jueves, 15 de enero de 2015

Charlie Hebdo, o los límites de la libertad de expresión

Ruling Barragán Yañez

A raíz de los recientes atentados terroristas en París, ha vuelto a surgir el debate sobre los límites de la libertad de expresión.  El debate en sí no es nuevo y el contexto actual nos recuerda en cierto modo a la Guerra Fría, pues se trata de la confrontación de dos culturas y sistemas de valores contrapuestos, ambos con un potencial dominio global.  Por una parte, reaparecen los 'valores de Occidente', que defienden una libertad idealmente irrestricta.  Por otra, los valores del Islam, entre los cuales tal libertad no se estima de la misma manera. Como bien intituló un artículo de Alejandra Martins para BBC Mundo, y asimismo han formulado diversos analistas internacionales, el asunto puede enmarcarse en la pregunta, "¿debe haber límites a la libertad de expresión?"

En el artículo, Khalid Albaih, un caricaturista musulmán de origen sudanés, responde que sí, pero no apela a razones religiosas para sustentar su opinión.  Su reflexión al respecto es básicamente ética, crítica de sí misma y consciente de las sensibilidades interculturales.  Así, se pregunta:
"¿qué quiero lograr con mi ilustración? ¿Mostrar que tengo total libertad y no tengo miedo de nadie y puedo hacer lo que quiera? ¿O quiero llegar a la gente y crear ciertos puentes? ... Hay que comprender que una broma en Sudamérica, París o Londres puede no causar ninguna gracia aquí.  Tienes la libertad de expresión para decir lo que quieras, pero no esperes que acepte tu trabajo... Aún si no creo en el profeta Mahoma, si sé que ridiculizando al profeta voy a causar más y más ira, ¿es eso lo que quiero lograr? Es una pregunta que cada caricaturista debe responderse".
Por su parte, en el mismo texto, Francisco Javier Olea, un caricaturista chileno, tampoco apela a la religión, pero su posición es totalmente contraria:
"...creo que no debe haber límites a la libertad de expresión... cada caricaturista se pone sus propios límites según su tipo de humor... En mi caso no me nace hacer ningún tipo de humor que pueda ofender a alguien, pero hay gente así, que su tipo de humor es más mordaz, que quiere quizás ir más al choque y creo que tiene la completa libertad de hacerlo".  Más adelante agrega que “no cre[e] que hay que reglamentar el humor en ciertos cánones morales o éticos”, pues “[…] la caricatura no es una ofensa burda, hay un trabajo, una reflexión... una metaforización de la burla y un trabajo creativo.  Uno va a galerías de arte y ve pinturas que son fuertes en cuanto a discurso y pueden molestar a mucha gente, pero por tener un giro, el fuero artístico, ya están en otro nivel y siento que la caricatura está ahí".  
En síntesis, Olea defiende las caricaturas en cuestión, porque al encontrarse en otro nivel (estético), producto de un esfuerzo intelectual y creativo, transcienden la simple ofensa y, por lo tanto, no deben tomarse de tal manera.  Las defiende también por su firme respeto a la libre expresión artística, independientemente del tipo de humor que manifiesta el artista. Ambos caricaturistas tienen buenas razones, pero ¿cuál de los dos es más razonable? Tiendo a pensar que la opinión más acertada está en el aristotélico 'justo medio' de ambas posiciones.  Por una parte, como sugiere Khalid, se requiere examinar nuestras intenciones, calcular las posibles consecuencias de nuestros actos y tener empatía por la sensibilidad de otras culturas.  Por otra parte, junto a Francisco -como ciudadanos de Occidente-, debemos exigir siempre que no se criminalicen las expresiones artísticas que pudieran ofender; que se sepa ignorarlas o perdonarlas, si ofenden. Que nunca se debe reaccionar con violencia por ellas y recordar a todo creyente que ninguna  imagen o representación es realmente la cosa que se intenta representar. Por ende, jamás afecta a aquello que supuestamente representa.

Encontrar y practicar este justo medio, probablemente tome a ambas culturas, al Occidente y el Islam un par de centurias.  Mientras tanto, la opinión de Khalid me parece la más razonable y prudente.