domingo, 17 de diciembre de 2017

¿Qué significa contribuyente?

Francisco Díaz Montilla

Se trata de una pregunta que –como tantas otras- no hemos debatido en Panamá. En parte, porque reina la idea equivocada de que los tributos es un tema que compete exclusivamente a los especialistas, cuando en realidad se trata de algo que atañe al ciudadano, porque independientemente del estatus social y/o económico de las personas, todos pagamos impuestos, sean directos o indirectos.

La Constitución panameña dice muy poco sobre impuestos. Así, los artículos 52 y 264 introducen los principios de legalidad y de equidad tributaria; sin embargo, arrojan pocas luces sobre la interrogante planteada.

Y la pregunta no deja de ser pertinente si se tiene presente que en materia tributaria se han dado en Panamá dos situaciones que merecen ser mencionadas: las reformas al impuesto de bien inmueble y la discusión de la propuesta de ley que eleva a delito la evasión fiscal. Uno y otro caso plantean la recurrente pregunta sobre la relación contribuyente-fisco (Estado) y pienso que en nuestro medio debemos prestar atención y tomar estos asuntos en serio.

Hace algunos años en Alemania, el filósofo Peter Sloterdijk estuvo en la mira de una polémica tras la publicación de una obra titulada Fiscalidad voluntaria y responsabilidad ciudadana (traducida al español en 2014). En dicha obra Sloterdijk se pregunta si es democrática la naturaleza del sistema fiscal, si son los impuestos obligatorios y anónimos propicios para la participación del ciudadano en las tareas del Estado, entre otras. Aunque dichas preguntas se formulan en el marco de la realidad alemana (posiblemente europea), ¿cómo las responderíamos en el marco de la realidad panameña?

De acuerdo con Sloterdijk, “el sistema tributario actual parte de la idea de que solo un ciudadano confuso favorece la recaudación y que el que intenta comprender dicho sistema supone un estorbo, por no mencionar al que desea participar en él”. Para explicar la resignación ciudadana, aun habiendo espacios de participación, por ejemplo en periodo de elecciones, el filósofo alemán hace una aproximación histórica al problema, examinando los distintos modos de apropiación: el saqueo externo de la tradición bélico-expoliadora, la tradición absolutista, la contra-expropiación semisocialista.

Sloterdijk entiende la fiscalidad contemporánea como una amalgama de los dos últimos modos de apropiación; y aunque aparentemente se contraponen entre sí, en realidad se acercan por la visión que ambas tienen de la fiscalidad: las relaciones se imponen desde arriba y el ciudadano, el contribuyente, es concebido como un deudor.

De acuerdo con Sloterdjik, es hora de que el contribuyente sea reconocido como un dador, o incluso como un patrocinador, y no como un deudor; es hora de que se libere de la sutilmente legitimada mecánica humillante y desmoralizante que está detrás del sistema tributario; pues —como apunta Carla Carmona en el prólogo de la edición castellana—“de otro modo, corremos el riesgo de pasar del absolutismo a la era posdemocrática sin haber conocido un sistema fiscal democrático. No se cuestiona el pago de impuestos. Son el precio a pagar por vivir en relaciones ordenadas. Pero ¿por qué el pago no puede ser civilizado?”.

¿Tendremos los panameños la entereza para exigir no ser tratados como deudores y que nuestras contribuciones se usen racionalmente?

prensa.com 17 dic 2017