viernes, 12 de septiembre de 2008

Criminología constitucional

Roberto Arosemena Jaén

Antes de entrar a la Constitución como ley de leyes, vale la pena reconstruir el concepto de criminología o el estudio del iter criminis. Las razones para actuar y vivir como delincuente es lo que estudia la criminología, sea para prevenir, sea para corregir, sea para retribuir, sea para defender a la sociedad. Los fines del delincuente o del criminal es lo que estudia la criminología teleológica. Las causas que conducen al humano a delinquir es el objeto de la criminología. Ciencia contraria a la ética que estudia las razones que conducen al individuo a actuar y a vivir bien.

Premiar las conductas éticas y castigar las criminológicas es lo propio del aparato jurídico de un Estado que se constituye a partir de la Ley Fundamental –la Constitución Política de un Estado–. Establecer que cualquier delincuente –doloso y confeso–, descubierto, juzgado y castigado con prisión por menos de cinco años por los jueces de Panamá, pueden ser presidente de la República, diputado, alcalde y representante de corregimiento es una disposición para premiar el crimen y repudiar esas conductas éticas e íntegras que pocos políticos, empresarios y dirigentes gremiales pueden ostentar.

Leo y releo los artículos 153, numeral 4; 180, 196, 226, numeral 3 y concluyo: la “delincuencia al poder” en el Ejecutivo, Legislativo y gobiernos municipales. Por fortuna existe el artículo 205 que tiene un contenido ético y no criminológico como los citados anteriormente.

El lector ingenuo, que seríamos todos, aceptamos esos artículos que establecen prerrogativas para todos los y las delincuentes que han pagado por sus delitos menos de cinco años de cárcel. No nos referimos a esas tonterías de indultos, inmunidades parlamentarias, amnistías, juega vivo, tráfico de influencia judicial; nos estamos refiriendo a esa ley de leyes que es la Constitución torrijista, reformada en 2004 por voluntad de Mireya Moscoso y Martín Torrijos.

 Precisamente, es esta criminología constitucional –que reivindica socialmente hasta las más altas magistraturas de la nación a los condenados dolosamente, a los delincuentes por mala fe e irrespeto deliberado de la normativa penal panameña– la que tira al basurero de la política electoral, a toda la gente íntegra y decente que sí cree, que la justicia y la verdad es la mejor credencial para acceder al mando de la Nación panameña.

Siento que el valor ético y moral que debe sustentar la acción política de los panameños ha sido sustituido por “no importa cometer crímenes y delitos si logras que te condenen por menos de cinco años”.

Es lo que se conoce como funcionalismo y utilitarismo en las ciencias políticas. La filosofía le podría denominar, simplemente, teleología criminológica.

http://impresa.prensa.com/opinion/Criminologia-constitucional_0_2382512063.html

miércoles, 2 de julio de 2008

Los gritos del silencio

Pedro Luis Prados S.

El silencio es soledad y misterio, como lo evocan las metáforas literarias; pero el silencio es en realidad temor oculto, indiferencia o complicidad. Es una forma de atar las palabras para no decir lo que debemos o de ocultar el destello de un pensamiento o, lo que es peor, el miedo convertido en conducta colectiva Como mal incubado en la sociedad, se ha instalado como un comportamiento asumido cada vez que una crisis amenaza nuestra forma de vida o ante decisiones más allá de nuestra conveniencia.

Es una enfermedad que destruye la moral de los pueblos y se extiende en todos los estratos sociales, inclusive en aquellos llamados a sentar las bases de la reflexión crítica como nuestra universidad nacional.

En una pesadilla surrealista despertamos atrapados en congestionamientos de tránsito, gases lacrimógenos, humareda de llantas, pedreas interminables; mientras cientos de conductores sufren el recalentamiento de sus vehículos y hombres y mujeres marchan a pie a sus trabajos o casas ante la imposibilidad de ejercer la libertad de movimiento.

Argumentando disímiles motivos como el alza del combustible o de la electricidad; el costo de la vida; el aumento del pasaje o un acuerdo del consejo general un grupo minúsculo de jóvenes se toman la vía pública como ejercicio mañanero para descargar su adrenalina o mantener su vigencia política. Pero lo más patético no son las formas de protesta ni la inconsistencia de los motivos –cuya diversidad revela una dudosa legitimidad política–, sino el daño hecho a sus propios compañeros que en desbandada –como la foto de la niña vietnamita que desnuda y con un grito ahogado corre aterrorizada por el napalm– huyen espantados de una situación de la que no son arte ni parte.

No entendemos cómo una veintena de sujetos logra que 40 mil estudiantes suspendan sus estudios y se paralice una ciudad por el solo hecho de disentir de las opiniones de los demás. Nos preguntamos si esos estudiantes que ejercen su derecho al voto cada año para escoger la dirigencia estudiantil lo hacen con el propósito de que se les impida el derecho al estudio y a una profesión digna. Es injusto que miles de panameños y panameñas que trabajan arduamente para enviar a sus hijos en busca de una educación vean frustrados sus esfuerzos por los cierres periódicos de la institución.

Y qué decir de los miles de estudiantes que trabajan, desde las tareas domésticas hasta las inclementes labores de la construcción, y que en un esfuerzo superior a sus fuerzas acuden a clases nocturnas y se encuentran que ese sacrificio no tiene ningún sentido Ese es otro sacrificio no mensurable –que solo se mide en las privaciones de muchos hogares; los desvelos de padres e hijos; en el madrugar antes del despunte del sol, trabajar todo el día para luego, con el cansancio a cuestas, acudir a clases en busca de un futuro mejor– el que debe ser ponderado por esos jóvenes guerreros antes de embozarse el rostro y levantar una barricada.

Esos miles de estudiantes que escapan sofocados por los gases lacrimógenos y sobre los que se cierne la pérdida del año académico son la mayoría silenciosa víctima en todas las sociedades de las más variadas formas de las tiranías, pero son también los verdaderos actores de las transformaciones sociales. Son ellos, los que tienen ese poderoso instrumento que les ha dado la democracia a las mayorías para que determinen la legitimidad de quienes los representan.

Esos futuros ciudadanos que se desempeñarán en un país en donde la creciente competencia y calificación profesional definen las opciones laborales, son quienes deben determinar la calidad y derecho de continuidad de la educación que reciben.

Esa mayoría no ha sido más que espectadora de las acciones de quienes se han abrogado el derecho de dirigir su vida presente y futura, de negociar a su nombre prebendas, concesiones y subsidios. Como niños temerosos contemplan eternizados dirigentes pasearse sigilosos por los pasillos impartiendo consignas y manipulando año tras año los movimientos estudiantiles para luego, con título o sin él, insertarse en un cargo público o de elección en los partidos oligárquicos que tanto criticaron. Esa mayoría silenciosa tiene la palabra.

Esas bocas cerradas tienen la obligación de abrirse para decir: ¡Basta! Esos andares apresurados en busca de los portones de salida tienen el compromiso de volver sobre sus pasos en procura de nuevas formas de organización que legitimen sus luchas y aspiraciones, y mantener en alto los ideales del estudiantado y los compromisos con el país.

Una sociedad dominada por la técnica y la universalidad del conocimiento demanda de agrupaciones políticas con formas inéditas de organización, criterios nuevos de validación de sus actuaciones e innovadores procedimientos de lucha. La globalización económica no se asusta con máscaras ni se derrumba con piedras, sino con opciones científicas y el conocimiento que brinda la investigación y el quehacer cultural.

Las preocupaciones por la realidad social no se disipan destruyendo las instituciones que avalan e identifican la nación, sino con la preservación de lo valioso que hay en ellas y el desarrollo de modelos confiables y progresistas. Construir nuevas formas de identidad que unifiquen a los panameños en un proyecto nacional viable, luego de superados los paradigmas del siglo pasado, no es un trabajo de uno, es un compromiso de todos. Es un esfuerzo que requiere la autoestima, la tolerancia y el diálogo inteligente como garantías de la convivencia y libertad de expresión que solo la universidad puede proporcionar. Por eso el primer deber de todo universitario es salvar su universidad, en ello va la salvación de su propio futuro.

http://impresa.prensa.com/opinion/gritos-silencio_0_2328517805.htmlEl silencio es soledad y misterio, como lo evocan las metáforas literarias; pero el silencio es en realidad temor oculto, indiferencia o complicidad. Es una forma de atar las palabras para no decir lo que debemos o de ocultar el destello de un pensamiento o, lo que es peor, el miedo convertido en conducta colectiva Como mal incubado en la sociedad, se ha instalado como un comportamiento asumido cada vez que una crisis amenaza nuestra forma de vida o ante decisiones más allá de nuestra conveniencia.

Es una enfermedad que destruye la moral de los pueblos y se extiende en todos los estratos sociales, inclusive en aquellos llamados a sentar las bases de la reflexión crítica como nuestra universidad nacional.

En una pesadilla surrealista despertamos atrapados en congestionamientos de tránsito, gases lacrimógenos, humareda de llantas, pedreas interminables; mientras cientos de conductores sufren el recalentamiento de sus vehículos y hombres y mujeres marchan a pie a sus trabajos o casas ante la imposibilidad de ejercer la libertad de movimiento.

Argumentando disímiles motivos como el alza del combustible o de la electricidad; el costo de la vida; el aumento del pasaje o un acuerdo del consejo general un grupo minúsculo de jóvenes se toman la vía pública como ejercicio mañanero para descargar su adrenalina o mantener su vigencia política. Pero lo más patético no son las formas de protesta ni la inconsistencia de los motivos –cuya diversidad revela una dudosa legitimidad política–, sino el daño hecho a sus propios compañeros que en desbandada –como la foto de la niña vietnamita que desnuda y con un grito ahogado corre aterrorizada por el napalm– huyen espantados de una situación de la que no son arte ni parte.

No entendemos cómo una veintena de sujetos logra que 40 mil estudiantes suspendan sus estudios y se paralice una ciudad por el solo hecho de disentir de las opiniones de los demás. Nos preguntamos si esos estudiantes que ejercen su derecho al voto cada año para escoger la dirigencia estudiantil lo hacen con el propósito de que se les impida el derecho al estudio y a una profesión digna. Es injusto que miles de panameños y panameñas que trabajan arduamente para enviar a sus hijos en busca de una educación vean frustrados sus esfuerzos por los cierres periódicos de la institución.

Y qué decir de los miles de estudiantes que trabajan, desde las tareas domésticas hasta las inclementes labores de la construcción, y que en un esfuerzo superior a sus fuerzas acuden a clases nocturnas y se encuentran que ese sacrificio no tiene ningún sentido Ese es otro sacrificio no mensurable –que solo se mide en las privaciones de muchos hogares; los desvelos de padres e hijos; en el madrugar antes del despunte del sol, trabajar todo el día para luego, con el cansancio a cuestas, acudir a clases en busca de un futuro mejor– el que debe ser ponderado por esos jóvenes guerreros antes de embozarse el rostro y levantar una barricada.

Esos miles de estudiantes que escapan sofocados por los gases lacrimógenos y sobre los que se cierne la pérdida del año académico son la mayoría silenciosa víctima en todas las sociedades de las más variadas formas de las tiranías, pero son también los verdaderos actores de las transformaciones sociales. Son ellos, los que tienen ese poderoso instrumento que les ha dado la democracia a las mayorías para que determinen la legitimidad de quienes los representan.

Esos futuros ciudadanos que se desempeñarán en un país en donde la creciente competencia y calificación profesional definen las opciones laborales, son quienes deben determinar la calidad y derecho de continuidad de la educación que reciben.

Esa mayoría no ha sido más que espectadora de las acciones de quienes se han abrogado el derecho de dirigir su vida presente y futura, de negociar a su nombre prebendas, concesiones y subsidios. Como niños temerosos contemplan eternizados dirigentes pasearse sigilosos por los pasillos impartiendo consignas y manipulando año tras año los movimientos estudiantiles para luego, con título o sin él, insertarse en un cargo público o de elección en los partidos oligárquicos que tanto criticaron. Esa mayoría silenciosa tiene la palabra.

Esas bocas cerradas tienen la obligación de abrirse para decir: ¡Basta! Esos andares apresurados en busca de los portones de salida tienen el compromiso de volver sobre sus pasos en procura de nuevas formas de organización que legitimen sus luchas y aspiraciones, y mantener en alto los ideales del estudiantado y los compromisos con el país.

Una sociedad dominada por la técnica y la universalidad del conocimiento demanda de agrupaciones políticas con formas inéditas de organización, criterios nuevos de validación de sus actuaciones e innovadores procedimientos de lucha. La globalización económica no se asusta con máscaras ni se derrumba con piedras, sino con opciones científicas y el conocimiento que brinda la investigación y el quehacer cultural.

Las preocupaciones por la realidad social no se disipan destruyendo las instituciones que avalan e identifican la nación, sino con la preservación de lo valioso que hay en ellas y el desarrollo de modelos confiables y progresistas. Construir nuevas formas de identidad que unifiquen a los panameños en un proyecto nacional viable, luego de superados los paradigmas del siglo pasado, no es un trabajo de uno, es un compromiso de todos. Es un esfuerzo que requiere la autoestima, la tolerancia y el diálogo inteligente como garantías de la convivencia y libertad de expresión que solo la universidad puede proporcionar. Por eso el primer deber de todo universitario es salvar su universidad, en ello va la salvación de su propio futuro.

http://impresa.prensa.com/opinion/gritos-silencio_0_2328517805.html

miércoles, 18 de junio de 2008

La importancia de la filosofía hoy

Francisco Díaz Montilla

El 15 de noviembre de 2007, conmemorando el Día Mundial de la Filosofía en Turquía, la Unesco hizo presentación formal de la obra Philosophy. A School for Freedom, en la cual expresa su compromiso para que los Estados implementen la enseñanza de la filosofía en todos los niveles educativos.

La posición de la Unesco con respecto a la enseñanza general de la filosofía se sustenta en la Declaración por la Filosofía de París (Paris Declaration for Philosophy) de 1995, según la cual (traducimos): “la formación filosófica, al entrenar la mente de manera libre y reflexiva contribuye a rechazar las diversas formas de propaganda, de fanatismo e intolerancia; contribuye, por ello, a la paz y nos prepara para las responsabilidades que debemos enfrentar en el mundo de hoy, particularmente en el ámbito de la ética”.

Que una institución como la Unesco tenga una posición tan categórica con respecto a la enseñanza de la filosofía debería decirnos algo. Pero a nuestros expertos educativos del patio, al parecer, no les dice absolutamente nada, tal vez porque su genialidad y experiencia les han mostrado que definitivamente la Unesco está equivocada.

Esto es lo que me induce a pensar en la actual propuesta de transformación curricular del Meduca (por ahora en espera), propuesta en la cual la enseñanza de la filosofía no es, ni siquiera, complementaria; y la propuesta de tronco común en la transformación curricular que se promueve y “discute” en la Universidad de Panamá, donde la filosofía desaparece del ámbito formativo general, incluso en la facultad que en otros tiempos llevara su nombre.

Si la filosofía no es importante para la formación de la persona, entonces su presencia en el currículo no está justificada. Dado que en la propuesta ni siquiera se hace alusión a la filosofía, quiere decir que no es importante. De lo cual se infiere que la ausencia de la filosofía en el currículo (del Meduca o de la Universidad de Panamá) está más que justificada.

Antes de aceptar la conclusión de este argumento, se tendría –sin embargo– que proporcionar razones que justifiquen que la filosofía no es importante para la formación de la persona, pues es obvio que este enunciado no es evidente en sí mismo. La interrogante es si los expertos, tanto del Ministerio de Educación, como de la Universidad de Panamá, pueden proporcionar argumentos razonables (más que plausibles, válidos y, fundamentalmente, correctos), no discutibles (más allá de lo que creo, pienso y quiero, etc.) en los que puedan justificar lógicamente el enunciado en cuestión (habría que ver si entienden esta palabra, pues es un secreto a voces que la lógica no es importante para ellos).

En el caso de que puedan, enhorabuena; en caso de que no puedan, entonces es mejor que empiecen a replantearse seriamente sus propuestas. Posiblemente arguyan que es poco o ninguno el impacto que la enseñanza de la filosofía ha tenido en la educación nacional. Tal vez tengan razón en ello, pero esta no es razón para excluirla de un proyecto formativo. En todo caso, lo que cabría hacer es replantearse lo que se enseña (contenido), cómo se enseña (metodología) y una evaluación exhaustiva de las competencias reales de quien enseña. Esto, por supuesto, es extensivo a las demás especialidades.

Pues, bien, ya que desconocemos cuáles son exactamente los argumentos que han llevado a los proponentes de la transformación curricular a desestimar tanto a la filosofía como a la lógica en la formación de nuestros jóvenes, he aquí tres textos –de tantos que se pueden citar– para que el lector reflexione (aunque esto presupone lógica, y como no es importante que la tenga, no está obligado a hacerlo) y tome una posición sobre los cambios propuestos: “El hombre que no tiene ningún barniz de filosofía –escribe Bertrand Russell (Los problemas de la filosofía)– va por la vida prisionero de los prejuicios que derivan del sentido común, de las creencias habituales en su tiempo y en su país, y de las que se han desarrollado en su espíritu sin la cooperación ni el consentimiento deliberado de su razón”.

Mientras que el predicador metodista Albert Greene (Reclamando el futuro de la educación cristiana: Una visión transformadora) escribe: “La filosofía provee una visión global dentro de la cual podemos localizar y dedicarnos a las diversas ciencias, incluyendo la teología”. De acuerdo al texto de Russell, la filosofía es liberadora; de acuerdo al del reverendo Greene, es orientadora. ¿Por qué, entonces, negarles a los jóvenes la posibilidad de tener la experiencia de filosofar? Y en cuanto a la lógica, lo que escribe Ilmar Tammelo (Esbozo de lógica legal moderna) es realmente paradigmático: “Puesto que la lógica es uno de los medios principales que aseguran la disciplina y la integridad intelectuales, si se la aplica apropiadamente solo puede promover el logro de fines sociales deseables”.

En aras de esos fines (asumo que nuestros expertos los conocen), démosle a nuestros jóvenes la oportunidad de que reflexionen en el más elevado sentido de la palabra.

http://impresa.prensa.com/opinion/importancia-filosofia-hoy_0_2318018472.html

lunes, 12 de mayo de 2008

Receta contra el ‘charrismo’

Ela Urriola

Parodiando a Marx hacemos patente la desgarradora situación en que se debaten miles de panameños frente a los crímenes contra la naturaleza y contra la calidad de sus vidas. Proliferando en forma de epidemia –lo que en el argot popular se ha traducido como "charrismo"– ha degenerado en la devastación de grandes extensiones de bosques, selvas, manglares, montañas, contaminación de ríos y playas, al punto de que este mal se ha convertido en una de las más grandes amenazas que se ha cernido sobre el país, y se volvió crónico durante la última estación seca.

La falta de voluntad política, la indiferencia e incompetencia de funcionarios, los compromisos familiares y políticos hacen virtualmente imposible la aplicación de una ley de protección ambiental de manera coherente, extensiva y democrática (a los fabricantes de carbón de Punta Chame se les persigue, pero hay quienes allí arrasan con una treintena de hectáreas de este arbusto y son agraciados con la impunidad ante la ley). Esta enfermedad que azota al istmo y se agrava en la medida en que se agudizan las lesiones al patrimonio natural con las concesiones que el Gobierno otorga a las empresas urbanísticas y de desarrollo turístico, de tierras costeras, islas y montañas y que hacen casi imposible ejercer fiscalización y control alguno.

De la misma manera como nos intoxica la proliferación de crímenes y violencia intrafamiliar recogidos en los periódicos, igualmente proliferan las denuncias por devastación de manglares, destrucción de ecosistemas insulares, depredación de las montañas y no menos doloroso: el desalojo de sus habitantes. Al institucionalizar el Gobierno la política del despojo, la sociedad civil consciente de la importancia del medio ambiente para la salud humana y la calidad de vida debe cerrar filas en un proyecto homogéneo para hacer un alto a la venta del país, pero sobre todo para defender nuestro derecho a la vida. Con ese propósito nos atrevemos a proponer algunas recomendaciones a manera de receta para paliar en alguna medida la epidemia de "charrismo" que ha infectado al país:

Nombrar a un director de la Anam que surja de propuestas de los grupos ecologistas jurídicamente establecidos, que presentarán una terna al Presidente de la República, de modo tal que la escogencia se realice por su idoneidad, experiencia, probidad y compromiso social.

Hacer una revisión integral de la legislación sobre control, manejo y protección del ambiente y el patrimonio natural que comprenda aquellos aspectos contenidos en los acuerdos internacionales, sin menoscabo de las formas de vida y atendiendo las necesidades de las comunidades que habitan en ellas.

Realizar un diagnóstico científico y objetivo de la administración de la Anam para determinar su operatividad y hacer los correctivos necesarios para que su acción se haga sentir en todo el territorio nacional.

Crear un juzgado para asuntos del ambiente que delibere y sancione, de conformidad a lo establecido en la ley, los delitos.

Crear como parte de la Anam una policía ambiental, con jurisdicción nacional y los recursos materiales para hacer cumplir la ley, aplicando las sanciones de manera expedita.

Gravar a las empresas inmobiliarias, de desarrollo turístico, de explotación de recursos naturales y proyectos urbanísticos con un impuesto especial para el cumplimiento de los fines establecidos por ley.

Desarrollar como parte del currículo transversal de la educación primaria, media y universitaria nociones sobre derecho ambiental, la protección del patrimonio natural y la calidad de vida, mediante acuerdos con la Anam, el Ministerio de Educación y las universidades.

Obligar a los medios de comunicación al cumplimiento de la ley para que los espacios radiales y televisivos estén orientados a la divulgación sobre el valor del patrimonio cultural y natural.

Perfeccionar el mecanismo de participación institucional en los programas internacionales de protección del ambiente, con proyectos puntuales y prioritarios que optimicen la utilización de los recursos del Estado.

Declarar al patrimonio histórico y natural bienes en peligro inminente, comprometiendo al Estado, al sector privado y a la ciudadanía como agentes responsables de su salvaguarda y protección.

Este recetario lo ponemos a disposición de los candidatos que aspiran a la Presidencia de la República (y que prometen de forma vehemente curar los males que tenemos y los que aún no tenemos), para ver cuál de ellos, revestido de una verdadera conciencia social, un sentimiento de identidad y amor patrio, asume la apremiante tarea de salvarnos de nosotros mismos.

http://impresa.prensa.com/opinion/Receta-charrismo_0_2290271132.html

viernes, 9 de mayo de 2008

El salario de una vocación

Pedro Luis Prados S.

El proceso de restauración y reconstrucción de importantes ciudades europeas a finales de la Segunda Guerra Mundial, obligó volver la mirada a los maestros de la pintura renacentista para recuperar los detalles y ambiente de los espacios destruidos. Las obras de Bernardo Belloto, sobrino del Canaleto y que firmó algunos de sus cuadros con el mismo seudónimo, fueron un material obligatorio para la reconstrucción de algunos edificios de Dresde y el casco viejo de la ciudad de Varsovia, hoy declarado Patrimonio de la Humanidad. Igual tratamiento se le dio a ciudades como Budapest, Praga y Lieja, Londres y Berlín en un esfuerzo por devolverle su antiguo esplendor.

¿Qué razones llevan a estos pueblos a rescatar arquitecturas que guardan siglos de influencias y estilos, en lugar de aprovechar la coyuntura bélica para rediseñar el uso de los espacios? Simplemente se trata de pueblos maduros, convencidos de la necesidad de preservar la memoria histórica como núcleo de la identidad colectiva.

La madurez de una sociedad está estrechamente relacionada con la toma de conciencia del valor de su pasado histórico. Eso la consolida e identifica permitiendo hacer frente a las amenazas de disolución foránea e interna. Memoria histórica e identidad cultural son términos de la ecuación que da como resultado la identidad nacional. Aisladas carecen de sentido y todo intento de separarlas las reduce a mera caricatura o discurso demagógico.

En nuestro país, los cartesianos del turismo, de la publicidad, de los medios de comunicación y los agentes inmobiliarios han encontrado la fórmula para reducir ese espíritu de cohesión materializado en plazas, calles y edificaciones a una simple escenografía para tomas rápidas de "la pollera, el tamborito y el Canal de Panamá".

Lo que nos llama la atención es la disposición de nuestros "arquitectos restauradores" en adecuar los inmuebles del Casco Viejo de la ciudad, también declarado Patrimonio de la Humanidad (pero que antes de ser de la humanidad fue panameño y, por eso, debemos protegerlo) o de otras áreas de la ciudad, a las exigencias de los inversionistas y agentes inmobiliarios sin importar que las obras sean de Agustín Crame, Ruggieri, Villanueva, White o el mismísimo Antonelli, ante la mirada impotente de los funcionarios de la Dirección de Patrimonio Histórico. Como si ese espacio fuera solo el decorado de una mala película, se derrumban edificios, modifican balcones y se resanan las fachadas para dar cumplimiento a una imprecisa legislación y, como si esto no bastara, se levantan adoquines de principios del siglo pasado, sin que nadie sepa a dónde van a parar, y se suplantan por planchas de cemento moldeado, con la excusa de la consistencia del material.

Como operarios de un salón de belleza, remozan y maquillan la vieja ciudad para hacerla más atractiva a los compradores.

Desconocedores de ese acumulado histórico pasan indiferentes entre las calles, callejones y viviendas en que se desarrolló con grandezas y penurias la vida cotidiana, las lides políticas, la creación cultural, los dramas familiares y las luchas callejeras que fueron moldeando nuestra entidad nacional.

Mientras dedicados historiadores como el Dr. Alfredo Castillero Calvo empeñan sus mejores esfuerzos, con un amplio reconocimiento internacional, en reconstruir la vida pretérita de nuestros principales núcleos urbanos, hurgando entre legajos y cédulas coloniales, hay quienes se dedican, y pareciera que con el mismo empeño, a desdibujarla y convertirla en trasfondo para cuñas publicitarias y graciosas tomas para calendarios, en tanto que el resto de nuestros ciudadanos se recrean bailando por un sueño.

Son múltiples las amenazas que pesan sobre los espacios históricos en estas latitudes. La explosión demográfica, la contaminación, la pauperización de las áreas, las medidas insuficientes para la regulación del tránsito, la presión del desarrollo comercial y la desidia de la población son sólo unas pocas de ellas. En todos los centros históricos del continente las anomalías surgen en mayor o menor grado, pero ante estas adversidades se han tomado iniciativas públicas y privadas para proteger los conjuntos. La elaboración de planes maestros que normen los trabajos ha logrado exitosos resultados en la puesta en valor del Casco Viejo de La Habana, bajo la supervisión ágil del historiador Eusebio Leal; la casi total recuperación y protección de las fortificaciones de Cartagena dirigidas por Alberto Samudio; los logros estimables de la acción municipal en Quito; la valorización del núcleo colonial de San Juan, Puerto Rico, y de Santo Domingo con programas públicos y privados y el apoyo internacional son sólo unos de ellos.

Conscientes de la permanencia futura como nación está en la preservación y conocimiento de su pasado, estos hermanos países hacen esfuerzos gigantescos por rescatar su memoria.

Un conjuro silencioso de desconocida procedencia parece haber caído sobre los panameños. Sin que sepamos cuáles son los resortes y mecanismos de su funcionamiento ha logrado despojarnos de aquellas cosas que han tenido especial significado o servido como elementos de reconocimiento recíproco o cohesión nacional. Monumentos icónicos que nos hacían sentir parte de un todo homogéneo y con un futuro común desaparecen o son reemplazados por nuevos símbolos creados por una empresa publicitaria.

Barrios, comunidades y sitios de comunes remembranzas y evocadoras de una forma de vida para varias generaciones desaparecen sepultadas por toneladas de hormigón en un abrir y cerrar de ojos. Pareciera que una mente maléfica y aviesos propósitos se empeñara en contagiar a todos los panameños del mal de Alzheimer para que ni siquiera podamos recordar quiénes somos.

Despojados de la memoria histórica que retienen los espacios urbanos; desconocedores del patrimonio histórico mueble (etnográfico, arqueológico, documental y artístico) que deben mostrar adecuadamente los museos; desposeídos de tierras, islas, playas y aguas, que otrora nos fueron tan comunes, por un insaciable apetito turístico; vendidos nuestros bosques, selvas y montañas a ociosos magnates internacionales; "transnacionalizado" nuestro principal recurso geográfico; globalizada nuestra economía y, lo peor de todo, perdido nuestro sentido de pertenencia a un suelo común, sólo recibiremos en un futuro el salario por la doméstica vocación de servir a otros.

http://impresa.prensa.com/opinion/salario-vocacion_0_2288021350.html

jueves, 14 de febrero de 2008

El dilema del poder

Roberto Arosemena Jaén

Antes era gobernar para alcanzar el bien común o para utilizar el poder administrativo en beneficio propio. Ahora es ser transparente, rendir cuentas o someterse a la revocatoria del mandato cuando lo decide el soberano. Esta afirmación en sede filosófica es válida en todos los contextos de gobiernos democráticos. El sistema parlamentario europeo como el sistema presidencialista norte y suramericano se fundamentan en la revocatoria del mandato. La revocatoria es expedita en Europa. Cada cuatro años se realiza en Estados Unidos y en la República Bolivariana a la mitad de cada período del presidente Chávez.

El dilema del poder democrático, hoy, consiste en saber mandar o irse para su casa y enfrentar el repudio ciudadano. En Panamá, la política no sigue la lógica democrática. En lugar de revocatoria hay una inercia ciudadana de cuatro décadas. La evolución del poder es lenta. Por ejemplo, la fuerza pública que se diseñó con Remón en 1941, se mantuvo con Vallarino en 1955 y se estremeció con Torrijos y Noriega en 1981 y 1989 respectivamente, sobrevive en el grupo torrijista de Martín y quién sabe qué males nos depare en 2009.

Todavía, ni los ciudadanos presidenciables ni los ciudadanos electores tienen una idea clara de lo que es el poder democrático y se dedican a la mala práctica demagógica, los presidenciables y sus partidos, y al juega vivo de la corrupción y el tráfico de influencia la ciudadanía de a pie. Cualquier encuesta sobre razones para votar a favor de un partido, no logra superar el juicio moral preconvencional del egocentrismo instrumental.

El problema panameño no es diagnosticar el uso y manejo del poder como haría cualquier estratega de campaña, el problema panameño es solucionar el dilema del poder democrático y obligar a los gobernantes a irse para su casa cuando gobiernan a favor de su partido o de los financistas de su campaña electoral. No tenemos ni el instrumental jurídico ni la cultura moral de integridad ni la ética del comportamiento justo para resolver el dilema del poder. Lo que tenemos es la pasión electoral, el entusiasmo reivindicativo y el sácate el clavo del engaño y de tu propia ingenuidad.

 Como se ve, Panamá tiene los aspectos negativos de la emancipación demagógica. Hay que construir los aspectos positivos del ejercicio del poder soberano. No es fácil pensar en la libertad para construir proyectos de salvación nacional. Es más fácil actuar con la libertad negativa de rechazar un mal sin reflexionar que puede ser mejor un mal conocido que un mal por conocer. En resumidas cuentas, seguimos en el entorno de la "política como la opción por el mal menor".

Vale la pena recordar que ese tipo de hacer política de la década de 1930 condujo electoralmente a los fundamentalismos democráticos de Alemania e Italia que desataron la guerra civil más mortífera del siglo XX. Esa manera de acción política, tipo siglo XX, no conviene a Panamá. Votar contra Endara y a favor del Toro en 1994, contra el Toro a favor de Mireya en 1999, contra Mireya a favor de Martín en 2004, no es la más recomendable. Es siempre elegir entre males, el mal menor. Panamá ya no tolera más ciudadanos que actúen por revancha ni por oportunismos. Hay que actuar por convicción y para estar convencido del gobierno y del presidente que necesita Panamá, hay que ponerse a examinar a los candidatos presidenciables. Esta posibilidad nos la ofrece el año 2008. Ver los toros desde la barrera. No interesa lo que diga ni lo que prometa uno u otro candidato. Interesa que le hagamos las preguntas necesarias. Por ejemplo, ¿está dispuesto a establecer peajes soberanos en el Canal y utilizar esas riquezas para mejorar el ingreso mínimo familiar, la educación preescolar de los niños entre dos y cinco años y la seguridad social universal para todos los panameños? El año 2008 es el tiempo de cuestionar al poder venidero que vamos a elegir.

http://impresa.prensa.com/opinion/dilema-poder_0_2224277807.html