domingo, 23 de septiembre de 2007

Política y educación

Roberto Arosemena Jaén

En la década de los 20 en Panamá, la urbe capitalina era el centro de irradiación educativa. El que podía ser maestro se educaba en el Instituto, y el que quería tener un oficio se educaba en el Artes y Oficio. El interior no producía estos niveles de capacitación y competencia. Era un simple receptáculo de los maestros y técnicos profesionales que transferían conocimientos y habilidades por las escuelas, las incipientes empresas y las oficinas públicas de salud, cobros de impuesto y orden público. El Estado liberal enfrentaba así los retos de una sociedad que demandaba educación primaria para sus futuros ciudadanos y tareas de producción y de servicio a la altura del Artes y Oficio.

En la década nacionalista, 1930-1940, el Estado se consolida. La normal y la escuela técnica artesanal e industrial llegan a Santiago y Divisa. La ciudad de Panamá deja de monopolizar la incipiente especialización educativa y desde la Universidad de Panamá se va a atender la formación de los profesores de educación secundaria y de los estratos profesionales más complejos que aquellos oficios que se enseñaban en las escuelas técnicas y agrícolas. En los 40, 50 y 60 la educación de profesores, licenciados y profesionales liberales y afines se concentran en la Universidad de Panamá que ya se percibe –al menos entre sus intelectuales "progresistas"– como la conciencia crítica de la nación cuando en realidad también era la formadora de los profesionales que demandaba una sociedad cada vez más compleja y articulada a la división local e internacional del trabajo.

 En la década de los 70, la Universidad de Panamá se estanca. El elefantismo sigue produciendo los mismos profesionales de las décadas anteriores. El resultado inmediato es la desmembración de la Universidad: Universidad Tecnológica, Universidad Autónoma de Chiriquí y otros injertos menores que una vez obtenida una ley orgánica se transforman en Universidades Oficiales del Estado Panameño. Junto a esta desmembración disfuncional además de onerosa, a nivel presupuestario, crece el sector privado de universidades –sobre todo de los vecinos países iberoamericanos–. Los años de la incipiente Universidad Católica, son superados con creces con la llegada, incluso de franquicias universitarias, al territorio panameño. Esta situación casi caótica actualmente, a nivel de educación superior, sustenta la ley que crea el Sistema Nacional de Acreditación y Certificación responsable de garantizar la calidad de la educación superior, lo mismo que la ley del Inadeh que centraliza todos los procesos de capacitación profesional que desde inicio de la República de 1903 ya daba el Artes y Oficio. El 2006 es el año de la improvisación educativa revestida de estudio y tecnicismo, cuando en realidad es un salto hacia la mediocre privatización transfronteriza.

Como si fuera poco, la confusión de los actuales diseñadores de la política educativa, la propuesta de una Universidad o Instituto Pedagógico, vuelve –despiadada a reducir más a la golpeada Universidad de Panamá– creando una nueva universidad que ya existe en la misma Universidad de Panamá desde hace 72 años. El Estado actúa como si no se tuviese una institución responsable de formar docentes. En lugar de participar en la actualización y puesta al día de la Universidad, tiene una ocurrencia más que en los próximos meses y años va a dilapidar decenas de millones de dólares.

La Universidad de Panamá ya empezó con la timidez que la caracteriza en el plano académico, desde inicios del siglo XXI, una transformación curricular a paso de tortuga y que sus autoridades proyectan finalizar este año, a mediados del próximo o quizá dentro del plazo que concede la Ley del Sistema Nacional de Acreditación, en el 2011.

La educación panameña es un problema muy serio y en ella se va la oportunidad de toda una generación de jóvenes y las bases de un desarrollo humano, tanto más urgido de crear conocimientos, aplicar conocimientos y difundir conocimientos, destrezas, habilidades, para no mencionar las actitudes cívicas, ciudadanas y morales que requiere el mundo de hoy. Políticos emprendedores del futuro inmediato y ciudadanía interesada a empezar entender lo que es y lo que debe ser la educación panameña.

http://impresa.prensa.com/opinion/Politica-educacion_0_2116288555.html