martes, 24 de junio de 2014

Verdad y religión

Ruling Barragán

“Nunca estaremos de acuerdo con todos sobre todas las cosas”. Si bien esta idea es sencilla y evidente, resulta crítica al tratar de religión. Las religiones apelan o remiten, en última instancia, a una dimensión de la experiencia humana que va más allá de lo meramente social, político, económico o cultural. Si esto es así, ¿cómo determinar, en definitiva, la verdad o falsedad de una afirmación religiosa (por ejemplo, “Dios existe”, “el islam es correcto”, “Buda fue un iluminado”)? Y si lográsemos determinar esto, ¿convenceríamos a los demás de que tenemos la verdad?

Para muchos, el problema es insoluble. No hay manera de determinar la verdad en materia de religión. “Que cada uno crea lo que quiera, solo se exige respetar el mismo derecho a todos”, aconsejan los políticos y juristas. Práctico y cómodo el consejo (si estamos en Occidente, claro). Sin embargo, no resuelve la cuestión más seria y difícil de la religión, el asunto de la verdad. Si la religión fuera “solamente” creer lo que se quiere (y nadie nos impidiera ello), no habría tamaño problema. Sin embargo, las afirmaciones religiosas suponen más que un mero asunto de preferencias personales.

Un grupo piensa que el problema ya está zanjado: “He aquí la verdad, la conozco y puedo demostrarla”. Es la propuesta del fundamentalista (sea cual sea su confesión). Solo que luego se da cuenta de cuán difícil o imposible resulta convencer al prójimo de tal verdad, más allá de unos cuantos. Si el otro no se convence de la verdad, es porque no quiere; su voluntad o corazón se halla corrompido. Otra alternativa es que, aunque haya conocido la verdad, no la ha comprendido.

En tal caso, es su intelecto o mente lo que está corrupto; el corazón tal vez quiere, pero la cabeza no cede. Una tercera alternativa (que en cierto modo abarca a las otras dos) es que todo depende de cierta gracia divina (un acceso privilegiado a la verdad cuya razón siempre desconoceremos). A algunos se les concede y a otros no, pero nadie conoce en realidad por qué esto es así.

Otro grupo opta por rechazar de plano cualquier pretensión de verdad en la religión. Son los denominados “ateos militantes”, que –dicho sea de paso y vale la pena aclarar– no representan a todo el ateísmo. El problema de este grupo es que ya da por sentado lo que primero debe demostrar: que todas y cada una de las afirmaciones religiosas, en todo tiempo y lugar, son falsas. Obviamente, esto es algo que no pueden hacer. Por otra parte, no se comprende bien su obsesión de convencer al mundo de que únicamente ellos tienen la absoluta verdad sobre la religión. Y encima, con cierta arrogancia y desprecio sobre los que no piensan como ellos. Aunque los grupos mencionados no agotan todas las posibilidades (hay otras alternativas), no hay duda de que “nunca estaremos de acuerdo con todos sobre todas las cosas”, sobre todo si de religión se trata. Mientras no se resuelva el problema de la verdad que reclama cada religión, lo más sensato será aprender a vivir con ellas. Quién sabe si el problema se resuelva más bien en el intento por coexistir pacíficamente, en justicia y caridad, que por las interminables disputas filosóficas.http://www.prensa.com/impreso/opinión/verdad-y-religión-ruling-barragán/347514