viernes, 4 de abril de 2014

Gobierno 2014-2019

Roberto Arosemena Jaén

Las encuestas no mienten ni pronostican el resultado de las elecciones. Solo indican, cuando son fiables y válidas, la forma en que el votante anticipa que votará. Precisamente, el motivo que aduce el Tribunal Electoral para prohibir encuestas días antes de las elecciones es la carga de publicidad engañosa que contienen y que afecta al grupo de adictos al poder mediático. El caso reciente de Costa Rica subraya el distanciamiento entre lo que se dice en la encuesta y lo que se hace el día del sufragio.

Nadie puede afirmar, por más “juega vivo” que sea, que el panameño se vende, se negocia, se corrompe o se hipoteca con un jamón, una promesa o una ilusión de más plata en el bolsillo. Ante esa duda, el politiquero afirma que “elige quien escruta”. Es decir, la elección del próximo presidente de la República al final dependerá del Tribunal Electoral y del poder constituido.

¿Quién fue elegido en las elecciones de 1984? Por supuesto, el candidato del Partido Revolucionario Democrático (PRD), Nicolás Ardito Barletta. ¿Quién fue elegido en 1989? Ninguno, porque no convenía a los intereses del partido dominante.

La polarización, según las encuestas, se da entre el candidato del partido Cambio Democrático (CD) y el del PRD. La opinión pública de un sector dominante mediático establece que CD es una amenaza a la democracia y que el PRD lo derrotará en las urnas. Cambio Democrático, en cinco años, ha suscitado el temor que le costó al PRD cerca de 10 años, al transformarse desde 1980 en el trapo sucio de los cuarteles. Bajo esta hipótesis Ricardo Martinelli tiene la facultad de hacer lo que hizo el PRD y Manuel A. Noriega en 1984 y en 1989.

Si Martinelli y el CD no están en capacidad de hacer fraude o eliminar las elecciones, como sucedió en la década de 1980, la consigna “todos a votar por quien puede derrotar a Martinelli” es solo parte de una propaganda política más.

De cualquier modo, la sociedad panameña tiene que elegir la mejor propuesta y si ninguna es creíble, rechazarla en las urnas con el voto en blanco. Nos referimos al voto presidencial, por supuesto. Las consideraciones sobre diputados es otra. El bipartidismo tránsfuga en esta ocasión y el voto selectivo benefician a los independientes.

De todos modos, la ciudadanía tiene que enfrentarse no solo a la transparencia e inmediatez del escrutinio sino estar preparada para la resistencia democrática a cualquier intento de fraude. Luego, se tendrá que ejercer vigilancia continua y permanente para que cualquiera que sea el próximo Presidente se someta a la Constitución.

Inmediatamente, constituida la Asamblea, la ciudadanía tendrá que movilizarse para que no se repita el crimen político de los gobiernos postinvasión de comprar y dominar al poder legislativo mediante la autocracia presidencial. El adefesio de Asamblea Nacional ha permitido que un minúsculo partido, Cambio Democrático, que en 2004 era una ridícula ambición, después de 10 años es un peligro por su identificación con la partidocracia liberal.

¡Hasta cuándo la revocatoria del mandato presidencial va a estar en la Asamblea Nacional y no en la ciudadanía!

El próximo gobierno, dada la correlación aparente del electorado, tendrá que ser controlado por la nueva democracia participativa, ante la tremenda debilidad y desprestigio del actual esquema democrático representativo.

Esta democracia participativa debe levantar el compromiso del voto ciudadano en favor de la mejor alternativa, sin excluir el rechazo a la partidocracia y a la búsqueda de una constituyente que reconoce lo inviable de la representación partidista en el próximo quinquenio.

http://www.prensa.com/impreso/opinion/gobierno-2014-2019-roberto-arosemena-jaen/303185