sábado, 30 de septiembre de 2017

Los intelectuales y el derecho

Roberto Arosemena Jaén y Francisco Díaz Montilla

Cuestionar la práctica del derecho está al alcance de todos, pues a todos –directa o indirectamente- nos afecta. Pero dicho cuestionamiento ha de darse basado en razones convincentes, y esto no siempre ocurre.

Con frecuencia sucede que si el juez o el magistrado fallan y dicho fallo favorece a una parte, la contraparte argumenta vicios, y el juzgador se ve expuesto a un escarnio público por no fallar de acuerdo con la ley.

Aunque en principio el contradictorio entre las partes es natural y conveniente, cuando dista de fundamentarse en razones convincentes, es nefasto para la administración de justicia.

Por supuesto, los cuestionamientos –incluso aquellos en los que no hay razones convincentes- son comprensibles, máxime cuando –repetimos- no se ha sido favorecido. Aunque pareciera que hay casos en los que se es más tolerable: Lo que el lego dice sin mayor fundamento se tolera –posiblemente- como una expresión del desconocimiento de lo jurídico; pero cuando es el intelectual quien asume posiciones jurídicas sobre situaciones que desconoce o conociéndolas, las sesga deliberadamente para manipular, confundir e indisponer, entonces hay razones para preocuparse.

Es necesario considerar los fallos del juzgador con base en la ley, teniendo en cuenta elementales principios de lógica jurídica y de ética. Estos factores han de servir de base para el cuestionamiento de la práctica del derecho, pero suelen ignorarse. Es en parte lo que ha ocurrido a propósito del desprestigio de los fallos de la Corte Suprema de Justicia y del enaltecimiento del Ministerio Público.

El tema fundamental es la ley, como norma escrita, y en este caso, el segundo ha distado de actuar conforme a ella; sin que ello signifique que la primera siempre lo ha hecho.

No está claro dónde radica el fraude a la ley del que han hablado los “intelectuales” panameños. Pareciera que la militancia política –más que la convicción jurídica- son el sustento de esta rasgadura de vestiduras: El “exabrupto” de la Corte favorece a los delincuentes y exigen que esta sea axiomática y no errática, disparatada y contradictoria.

En toda esta trama, se ha obviado que la otra cara de la moneda es la normativa constitucional, la cual no obliga a la Corte a ser consistente en su jurisprudencia, y más aún garantiza que sus fallos –no interesa que se contradigan- sean definitivos e inapelables.

La preocupación de los redactores de la Constitución era establecer una autoridad absoluta como “Roma habló y el problema finalizó”.

Más allá del histrionismo mediático, la conclusión sobre este debate no es salir a la calle y exigir la destitución del pleno de la Corte; hay caminos para subsanar constitucionalmente lo que haya que subsanar, por ejemplo, a través de una asamblea constituyente originaria; pues al fin de cuentas el poder público emana del pueblo.

La importancia de este debate jurídico de principios, debería mantenerse a pesar de que la sociedad política alista fuerzas y recursos para el inminente torneo electoral que se avecina. Frente a estas urgencias del imaginario de que el voto popular es más efectivo en la medida en que el votante se mantenga más distraído, nosotros insistimos en que la creación y fortalecimiento de una democracia depende de la convicción ciudadana de que la justicia es resultado del querer mayoritario y no de claustros selectivos y excluyentes.

http://www.prensa.com/opinion/intelectuales-derecho_0_4860263986.html

lunes, 11 de septiembre de 2017

Más acá de la muerte

Francisco Díaz Montilla

Se atribuye a Epicuro de Samos, filósofo griego del siglo IV a.e.c, haber dicho  que la muerte es una quimera porque mientras existimos, ella no existe; y cuando ella es, nosotros ya no somos. Quimera o no, desde el punto de vista existencial es un problema radical, objeto de reflexión de literatos, filósofos y teólogos.

Recientemente, John Martin Fischer, profesor de Filosofía de la University of California Riverside,  ha obtenido una beca de 5 millones de dólares  de la Templeton Foundation para investigar el problema de la inmortalidad. Pareciera una cantidad excesiva de dinero para abordar un problema que desborda las condiciones desde las cuales construimos eso que llamamos conocimiento científico. El hombre es un animal metafísico, al decir de Schopenhauer; por ello, a pesar de Kant, inevitablemente tendemos los humanos a ir más allá de lo que la evidencia nos autoriza.

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https://puntoaislado.blogspot.com/2017/09/mas-aca-de-la-muerte.html