miércoles, 26 de septiembre de 2018

La nueva neutralidad

Roberto Arosemena Jaén

Panamá, descubierto por Bolívar, era lo que Corintio para los Griegos. Una franja de terreno que unía dos mares con un poder comercial y militar envidiable para cualquiera potencia. Imperios seculares, fueron destruido por su incapacidad de mantener el control militar del Peloponeso y de su estrecho Canal. Lo curioso de este Canal fue que el promotor, Ferdinand de Lesseps es el mismo que proyectó el Canal de Panamá. La diferencia fue la osadía y el atrevimiento de Theodore Roosevelt de transformar el Canal de Panamá en territorio propio bajo fuerzas militares estadounidenses acantonadas en Panamá contra el ejército colombiano. Esta situación permaneció hasta la firma del Thompson Urrutia y se extendió anacrónicamente hasta el Tratado de Neutralidad y Funcionamiento de 1977. En este período bajo el simulacro libertario de Omar Torrijos Herrera se diseñó el nuevo sistema de neutralidad garantizada por los Estados Unidos.

"Nada en este Tratado impedirá a la República de Panamá ni a los Estados Unidos de América, de acuerdo con sus respectivos procedimientos constitucionales, concertar cualquier acuerdo o arreglo entre los dos países para facilitar, en cualquier momento posterior al 31 de diciembre de 1999, el cumplimiento de sus responsabilidades para mantener el régimen de neutralidad establecido en el Tratado, incluyendo acuerdos o arreglos para el estacionamiento (sic) de cualesquiera fuerzas militares estadounidenses o el mantenimiento en la República de Panamá de sitios de defensa con posterioridad a dicha fecha, que la República de Panamá y los Estados Unidos de América puedan considerar necesarios o apropiados."

Ahora, estamos en el primer cuarto del siglo XXI. China ha llegado al Mar Caribe. Rusia busca acuerdos con países que van delimitando el antiguo “Mare Nostrum estadounidense” Cuba, Venezuela, Nicaragua, posiblemente República Dominicana, países mesoamericanos y el mismo Panamá van estrechando vínculos, unos militares, otros comerciales con China y Rusia y los estrategas estadounidenses que no son mancos ven amenazados los ejercicios Panamax y el control comercial y militar del Canal.

La conclusión para este siclo agitado de nuevos planteamiento geoestratégicos es la necesidad de llega a un nuevo pacto, al primer pacto internacional, de neutralizar las riberas del Canal y el mismo territorio panameño, bajo un protocolo ratificado por el Consejo de Seguridad y aprobado por la Asamblea General de Naciones Unidas.

El problema de la soberanía es la sabiduría de los istmeños de insertar el concepto restringido y limitado de soberanía de un país, en el seno de Naciones Unidas, en forma tal que jamás vuelva a ondear en nuestro territorio el pabellón de los Estados Unidos, sino el pabellón de Panamá junto al pabellón de Naciones Unidas.

Este planteamiento requiere la profundización de nuestros principios nacionales. Como punto de partida, pueden servir los conceptos primarios de autonomía como lo ideo en su momento Justo Arosemena, pero estos conceptos tienen que ser enriquecidos por la experiencia independentista después de 1903 y sobre todo por la efervescencia nacionalista de 1931 en adelante.

El problema de la soberanía panameña entra en una etapa difícil y sumamente compleja en este primer cuarto del siglo XXI. El Tratado Torrijos Carter es insuficiente para el momento actual. El político panameño o se adentra en la paradoja de un país pequeño con la dignidad de una gran potencia mundial o sigue vegetando en el dilema de “quítate tú, porque vengo yo”. En esto consiste la política cultural de los panameños en la actualidad.