lunes, 30 de mayo de 2016

Universidad para el siglo XXI

Francisco Díaz Montilla

En 2013, la American Association of State Colleges and Universities publicó un breve informe, Top 10 Higher Education State Policy Issues for 2013, que dentificaba 10 problemas básicos de la educación superior en Estados Unidos, veamos:

1. Impulsar el desempeño institucional.

2. Apoyo estatal a la educación superior pública.

3. Política y precios de la matrícula.

4. Programas estatales de subvención y becas estudiantiles.

5. Preparación para la universidad.

6. Inmigración.

7. Educación en línea y educación basada en competencias.

8. Armas en el campus.

9. Desarrollo económico y laboral.

10. Protección a los consumidores de universidades con fines de lucro.

Algunos de estos problemas también afectan a la educación superior en Panamá. En nuestro caso, determinar cuáles son exactamente, no es tarea fácil; en parte porque no hay un plan nacional para la educación superior ni cuerpo institucional que la coordine. A modo de ejemplo, el Plan Estratégico de Gobierno 2015-2019, reconoce que “las universidades tienen una capacidad de investigación débil” (p. 99), pero no presenta una sola estrategia con el fin de mejorar esta situación.

Desde el punto de vista institucional, lo más que se logró en los últimos lustros fue crear el Consejo Nacional de Evaluación y Acreditación Universitaria de Panamá (Ley 52 de 26 de junio de 2015). Este, sin embargo, tiene un alcance limitado, pues se trata de un “organismo evaluador y acreditador, y representativo de los actores vinculados a la educación superior universitaria del país” (Art. 20).

En la referida ley, la universidad se concibe como una “Institución de educación superior universitaria, creada mediante ley o autorizada mediante decreto ejecutivo, que tiene como misión generar, difundir y aplicar conocimientos mediante la docencia, la investigación, la extensión y la producción, así como formar profesionales idóneos, emprendedores e innovadores y ciudadanos comprometidos con la identidad nacional y el desarrollo humano y sostenible del país” (Art. 4.32). Pero, al margen de la obvia circularidad definitoria, no está claro que las funciones del Consejo en materia de evaluación hayan tenido impacto significativo para la educación superior, salvo la de servir de elemento publicitario a las universidades públicas y particulares acreditadas.

La ausencia de un entorno institucional que determine o defina la política educativa en educación superior ha desbordado la capacidad de las instituciones universitarias para trazar la senda que debe recorrer la sociedad. No es esperable que las universidades particulares contribuyan (in)mediatamente en ese sentido, pues sus prioridades se enfocan hacia el lucro. Pero tampoco se espera que lo hagan las oficiales, inmersas en sus propias contradicciones.

Hoy en la Universidad de Panamá el proceso electoral ofrece una ocasión propicia para diagnosticar, evaluar y asumir cursos de acción que reorienten la práctica educativa. Ojalá que los movimientos de renovación, de renacimiento, de reforma, etc. que se activan cada cinco años en la primera universidad del país contribuyan en ese sentido y ofrezcan más que consignas, más que frases prefabricadas y propensas a la demagogia. La sociedad demanda una universidad distinta para el siglo XXI.

http://impresa.prensa.com/opinion/Universidad-XXI-Francisco-Diaz-Montilla_0_4495050509.html

viernes, 27 de mayo de 2016

‘Una omisión inaceptable’

Miguel Montiel Guevara

La UP jugó un papel preponderante en la recuperación del Canal, sin embargo, a esta casa de estudios superiores no se le ha tomado en cuenta en la inauguración del tercer juego de esclusas.

El 20 de julio de 2014 publiqué el artículo “Maná del Canal” en este mismo diario, reafirmando allí el derecho del pueblo panameño a disfrutar de la riqueza que genera la vía interoceánica, pues gracias a su heroísmo hoy el Canal de Panamá es nuestro. El mayor uso colectivo posible fue el paradigma del general Omar Torrijos en esa lucha generacional, como la llamó. Eso actualmente no ocurre, pero no perdemos la esperanza. Aunque, como dicen los trabajadores de la Universidad y del país, “sin lucha no hay victoria”.

Hoy, a raíz del anuncio público que hizo la administración del Canal con relación a la inauguración del tercer juego de esclusas (el 26 de junio de 2016), acto para el cual han sido invitados un sinnúmero de personalidades e instituciones nacionales e internacionales, me siento obligado a opinar sobre el tema.

La liquidación de la antigua Zona del Canal, con el traspaso de la vía interoceánica a manos panameñas, lo que entraña jurisdicción, soberanía y unificación del territorio nacional bajo una sola bandera, constituyó una gesta histórica en la que la Universidad de Panamá fue protagonista emblemática de primera línea. Generaciones de universitarios, una tras otra, participaron en todas las lides para acabar con el enclave colonial bajo la consigna de soberanía total. En las calles, con amor y poesía, creando conciencia… Hasta lograr triunfar sobre Estados Unidos, primera potencia del mundo entonces, y todavía hoy.

Sin embargo, con asombro, vemos una lista de invitados especiales al acto inaugural mencionado en la que no aparece la Universidad de Panamá por ningún lado. Ella, por derecho propio, debería encabezar dicha lista, junto con otros nombres de igual merecimiento.

Esta omisión es inaceptable. Por eso, en nombre y con la venia y el debido respeto de los universitarios, hago un llamado de atención a quienes tienen responsabilidad en esto; en memoria y reconocimiento a miles de hombres y mujeres de esta primera casa de estudios superiores, inclaudicables y presentes siempre en todas las acciones patrióticas que nos dieron el Canal, propiedad de todos los panameños. ¡Sea!

La Prensa, 27 may 2016.

jueves, 19 de mayo de 2016

¿Elección o gestión democrática?

Roberto Arosemena Jaén

Gobernar significa, actualmente, “corrupción”. La democracia ejercida desde la ciudadanía, como poder de elegir y ser elegido, no ha evitado la corrupción del gobernante demócrata opuesto al gobernante dinástico, impuesto o sostenido por una clase social, por un partido político o por una mafia internacional.

Elegir mediante el voto igualitario legaliza y legitima a cualquier gobernante, sobre todo, cuando el escrutinio se realiza bajo la observación de los organismos de la sociedad civil, tanto nacional como internacionalmente constituidos.

Lo terrible de estas elecciones democráticas, incuestionables, transparentes y aplaudidas es que abren el abanico de la corrupción, cuando la cultura y los valores democráticos son poder elegir y ser elegidos. Ni se rinde cuentas ni se paga por sus delitos.

El expresidente Ricardo Martinelli es el caso emblemático.

El tema de la democracia es relativizar al ciudadano elector y transformarlo en el ciudadano gestor y protagonista de la rendición de cuentas. Este hecho político de la rendición de cuentas tiene que ser institucionalizado y judicializado como lo lograron los nobles normandos del rey inglés en la Edad Media o la burguesía americana y francesa en la revolución libertaria de finales del siglo XVIII.

El problema de la corrupción del gobernante y de los Estados, actualmente, es el papel pasivo de la ciudadanía en la gestión administrativa del gobierno y el rol o papel excesivo y definitorio del dinero en manos de la banca, los consorcios empresariales y las compañías offshore.

No se trata de satanizar a los paraísos fiscales y de divinizar a los Estados de bienestar que suponen Estados enriquecidos fiscalmente y ciudadanos empobrecidos; se trata de comprender el colapso de la democracia electoral en el siglo XXI y el empobrecimiento creciente de la ciudadanía, que sigue incentivada a votar periódicamente y desalentada a gestionar la rendición de cuentas de los poderosos dueños del dinero, de la tecnología y de la administración gubernamental.

La reingeniería del siglo XXI es colocar el poder administrativo universal de los Estados y de ese factor mediático, llamado capital, dinero, riqueza, que etimológicamente en el tiempo del imperio cultural grecorromano, se denominó“plutocracia”, en manos de la ciudadanía.

Es determinante cambiar del paradigma electoral al paradigma de la gestión y la rendición de cuentas. Todo individuo e institución que ejerce poder administrativo, tecnológico y de dinero tiene que ser controlado y su distribución regulada por la misma ciudadanía que consume, elige y permite la producción y acumulación de riquezas.

El tiempo de conceptualizar el mundo en base a las virtudes campesinas de trabajo o de las virtudes burguesas de esfuerzo e iniciativa, es repetir la versión calvinista renacentista, y la versión libertaria contemporánea. Esta mentalidad, no solamente, es reiterativa y fundamentalista, sino amenazante y peligrosa para el desarrollo y crecimiento de cada país y de la misma comunidad internacional.

Revisar los presupuestos del anacronismo ideológico de la democracia representativa y la actualidad de la democracia participativa es iniciar un proceso de debate y discusión, que desafortunadamente, el presidente Juan Carlos Varela desvió hacia un convivio de sabios con la participación del creador del centro financiero internacional y un Nobel progresista de Economía. La profundidad de la crisis actual exige, algo así como una constituyente por la gestión ciudadana en el marco multilateral de las Naciones Unidas.

¡Panamá tiene la iniciativa!

http://impresa.prensa.com/opinion/Eleccion-democratica-Roberto-Arosemena-Jaen_0_4486801335.html

lunes, 16 de mayo de 2016

Una postura en disenso

Miguel Ángel Candanedo

Según reza un ancestral apotegma, los hombres al arribar a la edad provecta transitan hacia una envidiable condición que los sitúa más allá del bien y del mal; es decir que han superado las etapas de respeto y sumisión a los convencionalismos sociales, para mostrarse tal cual son y expresar sin cortapisas sus pensamientos más íntimos, aun sintiendo que esto pueda generar el rechazo mayoritario del entorno social.

Por ello, hoy liberado de las ataduras de los principios políticos e ideológicos imperantes en la sociedad donde dominan los criterios y valores del mundo neoliberal globalizado, me permito nadar a contracorriente y frente al escándalo y la gran crisis generada por ‘los Papeles de Panamá ' disiento de las opiniones mayoritarias, expresadas por los medios de comunicación y por las redes sociales, acerca de la naturaleza, delictiva o no, de las transacciones económicas o financieras amparadas bajo los engañosos cortinajes de las cuentas ‘offshore '.

Han transcurrido varias semanas desde el escándalo de las empresas ‘offshore ' creadas desde Panamá, por el bufete Mossack - Fonseca, y durante ese lapso se han vertido ríos de tinta y textos en defensa de la legalidad de las actividades que han realizado durante décadas ‘prestigiosos ' bufetes de abogados en la creación de cientos de miles, quizá millones, de las famosas cuentas ‘offshore ', muchas de ellas dedicadas a esconder los capitales multimillonarios de dirigentes políticos, artistas, deportistas y toda laya de personajes que a través de este mecanismo evaden sus compromisos tributarios en sus respectivos países.

El tema ha sido planteado por los panegiristas locales como una acometida de las organizaciones y Gobiernos de unos cuantos países desarrollados contra el país de los panameños, con el propósito de arrodillarlo y obligarlo a facilitar información expedita a dichos países sobre los destinatarios últimos de dichas cuentas, quienes se aprovechan de la naturaleza secreta de las ‘offshore ' para evadir el pago de los impuestos a los organismos recaudadores. Por tanto, de lo que se trata es de que decidamos generar un gran frente nacional en defensa de la soberanía económica y jurídica del Estado panameño.

Se trata de un planeamiento falaz que pretende identificar los elevados intereses de la patria con los intereses egoístas de uno o más bufetes dedicados a actividades supuestamente legales, pero de dudosa factura moral. Sin embargo, a nuestro juicio, no se trata de que uno o más bufetes se dediquen a actividades ilegales o que pueden encubrir ilegalidades, sino de un problema de fondo que es inherente al modelo económico y político liberal burgués, que en su esencia se fundamenta en la acumulación de capitales generados a cualquier precio, eso sí en el menor tiempo posible.

Vale recordarle a los apologetas del sistema democrático liberal burgués, que los teóricos fundadores del liberalismo político y económico, partían de la ética del egoísmo y del individualismo extremo en el supuesto de que cada actor político y económico en la medida que actuaba, movido por sus apetitos y necesidades —individuales y egoístas, procuraría sus beneficios personales, de tal manera que la suma del bienestar individual desembocaría en el bienestar colectivo. Por ello no cabe extrañarse que esta ética de la acumulación, egoísta e individualista, desemboque en las maniobras de los millonarios, cuyos capitales se han forjado en no pocas ocasiones a través de la apropiación de los fondos públicos o de actividades especulativas de dudosa legalidad, para evadir el pago de las elevadas tasas impositivas vigentes en los países desarrollados.

Mientras los panameños desenvolvamos nuestras vidas al amparo de un sistema económico-social capitalista, no podemos evitar que los evasores de impuestos de allende y aquende el Atlántico procuren hacer de nuestra privilegiada posición geográfica el paraíso fiscal donde el lavado de dinero, el narcotráfico, el contrabando de armas, y los negocios poco ortodoxos encuentren un ambiente adecuado para su proliferación. El caso Waked es ilustrativo de lo antes planteado.

No nos engañemos, pues, la fiebre de la inmoralidad y la corrupción no está en las sábanas sino en las entrañas mismas del sistema.

http://laestrella.com.pa/opinion/columnistas/postura-disenso/23940277

sábado, 7 de mayo de 2016

Panamá indefendible

Ela Urriola

La primera vez que vi al poeta José Franco fue durante la premiación de un certamen literario en el que participé aun siendo estudiante. Recibir de sus manos aquel pergamino tuvo una connotación simbólica: suyo era aquel poema que mi padre conserva todavía en su biblioteca. Hoy nos llegan los detalles sobre la accidentada ceremonia y sentimos vergüenza. Sea por desgreño administrativo –como pareciera ser el caso–, o por un desacierto personal –como la anécdota sobre una exdirectora que alquiló el histórico lugar (afectando nuestra máxima gala literaria) para fines relacionados con su profesión–; solo cabe una pregunta: ¿Cuándo nos tomaremos en serio la cultura?

Desde que dejamos de defender a Panamá de los gringos, la cuestión ha sido defenderla de nosotros mismos. Los gobiernos de turno manejaron las áreas revertidas como una inmobiliaria o las regalaron como canastitas de cumpleaños a sus amigos y amiguitas; promovieron la rebatiña de nuestros recursos naturales al mejor postor; permitieron la construcción de centros comerciales en nichos históricos, e hicieron de la diplomacia una farsa en la que confluyen las mismas familias, los mismos socios y los mismos ineptos.

A pesar de los supuestos avances en justicia, andan libres como el viento muchos y muchas responsables de gastarse el dinero destinado a la compra de medicamentos, el de nuestros niños de áreas marginales; el dinero de nuestros impuestos. Pero los ladrones son tratados como héroes, y los héroes… bueno, ya lo sabemos.

Ese Panamá es indefendible. No merecemos los megarrobos, las farsas ni la indiferencia, ni ahogarnos en la basura y la corrupción, ni envejecer en las paradas y tranques, ni la seguridad y la salud pública como sinónimos de desastre, ni escuelas que tengan coladores en lugar de techos; no merecemos la lentitud con la que nos acercan lo que nos corresponde por derecho.

¿Entonces, qué defender? No una Asamblea títere, para la que un pedazo del pastel es la máxima motivación de las bandas; no una patria sin espacios para la historia –un país que desmantela o encajeta su museo sumerge a nuestros jóvenes en la oscuridad, pues no conocerán su patrimonio sino de forma virtual–; un país indefendible, con una crisis de identidad, de justicia y de equidad. Ya ni hablemos de cultura.

Ni con videos de maripositas ni ranas en peligro de extinción se puede defender la papelera sucia con la que nos señala el mundo; vivimos en un país en el que robar millones te exime de ir a la cárcel y te deja refrescarte en el jacuzzi. Vergüenza es lo que debe darnos la lección de integridad de los países vecinos, aquellos a los que solemos ver por encima del hombro (porque no tienen dólares o un Canal) pues ellos sí están aplicando la justicia a sus maleantes.

¿Hay algo que defender todavía? Seguramente el poeta nos dirá que sí: quizás, alejados de las consignas partidistas y las promesas, es posible que escuchemos los ecos de los mártires y las voces de miles de panameños honestos y responsables. Seguramente hay algo que defender, y es nuestro deber hacerlo. Pero mientras tanto, las autoridades y los funcionarios deben hacer su trabajo. Y hacerlo bien. Lo demás, ojalá fuera poesía, porque de no serlo podríamos despertar un día con Panamá convertida en una pesadilla.

http://impresa.prensa.com/opinion/Panama-indefendible-Ela-Urriola_0_4477802206.html