martes, 1 de julio de 2014

La cultura de la interoceanidad de Panamá

Ana Elena Porras
(resumen por Carlos Ho)

Panamá es un país pequeño en territorio y población pero con una enorme complejidad. Contrariamente a lo que se pensaba en la teoría evolucionista, el caso panameño rompe con el paradigma que sentencia que a menor tamaño, menor complejidad. Además de su amplia diversidad racial y cultural, Panamá desconcierta a los intelectuales y visitantes por su relativa modernidad, especialmente en su sofisticada economía de servicios, la cual coexiste con un protegido sector agropecuario y una tradicional y aún clientelista política nacional.

Los intelectuales transmiten a la población una identidad nacional negativa de Panamá que puede desglosarse de la siguiente manera: 
  1. Panamá no tiene cultura; 
  2. la ha perdido; o, 
  3. la está buscando… 
Algunos de estos pensadores, los metafísicos, no parecen encontrar la identidad y cultura nacional, porque están buscando algo así como a Dios, una especie de espíritu único o “carácter nacional” que sea solo uno, además de absoluto y eterno; otros, los positivistas, porque buscan una “cosa” o hecho tangible y autosuficiente que pueda medirse; los marxistas, por su parte, porque estudian sistemas económicos universales, reducen las culturas nacionales a una sombra o apéndice del capitalismo. A su vez, los turistas y extranjeros, en su búsqueda de “exotismo”, se sienten desilusionados por la aparente ausencia del tema precolombino en la memoria colectiva del panameño en general y de sus museos.

La academia panameña está presa de la tradición liberal positivista o de la tradición marxista, que impide el advenimiento de paradigmas tales como la posmodernidad o la decolonialidad, respectivamente. En consecuencia, se tiende a reducir a Panamá, su sociedad y su cultura, a mera “víctima” del capitalismo estadounidense, mientras que los metafísicos niegan la existencia de una identidad panameña, auto flagelándose por la presunta “frivolidad, codicia y consumismo” de los panameños.

Si, por un momento, abriéramos paso a la postmodernidad y a la decolonialidad, descubriríamos que Panamá tiene cultura nacional, en cuanto que construye su propio sistema de significados y valores compartidos. Y que esta cultura es dinámica, histórica, intersubjetiva, cambiante y controversial en su naturaleza. Buscaríamos, entonces, ese imaginario colectivo que construye identidades y encontraríamos múltiples y originales respuestas. Muy especialmente, si buscamos desde adentro y no desde afuera de la sociedad de Panamá.

Desde esta perspectiva, la antropología posmoderna y decolonial permite estudiar la identidad y la cultura nacional, tal y como es vivida y pensada en Panamá, en toda su diversidad y complejidad. Incluso permite identificar sus contradicciones y paradojas. Las narrativas de identidad nacional en Panamá suelen imaginarla como lugar de origen, “carácter nacional”, sentimiento de pertenencia, conciencia histórica, Estado nacional, nacionalismo y condición jurídica. En la construcción y modelación de una imagen propia, los nacionales, inmigrantes y visitantes identifican, interpretan y describen diversos grupos étnicos, clases sociales, regiones nacionales. Cada una de estas narrativas, por diferentes y contradictorias que puedan ser entre sí, constituyen fragmentos que, en su conjunto, fundan los cimientos estructurales de esa difícil construcción colectiva y cultural que es la identidad nacional.