Roberto Arosemena Jaén
El sistema electoral panameño programa
nueve meses de agitación política para que la sociedad pueda conocer a su
próximo Presidente de la República. El proceso se inicia con un “yo quiero”. El
individualismo rampante en búsqueda del poder político supremo.
Si quiero ser presidente empiezo a buscar
apoyo, recoger adherentes, mejorar mi imagen pública y conseguir
financiamiento. Es un querer con implicaciones sociales, culturales, familiares
y sobre todo políticas y económicas. Es un querer que se potencializa por
senderos inimaginables. Ya se tiene un Rómulo Roux, un Laurentino Cortizo y una
Zulay Rodríguez en la carrera presidencial. Vendrán otros marginales que en los
próximos meses tomarán notoriedad. El querer la presidencia es el tema, no el
decidirse a ser presidente. La presidencia es un poderoso imán que cobra
vigencia cuando no se tiene, cuando se logra tener produce cambios personales y
familiares que a veces aterran al votante. Allí se tiene a un Ortega y a un
Macri, por mencionar dos ejemplares de la izquierda y la derecha
latinoamericana.
Actualmente en Panamá, se ha iniciado la
epidemia electoral del “Yo Quiero la Presidencia de la República”. En la peor
de las hipótesis se requieren 18 mil votos, en la cínica hipótesis partidista,
basta el 30 o el 60% de los adherentes del colectivo. A lo mejor menos, en el
caso de partidos sin maquinarias electorales. Lo curioso de estos sistemas
electorales es la brevedad del tiempo de divulgación y promoción. Antes era
terrible y cansón dicho período que empezaba desde el día uno de la toma de
posesión del gobernante elegido. Ahora, apenas se tiene tiempo para imaginarse
a un de Rouz a un Cortizo o a un Flores, el Independiente, dirigiendo el órgano
Ejecutivo Por lo sorpresivo, el proceso electoral es mediocre y malsano. Se
diseñó para improvisar candidatos con visos de legitimidad y para conducir a la
mayoría silenciosa al matadero del futuro. No es casual que en 1987 la
República del General había colapsado, que en 2009, la República del
bipartidismo: PRD-Panameñismo, había logrado tal grado de desprestigio y
desbandada, que un Empresario cualquiera, pero ambicioso, se toma el poder
presidencial y ahora, está a punto de ser condenado. Después de la perorata del
“legítimo torrijista” , el diputado de solidaridad, hay que aceptar la
incapacidad y la rapiña del gobierno panameñista sólo emulada por la rapiña de
Cambio Democrático, dijo Nito.
Ya faltan siete meses y el torneo
electoral mantiene la tónica de desprestigio escatológico del y de los
contrincantes. Es sintomático el nivel de seguridad y confianza del colectivo
PRD y del nuevo liderazgo emergente de las redes sociales que se expresan en
una fogosa y errática dirigente, que en breve podría heredar el “partido de
Omar”. Partido creado para darle fiel cumplimiento al Tratado Carter-Torrijos
El problema de este contexto electoral
panameño se da en medio de una lucha por banderas en la ribera del Canal. Si el
Canal es “pro mundi beneficio” nada más simbólico que en las riberas del canal
se desplieguen las banderas de todos los países miembros de Naciones Unidas.
Esas más de cien banderas, enarboladas en la Avenida Primera de la Ciudad de
Nueva York podrán venir a
Panamá, como testigos de que la
Neutralidad del Canal es un asunto de todo el mundo y no sólo de Estados Unidos
y Panamá. Nosotros los panameños tenemos que ser conscientes que el mundo
actual, orientado cada vez más hacia el belicismo, no puede tener un Canal
ampliado, al servicio del paso expedito de uno de los Estados política,
comercial y bélicamente más poderosos del Planeta. La venida de China a Panamá
subraya nuestra vocación pacifista y nuestra impostergable decisión de hacer de
Panamá un Estado Soberano.
Este es el contexto nacional que todo
candidato a Presidente de la República debe enfrentar con dignidad y
patriotismo, sin dejar espacio para una quinta o sexta frontera.