viernes, 12 de noviembre de 2004

El dueño del poder

Roberto Arosemena Jaén

Dar educación política a una sociedad es un problema de voluntad, de recursos y de tecnología pedagógica. Si no que le pregunten al Rector de la Universidad y al Ministro de Educación que apenas logran dar educación básica, media, técnica y profesional a los panameños. La educación cívica, política y moral –por lo demás la más fundamental para un ciudadano– se desconoce tanto en el sistema formal como en el sistema informal de los medios de comunicación.

El ciudadano es un ser humano capacitado políticamente, pero antes de poder ser ciudadano requiere ser un "ente económico", es decir un productor de dinero en un mercado de trabajo abierto. Si el individuo no es un ente económico, es un dependiente o un cliente político –lo más parecido a un empleado público o a un empleado outsourcing de una empresa pública moderna o de una empresa privada familiar–. No se puede ser ciudadano si no se tiene independencia laboral y económica.

Nuestro Panamá, cinco veces centenario, no logra ni siquiera darle estatus de ciudadanía a un magistrado de la Corte Suprema de Justicia, menos aún a un simple funcionario. La magistratura se logra con el favor del poder ejecutivo y la permisividad de la Asamblea, y se mantiene con el favor del Ejecutivo de turno. En nuestra ilusión estatal, fuimos forjando la idea de que si la Constitución lo establece, se respeta, pero la práctica política enseña que si el poder ejecutivo lo quiere y la Asamblea lo consiente, los asuntos constitucionales están sujetos a los actos de poder y aquellos cambian según la arbitrariedad de los gobernantes.

 El problema no está en los gobiernos ni en los gobernantes ni en la jefatura de los partidos políticos, el problema está en cada uno de nosotros como ciudadanos sin poder, sin educación política, sin independencia económica, y lo más determinante, sin voluntad de controlar a los gobernantes de turno. De qué sirve la rendición de cuentas sobre los 23 millones de Mireya Moscoso y los de Ernesto Pérez Balladares, si ellos no responden por los 25 mil millones que se gastaron durante sus períodos y sobre la productividad y rendimiento de los 150 mil empleados públicos que tuvieron bajo su mando. No nos confundamos ni seamos ingenuos sobre la rendición de cuentas de los gobernantes. Nada se obtiene con el voto castigo. Empecemos a exigir cuenta sobre el uso y gasto de las partidas presupuestadas y reguladas por la ley, y eliminemos la viveza de las partidas discrecionales.

La Constitución y la ley son simples patrañas cuando la ciudadanía no es el poder que sostiene la Constitución, hace la ley y juzga su cumplimiento y su aplicación. Se podría decir que nuestra sociedad políticamente organizada es una patraña que tiene Constitución como la tiene Irak actualmente, mientras que los gobernantes no respondan por el último céntimo que se gastaron de los fondos públicos.

El problema de países como Panamá es la pérdida de la ciudadanía. Se supone que se tuvo y que en un momento se perdió. La pérdida tuvo que ser programada, como tiene que ser programada su adquisición y su recuperación. En principio, la ciudadanía se obtiene cuando desaparece el dueño del poder y la comunidad se hace la única titular de su destino político.

 Al respecto hay dos teorías que sostienen el poder ciudadano. En Estados Unidos se acaban de manifestar: la teoría liberal y la teoría republicana. Los liberales establecen que hay un poder universal, basado en principios, que está por encima de la sociedad y los gobernantes. Los republicanos, por su parte, establecen que el máximo poder es la soberanía popular que se ejerce por voluntad de las mayorías nacionales. El liberal parte de los derechos humanos y requiere la discusión, el argumento, las decisiones racionales de cada grupo, incluso de las minorías; el republicano, por el contrario, tiene al pueblo, la consulta popular, las elecciones libres e igualitarias. Lo que decida el pueblo mayoritariamente, es la voluntad de Dios y la voluntad del Estado Nacional. Allí está el católico liberal de Kerry y el evangélico republicano de Bush. El problema filosófico de ambos es el relativismo moral casi escéptico del racionalista de Kerry y el absolutismo moral del voluntarista de Bush.

Frente al republicano y al liberal está una masa de ciudadanos individualistas que votan liberal por asuntos de empleo y economía, y votan republicano por asuntos de moral sexual y etnocentrismo imperial. Lo sorprendente es la agenda estatal de liberales y republicanos, y la agenda individualista del votante de ambos partidos.

Por desgracia, en Panamá solo rige la teoría política de juega vivo y aguántate la mecha. En términos académicos sería la teoría del empirismo liberal y del individualismo político posesorio. Se confunde poder político con poder administrativo y poder del dinero. Somos una sociedad marginal y periférica de ese mundo abatido por una tradición de guerras religiosas no resueltas y que ahora cobran fuerza ante la incapacidad del liberalismo y del republicanismo de darle respuesta a las nuevas realidades globalizadas que enfrenta la sociedad estadounidense.

http://impresa.prensa.com/opinion/dueno-poder_0_1332616816.html