sábado, 16 de mayo de 2009

De candidato a Presidente

Roberto Arosemena Jaén

El primer sorprendido del resultado de las elecciones presidenciales pasadas fue el presidente electo. En apenas una campaña presidencial pasó de menos de 100 mil votos a casi un millón de esperanzados electores. Su liderazgo electoral es un fenómeno que arrastró en su victoria los despojos de un partido personalista sin conducción y demostró ante la faz del país que el partido de Omar era un tigre de papel.

La República tiene un presidente que goza del 60% de los votos válidos, 57% de los votos sufragados y 43% de los votantes del padrón electoral. Es un Presidente constitucional que cumple con todas las formalidades de los regímenes de derecho y que incluso recibe el consentimiento –legitimidad– de las mayorías nacionales.

Pocas presidencias han tenido el impulso inicial que ha tomado el período de transición del gobierno panameño 2009–2014, que tantas expectativas suscita a nivel nacional e internacional. El problema del presidente electo es el aprendizaje acelerado a que debe someterse, si quiere desempeñarse eficazmente como el primer administrador del Estado panameño.

Nuestro presidente –escribo como ciudadano panameño– debe actuar como “un funcionario paradigmático”. El ejemplo fácil de ser un comerciante y un candidato exitoso tiene que traducirlo en el aprendizaje de ser un presidente efectivo y eficaz. Su primera actividad medible en términos de éxito o fracaso es la elección y nombramiento de sus ministros y directores. Si falla en esta primera tarea, ¿quién garantiza que no siga fallando?

Su obligación fundamental, no ahora, sino el día indicado por la Constitución, será coordinar la administración del Estado panameño. En esta obligación constitucional erró Martín y erró Mireya. No supieron darles un rumbo de productividad y competencia a las instituciones y ministerios que tenían que coordinar.

 El presidente electo tiene que prepararse para ejercer por sí solo lo que le manda la Constitución. La pregunta es: ¿el ciudadano Ricardo Martinelli está tomando en serio este “rol” totalmente distante y diferente a su papel tradicional de producir ganancias mediante la compra y venta de bienes de consumo? Para que el Presidente electo ejerza su nuevo oficio cabalmente va a recibir un presupuesto de casi 10 millardos de dólares, 150 mil servidores públicos, iniciativa legislativa, poderes exorbitantes de realizar actos administrativos reglamentarios, responsabilidad única en el manejo de la seguridad ciudadana y pública y muchas otras funciones igualmente impactantes.

Su desempeño, bueno o malo, va a depender de los colaboradores de libre nombramiento y remoción que elija como ministros. Que quede claro, a un presidente elegido democráticamente no se le juzga por el cumplimiento de las improvisaciones, promesas y exageraciones de una campaña electoral desde una perspectiva de oposición. A partir del 1 de julio, una vez jurado el cargo, se inicia el proceso de apreciar su gestión gubernamental. En ese momento deja de tener sentido el apoyo masivo en las urnas y la percepción mediática. Jurar cumplir la Constitución y las leyes de la República es asumir el riesgo no de perder dinero sino de ser enjuiciado por extralimitación de funciones y colocarse en el basurero de la historia.

El equipo exitoso de campaña electoral cumplió sus funciones y fue evaluado el día 4 de mayo. Desde ese momento, la candidatura Martinelli fue acontecimiento pasado. Surgió una nueva figura revestida por un poder institucional y con la obligación de comportarse como el primer servidor público del bien social de los panameños (as).

 La deuda de Martinelli no es con los colaboradores en su triunfo y se le hace difícil distinguir la fiesta electoral con la institucionalización de los poderes públicos. La transformación más radical del presidente electo es modificar su actitud orientada al lucro y al propio yo, por una orientada al servicio y a la sociedad. El mismo hecho de tener que hacer pública su riqueza privada indica que su situación ya no es la misma. Su misma actividad libre ahora será autorizada por la ley.

El presidente es un prisionero de la Constitución. Los ciudadanos Martinelli y Varela tienen que aprender a ser y comportarse como presidente y vicepresidente. Nada más esperamos de ellos.

http://impresa.prensa.com/opinion/candidato-Presidente_0_2566993465.html