la corrupción en las democracias actuales y que la certeza del castigo es el mejor elemento de contención y disuasión. Se dice pero no se cree en lo que se dice.

En otro orden de ideas, ¿contribuye a la fecundidad o a la esterilidad de la democracia las intervenciones “salvadoras” del Gobierno y Embajada de Estados Unidos, como lo hizo Jonathan Farrar en su intempestiva visita al Tribunal Electoral (TE)?

Estas intervenciones se vienen dando de manera grosera, desde los gobiernos de Porras, Remón Cantera, Torrijos y los gobernantes pasajeros, de 1989 a 2014.

¿Cómo no aceptar la institucionalidad democrática del gobierno de Ricardo Martinelli, ante un TE que “es buen ejemplo de una institución independiente” (La Prensa, 23/04/14, pág. 1A) sin atreverse a mencionar la “probidad” del fiscal electoral?

Lo irresponsable de esta afirmación no es que la haga un aliado de la partidocracia panameña desde el Gobierno de Estados Unidos, sino que sectores de opinión nacional la secunden a sabiendas de que los pilares del TE están constituidos tanto por el fiscal electoral como por los magistrados electorales. ¿Cómo se atreve J. Farrar a tener “mucha confianza” en ese TE, que ya está permitiendo el fraude ante la omisión de las funciones de investigar y documentar los delitos electorales.

Es inútil que los magistrados del ente publiquen páginas enteras en los medios de comunicación para señalar que nadie elegido, popularmente, puede usar las obras del gobierno para campaña electoral, si no investiga la conducta del presidente Ricardo Martinelli. La ciudadanía no puede aceptar la política del avestruz ni la moral del impotente, que desconoce el fraude que ya se ha cometido en exceso por la arbitrariedad del gobierno actual. Señor embajador no juegue a ganador con el pueblo panameño.

Lo significativo es que vamos al 4 de mayo, como burro amarrado con tigre suelto. Pero eso sí, con el convencimiento que Panamá tiene derecho a una democracia fecunda y no estéril como la que nos legó la invasión del 20 de diciembre de 1989.

Cualquiera que sea el elegido para el quinquenio 2014-2019 tendrá que ser competente constitucionalmente, tendrá que rendir cuentas hasta que la ciudadanía logre de forma directa elegir y revocar al presidente de turno, para erradicar la impunidad de los corruptos y la certeza del castigo, que con mano dura se aplicará no a los niños sino a los presidentes que delincan.

Por una democracia fecunda, mi voto es por una constituyente soberana.
http://www.prensa.com/impreso/opinion/democracia-esteril-roberto-arosemena-jaen/316827

domingo, 27 de abril de 2014

Elecciones: programas, políticos y participación sin poder

Urania Atenea Ungo M.

Desde una cierta perspectiva, todo fenómeno que concite atención y estudio puede ser considerado un objeto poligonal —con muchos lados y ángulos—.

Ello significa que es posible verlo desde un conjunto de puntos y desde cada uno de ellos, abrir el foco, ampliar el ángulo y observar el todo. Es importante distinguir siempre desde dónde se hace la reflexión.

LOS PUNTOS DE PARTIDA

Así desde cierto punto y mirada somos un país afortunado: administra una ‘democracia’, tiene un gasto público social importante, se rige por leyes modernas y con políticas públicas dirigidas a la población más vulnerable, sin ejército que pueda alterar la voluntad y soberanía popular. Es de los más ‘globalizados’ de la región e incluso se dice en un Reporte Mundial de la Felicidad 2013 del Instituto de la Tierra de la Universidad de Columbia, USA, que somos el número 15 de los países más felices del mundo.

http://laestrella.com.pa/panama/politica/elecciones-programas-politicos-participacion-poder/23452861

viernes, 4 de abril de 2014

Gobierno 2014-2019

Roberto Arosemena Jaén

Las encuestas no mienten ni pronostican el resultado de las elecciones. Solo indican, cuando son fiables y válidas, la forma en que el votante anticipa que votará. Precisamente, el motivo que aduce el Tribunal Electoral para prohibir encuestas días antes de las elecciones es la carga de publicidad engañosa que contienen y que afecta al grupo de adictos al poder mediático. El caso reciente de Costa Rica subraya el distanciamiento entre lo que se dice en la encuesta y lo que se hace el día del sufragio.

Nadie puede afirmar, por más “juega vivo” que sea, que el panameño se vende, se negocia, se corrompe o se hipoteca con un jamón, una promesa o una ilusión de más plata en el bolsillo. Ante esa duda, el politiquero afirma que “elige quien escruta”. Es decir, la elección del próximo presidente de la República al final dependerá del Tribunal Electoral y del poder constituido.

¿Quién fue elegido en las elecciones de 1984? Por supuesto, el candidato del Partido Revolucionario Democrático (PRD), Nicolás Ardito Barletta. ¿Quién fue elegido en 1989? Ninguno, porque no convenía a los intereses del partido dominante.

La polarización, según las encuestas, se da entre el candidato del partido Cambio Democrático (CD) y el del PRD. La opinión pública de un sector dominante mediático establece que CD es una amenaza a la democracia y que el PRD lo derrotará en las urnas. Cambio Democrático, en cinco años, ha suscitado el temor que le costó al PRD cerca de 10 años, al transformarse desde 1980 en el trapo sucio de los cuarteles. Bajo esta hipótesis Ricardo Martinelli tiene la facultad de hacer lo que hizo el PRD y Manuel A. Noriega en 1984 y en 1989.

Si Martinelli y el CD no están en capacidad de hacer fraude o eliminar las elecciones, como sucedió en la década de 1980, la consigna “todos a votar por quien puede derrotar a Martinelli” es solo parte de una propaganda política más.

De cualquier modo, la sociedad panameña tiene que elegir la mejor propuesta y si ninguna es creíble, rechazarla en las urnas con el voto en blanco. Nos referimos al voto presidencial, por supuesto. Las consideraciones sobre diputados es otra. El bipartidismo tránsfuga en esta ocasión y el voto selectivo benefician a los independientes.

De todos modos, la ciudadanía tiene que enfrentarse no solo a la transparencia e inmediatez del escrutinio sino estar preparada para la resistencia democrática a cualquier intento de fraude. Luego, se tendrá que ejercer vigilancia continua y permanente para que cualquiera que sea el próximo Presidente se someta a la Constitución.

Inmediatamente, constituida la Asamblea, la ciudadanía tendrá que movilizarse para que no se repita el crimen político de los gobiernos postinvasión de comprar y dominar al poder legislativo mediante la autocracia presidencial. El adefesio de Asamblea Nacional ha permitido que un minúsculo partido, Cambio Democrático, que en 2004 era una ridícula ambición, después de 10 años es un peligro por su identificación con la partidocracia liberal.

¡Hasta cuándo la revocatoria del mandato presidencial va a estar en la Asamblea Nacional y no en la ciudadanía!

El próximo gobierno, dada la correlación aparente del electorado, tendrá que ser controlado por la nueva democracia participativa, ante la tremenda debilidad y desprestigio del actual esquema democrático representativo.

Esta democracia participativa debe levantar el compromiso del voto ciudadano en favor de la mejor alternativa, sin excluir el rechazo a la partidocracia y a la búsqueda de una constituyente que reconoce lo inviable de la representación partidista en el próximo quinquenio.

http://www.prensa.com/impreso/opinion/gobierno-2014-2019-roberto-arosemena-jaen/303185

miércoles, 2 de abril de 2014

Culpa y racionalización

Pedro Luis Prados S.

Asumir la responsabilidad de sus actos es una de las experiencias morales más difíciles para el ser humano, porque todo acto libremente elegido remite a la responsabilidad por la comisión del mismo y revela nuestro carácter frente a los demás. Son la sumatoria de lo que somos y lo que seremos, y como dijera André Malraux: “Un hombre es lo que sus actos han hecho de él”. Si dichos actos corresponden a preceptos morales y convicciones fundadas, hablan de la personalidad y bonhomía de sus actores; si por el contrario se orientan a mezquinos intereses, al cohecho y a la corrupción son reveladores de la distorsión y carencia de autoestima de sus gestores. Son, en definitiva, el estandarte con que anunciamos ante los otros la intimidad de nuestra conciencia. No podemos desprendernos de ellos y se adhieren, como una corteza, que dice lo que somos ante la mirada de los demás.

La responsabilidad por la libre escogencia del acto conlleva a la culpa cuando entran en conflicto los fundamentos valorativos con la finalidad del acto. Al descarnar al acto de sus motivaciones y exponerlo como una decisión intransferible, la culpa toma posesión de la conciencia y corroe los cimientos de la moralidad personal. Así, desamparado y culpable el hombre se debate entre el peso de sus acciones y la necesidad de aceptación de los demás, por eso busca la expiación de la culpa de múltiples maneras, desde la penitencia religiosa hasta el encubrimiento de la falta. La confesión, la penitencia, al igual que la racionalización, son vías utilizadas para descargar la culpa y aligerar su peso, con la diferencia de que en la expiación religiosa se presume una auténtica compensación por vías de la fe, mientras que en la racionalización se articula un encubrimiento por camino de la justificación.

Fue Ernest Jones, discípulo de Freud, quien tipificó esta conducta y logró la descripción psicoanalítica de su evolución, diferenciándola de la mentira como forma de coludir una acción. A diferencia de la mentira, articulada para engañar a los demás por interés o necesidad, y de la cual su emisor tiene pleno conocimiento de la falsedad de sus presupuestos, la racionalización está sujeta a un discurso lógico elaborado para convencer a los demás de los motivos de la acción o para trasladar la responsabilidad a otros. De esta manera la racionalización se convierte en una justificación organizada intelectualmente para convencer a los demás partiendo del convencimiento personal del argumento. Se miente a sí mismo para mentir a los demás, con el resultado de la interiorización y asimilación de la “veracidad” del discurso. Se precipita en lo que Jean Paul Sartre denomina “mala fe” como existencia inauténtica.

El mayor riesgo de la racionalización es la posibilidad de desembocar en el delirio, con el cual se revelan rasgos esquizoides en el sujeto empeñado en convencer a los demás de sus argumentos. Posesionado de su verdad reitera, desdobla y añade nuevos elementos a su elaboración lógica provocando tal acumulación discursiva que dificulta su credibilidad, lo que conduce a actitudes histéricas y muchas veces a la pérdida de realidad. Entre más se empeña en convencer a los demás, menos credibilidad logra en su cometido, llevando su representación a manifestaciones histriónicas y al ridículo.

Por ser una conducta extendida entre los panameños, consecuencia de su precario nivel cultural y la inconsistencia de su patrones éticos, la mentira tiene carta de naturaleza y se practica como una forma de convivencia. En muchas ocasiones ni siquiera la confrontamos y nos basta una sonrisa irónica o un movimiento de cabeza para expresar nuestra incredulidad. Sin embargo, la racionalización ha sido asumida como una conducta inherente al ejercicio político, con la cual no solo se quiere exculpar la responsabilidad de los actos, sino convencer a los demás de la bondad de los mismos, haciendo uso de los más variados recursos mediáticos.

Como una enfermedad en plena evolución vemos políticos abanicarse con fajos de billetes argumentando que ese dinero era para obras de su comunidad; diputados tránsfugas explicando que su salto se debe a que el partido escogido refleja sus ideales de juventud; funcionarios judiciales desgañitarse explicando que el cierre de un expediente impide cualquiera reconsideración moral sobre lo actuado; dignatarios con el rostro enrojecido y los ojos entrecerrados ante las cámaras de televisión denunciando la calumnia de sus adversarios ante la falta de transparencia de sus actuaciones.

En fin, ante la cotidianeidad de la mentira y la abrumadora persistencia de la racionalización, es mejor que los panameños aprendamos a tolerar la primera porque en su espontaneidad y convivencia popular podemos descubrirla, ironizarla y divertirnos. Sin embargo, debemos ser muy cuidadosos con la racionalización, pues su extensión puede llevarnos al delirio colectivo.

http://www.prensa.com/impreso/opinion/culpa-y-racionalizacion-pedro-luis-prados-s/302015