miércoles, 22 de septiembre de 2010

Universidad, 75 años

Roberto Arosemena Jaén

Durante el siglo XX, la educación superior se acreditaba desde la Universidad de Panamá. Entre 2005 y 2006 el Estado establece una nueva ley orgánica para la Universidad y crea el Coneaupa, bajo la dirección del Ministerio de Educación (Meduca) para la acreditación de las universidades. El 5 de julio de 2010, mediante Decreto Ejecutivo, se obliga a todas las universidades a acreditar sus planes de estudio ante Coneaupa, en un término de seis meses. De no hacerlo, se podrán cerrar universidades y carreras no acreditadas. Es decir, un derecho a la insubsistencia de la UP.

¿Por qué el Meduca asume la evaluación y la acreditación del tercer nivel de educación superior? ¿Por qué la universidad acepta y contribuye a reducir su papel constitucional de garante de la educación superior? ¿A qué se debe la mutilación de una institución que surge como camino hacia la luz y repiten la consigna de “conciencia crítica de la nación”?

75 años de historia deben dar indicios para rescatar la “misión” de la universidad. 21 años de esta historia, nos presenta una universidad secuestrada por la Fuerza Pública. 32 años, bajo el control de Octavio Méndez Pereira (18) y Gustavo García de Paredes (14). Se puede concluir que la universidad apenas ha tenido dos décadas de vida académica. La política de fuerza y de personalidades autocráticas son las responsables, básicamente, de que la Universidad de Panamá tenga que acreditarse ante el Meduca en febrero de 2011.

El diseño del poder administrativo universitario es análogo al del presidente de la República. La autonomía de Méndez Pereira coincide con las prerrogativas del presidencialismo panameño. Las reelecciones periódicas de García de Paredes, con el apoyo del 95% del personal administrativo, correlacionan con el apoyo al partido político gobernante. Confundir democracia universitaria con una autocracia personalista es inexacto y abiertamente un disparate. No hay paridad entre personalismos autocráticos y comunidad universitaria democrática.

 ¿Se podría concluir que la Universidad de Panamá abortó por la inercia de un poder político continuo y por la excesiva permanencia de sus dos rectores insignias? ¿Fue la autonomía, vehículo real para fortalecer la libertad de cátedra, la excelencia académica y la investigación científica? ¿Son los profesionales de la primera casa de estudio, paradigma ético de la nación? A falta de esos paradigmas, ¿han sido los rectores magníficos ejemplos de ciudadanía para orientar una sociedad desorientada?

Actualmente, los poderes universitarios están deslumbrados por su tradición secular. El gobierno universitario está listo para la elección repetida de sus conductores como garantes de prerrogativas y posiciones. El futuro anticipa la misma política administrativa, desgastada en más de medio siglo. Así como Méndez Pereira se mantuvo rector negociando con el Ejecutivo y proclamando la autonomía como un medio de permanencia en el poder, el actual jefe de la colina maneja el proyecto de reelección ante la Asamblea Nacional.

A nadie debe sorprender que la universidad erre el blanco. La polémica estéril, con el ministro de Educación anterior, sobre quién formaría a los docentes de educación media –situación que se viene dando desde que Méndez Pereira decidió que lo haría la Universidad de Panamá– sigue sin resolverse.

En lugar de concentrar energías en la “investigación” y en la creación de un ministerio de ciencia y educación superior, en esta primera década del siglo XXI, los organismos de poder universitario se distraen en comités de disciplina y en formar grupos de apoyo para llevar adelante la ambición de administrar la universidad hasta 2025. El reto pendiente en este aniversario es hacer de la “U” la primera institución académica de docencia e investigación.

http://impresa.prensa.com/opinion/Universidad-anos_0_2937456374.html