miércoles, 23 de noviembre de 2011

190 años de independencia

Roberto Arosemena Jaén

La comunidad panameña enfrentó, entre 1850 y 1855, la construcción del ferrocarril como un negocio que dividió la comunidad en dos bandos: nación o país de negocios. El incidente de la Tajada de Sandía, en 1856, nos sometió al designio de Washington. Bogotá aceptó que los panameños de a pie habían agredido a los aventureros en marcha hacia California. Destinó los ingresos del ferrocarril a pagar una indemnización al Gobierno estadounidense, sin importar los servicios públicos que debía brindar el Estado Federal de Panamá.

108 años después, estudiantes del Instituto Nacional, al izar una bandera, desencadenaron la furia de la policía de la Zona del Canal con el resultado de 21 muertos y 500 heridos. Por fortuna, Panamá se había desembarazado de Bogotá y el Gobierno Nacional rompe relaciones con el agresor que mantenía iguales privilegios que los concedidos por el Estado pequeño colombiano en 1846.

El 9 de enero de 1964 acumuló las victorias parciales del Panamá que rechazaba el negocio de la zona de tránsito. Esas victorias parciales, que se frustraron con el prolongado gobierno liberal de Porras y Chiari (Panamá existe por y para el Canal) y luego con los gobiernos patrocinados desde la Policía y Guardia Nacional, entre 1942 y 1962, habían sido logradas por los gobiernos de Acción Comunal de 1932 a 1941.

Panamá dejó de ser un negocio bajo las actitudes de los mártires de enero, hasta que se volvió a negociar la soberanía con los tratados canaleros de 1977, gracias a la demagogia nacionalista del militarismo tutelado de 1968 a diciembre de 1989.

El dilema de nación o país negocio se resuelve a favor del negocio con el gobierno de Ernesto Pérez Balladares y ha cobrado bríos inusitados con Ricardo Martinelli Berrocal. La privatización de los servicios públicos, las concesiones de los oleoductos y de los corredores con el PRD han sido conjugados con el proyecto en discusión de las Asociaciones Público Privadas. El único activo con capacidad de arrastrar créditos multimillonarios y enfrentar los pagos de la deuda soberana que vamos a heredar de Cambio Democrático, la Autoridad del Canal, será utilizada para el negocio de los mercados y no para el desarrollo de la comunidad nacional. Esto significa que CD podrá seguir aumentando la deuda “soberana” hasta que el Canal pueda ser transformado en un “bien de mercado” como fue en su momento el ferrocarril y el canal francés.

Las tareas propias de un Estado al servicio de su comunidad como es la participación ciudadana, que delibera y aprueba leyes y ejerce el control constitucional de sus gobernantes, no podrá lograrse porque el mismo Estado no ofrece servicios de educación ciudadana y profesional, no da ejemplo de moralidad pública y política, no ofrece servicios de calidad en transporte, agua, salud y comunicaciones, por el hecho de que los gobernantes y funcionarios públicos de primer nivel están dedicados al negocio y al lucro personal, familiar y gremial.

Lo significativo del estado actual de la sociedad panameña es su connotación cultural e histórica. No es producto solo de la mala fe ni de la intemperancia de particulares, es la mentalidad de los aspirantes al poder público para privatizar los resultados de su gestión gubernamental. Es la cultura de la corrupción de la función pública y del mercado que pone primeros ministros, porque el pueblo ha dejado de ser ciudadano para ser consumidor y asalariado. El panameño debe saber lo que es luchar desde el 28 de noviembre de 1821. Desde, entonces queremos que la comunidad sea de todos, no del mercado del dinero, que reniega de la democracia, por su esencia autocrática como se está dando en la vieja Europa.

http://impresa.prensa.com/opinion/anos-independencia-Roberto-Arosemena-Jaen_0_3257674462.html

sábado, 19 de noviembre de 2011

¿Debe ir Noriega a la cárcel?

Francisco Díaz Montilla

El derecho no satisface necesariamente las expectativas de las personas. De hecho, las expectativas son, per se, irrelevantes a la hora de decidir; de lo contrario implicaría que ellas podrían formar parte del repertorio justificativo de las decisiones que toman los administradores de justicia. Tal vez por ello, algunos no creen en la justicia de los hombres...

En efecto, las intuiciones o preconcepciones que podamos tener con respecto a lo que es justo o injusto son irrelevantes desde el punto de vista del derecho. Aunque ni la filosofía del derecho ni la doctrina ni la jurisprudencia nos dan una definición satisfactoria de “justicia” (una que no esté revestida de colorido emotivo), se podría decir que en sentido positivo una acción judicial es justa, en cuanto y en tanto que es expresión de o está determinada por el corpus normativo vigente (constitucional y/o legal).

En materia penal, por ejemplo, una acción judicial (sentencia o fallo) sería justa, siempre que sea expresión de o esté determinada por las disposiciones constitucionales y legales (penales y procesales) aplicables al caso. En caso de que se obre contra este principio, los afectados tendrían derecho a interponer todos los recursos que las leyes reconocen. La idea anterior puede ilustrarse con el posible hecho de que el señor Manuel Antonio Noriega sea extraditado a Panamá. Si se hiciera una encuesta o sondeo a los panameños sobre si es justo, o no, que sea enviado a prisión por los delitos por los que ha sido condenado, es probable que la mayoría responda afirmativamente. Esta manera de responder se basa, ciertamente, en la fuerte intuición de que quien comete un delito debe pagar por ello. Y aunque la ley contempla muchas formas de “pagar”, se asume que la manera más justa de hacerlo es en la cárcel.

Pero, desde el punto de vista del derecho, pareciera que lo justo no es que el señor Noriega vaya a la cárcel, sino que “vaya a casa”, donde “ir a casa” no significa ni implica exoneración de pena.

El artículo 107 del Código Penal señala: “Cuando el sancionado sea una persona de 70 años o más de edad (...), el juez, siempre que sea posible, y atendiendo las circunstancias del caso, podrá ordenar que la pena de prisión (...) se cumpla en prisión domiciliaria. En el caso de enfermedad o discapacidad se aplicará la medida sobre la base de un dictamen médico-legal. Esta disposición no será aplicable cuando se trate de delitos contra la humanidad o del delito de desaparición forzada de personas”.

Teniendo esto presente, las preguntas que el lector o el ciudadano tendría que hacerse son: ¿Tiene Noriega más de 70 años? ¿Está enfermo o tiene discapacidad? ¿Fue juzgado por delitos contra la humanidad o por desaparición forzada?

Si las respuestas a las dos primeras preguntas son afirmativas y la respuesta a la tercera es negativa, en ambos disyuntos, entonces al señor Noriega le asistiría el derecho de solicitar el cumplimiento de la pena en prisión domiciliaria, pese a que nuestras instituciones morales digan o sugieran lo contrario.

http://impresa.prensa.com/opinion/Debe-Noriega-Francisco-Diaz-Montilla_0_3254674651.html

martes, 1 de noviembre de 2011

La labor social de ´Radio Hogar´

Roberto Arosemena Jaén



Se empezó a existir en un ambiente caldeado contra la libertad de expresión. Era el momento, 31 de octubre de 1954, y mandaba en Panamá el primer comandante jefe de la Guardia Nacional.

Después, vendría un comandante de la Guardia que durante dos décadas se mantuvo detrás del solio presidencial. Finalmente, era tanto el poder institucional del grupo armado que uno de sus policías militarizado, Boris Martínez, llegaría al poder del Estado panameño un 11 de octubre. Una vez la Policía en el poder, los sucesivos comandantes de la Guardia Nacional escalaban a la jefatura del Estado panameño con suma facilidad. De allí un Torrijos y un Noriega. Durante todo este período Radio Hogar estuvo en el aire, con sus altas, e incluso, con la expulsión de su director en el tiempo de Omar Torrijos. Momentos duros de la Iglesia, como el asesinato del Héctor Gallegos, obligaron a una cautela para seguir como una emisora al servicio de la fe y la promoción de la justicia.

Al iniciarse la década de los 80 a tal grado llegó el compromiso de esta emisora con la libertad de expresión e información que se le suspendieron programas radiales independientes en plena confrontación entre el gobierno de fuerza y los gremios profesionales, a fin de evitar que la educación fuese instrumento de culto a la personalidad del comandante de turno.

Radio Hogar se ha mantenido, después del retorno a la democracia electoral (1989-2009) y del inicio del unipartidismo gubernamental (2011-2014), con su voz independiente, transparente y crítica a favor de la democracia radical y participativa y contra el capitalismo salvaje en función de poder gubernamental. No es casual que pese a la relación amistosa que constantemente Radio Hogar ha querido tener con los gobiernos de turno, no ha podido acceder a una frecuencia FM. Ahora, con el nuevo gobierno unipartidista, se espera, pacientemente, la asignación de una frecuencia FM, viejo anhelo de más de cinco décadas para llegar a ser la decana de la buena música, como fue el proyecto de esta emisora hace 57 años.

Radio Hogar es mucho más que ese papel político de informar libre y responsablemente a sus radioescuchas, que ha tomado ante la imperiosa necesidad de los acontecimientos; es y ha sido una emisora de la Iglesia católica con el compromiso de difundir programas diversos con contenido social, humano, litúrgico y sacramental. Contenidos programáticos pluridimensionales que no son reductibles ni a la esfera del César ni a la esfera de Dios. La Iglesia católica en su tercer milenio de existencia es polifónica porque su Dios es el Dios de Jesús y mucho más, tiene como Dios al mismo Jesucristo. Es la tremenda flexibilidad de un Dios trinitario irreductible a una idea racional aislada de los afectos, sentimientos y buenas razones de las sociedades humanas.

El Cristo de Radio Hogar es el mismo Dios encarnado, martirizado, resucitado y corporizado en la gente buena y justa que lo admira, lo confiesa y trata de imitarlo.

Esta conceptualización de Cristo Dios es el mejor antídoto contra los fundamentalismos teístas que nos siguen asustando y que están en la base del terror del dios de los ejércitos que tuvo mucha fortuna antes de Cristo y luego, cuando muchos creyentes cristianos y no cristianos cayeron en la tentación de la violencia y de la teocracia. De allí, la razón de la apertura católica y ecuménica de Radio Hogar. Nada humano y social le ha sido ajeno en sus repetidos aniversarios de medio siglo.

Hoy, sigue siendo bueno que medios de comunicación como Radio Hogar mantengan el derecho a disentir, a debatir, a criticar como medio de aproximación a la verdad, a la libertad y a la justicia que, como dijo recientemente Ratzinger, es el oficio insustituible de todo político que afirma su éxito porque logra servir a su comunidad y no servirse de la debilidad de un pueblo.

http://impresa.prensa.com/opinion/Radio-Hogar-Roberto-Arosemena-Jaen_0_3241176020.html