domingo, 23 de marzo de 2014

Una mirada a las tecnohumanidades

Francisco Díaz Montilla

Señala el Banco Mundial que “vivimos en una economía basada en el conocimiento (...). Tener conocimientos y saber qué hacer con ellos es sumamente importante, sobre todo, para las personas pobres que quedan al margen de esta economía del conocimiento”. Se trata, pues, de un escenario en que el conocimiento “está siendo sistemáticamente incorporado a la producción de bienes y servicios, transformando procesos no solo económicos sino sociales”. (Dulce María Herrera: La economía basada en el conocimiento). La educación ha de contribuir a ello, sobre todo en el nivel superior.

Podemos, entonces, preguntar ¿cuál es el rol de las llamadas humanidades en ese proceso? Al parecer ninguno, pues –como apunta Martha Nussbaum (Sin fines de lucro. Por qué la democracia necesita de las humanidades)– dichas disciplinas son “concebidas como ornamentos inútiles por quienes definen las políticas estatales en un momento en que las naciones deben eliminar todo lo que no tenga ninguna utilidad para ser competitivas en el mercado global”.

¿Hay alguna salida? Depende. Parte del problema es que con el tiempo las humanidades han devenido en presa de sus propios mitos: Son imprescindibles para una educación integral; son liberadoras; existe una naturaleza/esencia humana que ellas cultivan, perfeccionan y dotan de sentido, mientras que la tecno-ciencia la distorsiona y socava, entre otros.

La apología de las humanidades han profundizado distinciones que no tienen sentido, así vemos la “cultura humanística contra la científica”, como si la ciencia (y por extensión la tecnología) fuesen prácticas desvinculadas de lo humano. Incluso una autora tan lúcida como la propia Nussbaum contribuye a ello al hablar, por ejemplo, de “educación para la renta”, como algo opuesto a “educación para la democracia”. Si la democracia es un asunto ciudadano de carta mayor, no menos lo es la renta (economía) de las personas, cuya solución garantiza la estabilidad de aquella. Es falsa la oposición educar para la renta-educar para la democracia, pues las capacidades (libertades) políticas de las personas en democracia tienen muy poco sentido sin el respaldo en capacidades (libertades) económicas (de renta).

Discursos como estos tienen impacto mínimo, si no es que nulo, en los tomadores de decisiones educativas. Y es evidente que un discurso que no tiene mayores efectos ha de replantearse o reformularse.

En este sentido, lo tecno-científico es un escenario ideal para abordar la condición humana actual. A esta síntesis (tecno-ciencia y condición humana) la denominamos tecno humanidades. Su finalidad sería no tanto advertir peligros a los que nos abocamos, o el abismo inevitable que nos espera, o la crisis insuperable en la que estamos inmersos, pues –por aplicación del principio de Copérnico– no hay razones para pensar que hoy las cosas son radicalmente distintas a cualquier punto arbitrario del pasado. Se trata más bien de evaluar las posibilidades actualizadas por las que transitamos tecnológica y científicamente, y sus consecuencias en nuestras vidas.

http://impresa.prensa.com/opinion/mirada-tecnohumanidades-Francisco-Diaz-Montilla_0_3895860513.html