jueves, 20 de noviembre de 2014

¿Se puede odiar a toda una religión?

Ruling Barragán Yañez

Odiar es una triste y peligrosa condición humana. Distinto a la ira o la indignación, el odio es un estado emocional mucho más permanente, que puede incluso durar toda una vida. Y sin ser necesariamente más intenso que aquellas emociones, el odio afecta al espíritu humano de tal modo que impide entender ciertas cosas y, más aún, tener una actitud correcta ante ellas, por decir lo menos.

Es comprensible que se podría odiar a una o varias personas, por uno o varios actos que hicieron algún daño grave. Sin embargo, hay quienes dicen que no sólo se puede odiar a unas cuantas personas o actos en concreto, sino también a conjuntos o clases enteras de individuos – incluyendo todo objeto o idea asociada con ellos. Así pues, por ejemplo, podría odiarse a toda una clase social, un partido político, o una institución religiosa (es decir, a todos los miembros que conforman dicha clase), junto a todos aquellos objetos (estructuras y símbolos) e ideas (creencias o convicciones) con que se les pueden asociar.

Esta forma de odio es el producto natural de un proceso mental denominado comúnmente como “generalización”. Si Juan odia a la clase X, es porque uno o varios miembros de tal clase cometieron un gran daño físico y/o moral. Así, Juan asume que todos los miembros de X se comportan o comportarán igual. Juan también puede odiar a la clase X porque esta sostiene ciertas ideas que, de llevarse a la práctica, causarían mucho pesar. Igualmente, Juan podría odiar a cualquier objeto (por ejemplo, un libro o una bandera) asociado a la clase X.

En el caso de la religión, las cosas no parecen ser muy diferentes. Quienes, por ejemplo, dicen odiar al catolicismo, podrían hacerlo porque algunos de sus sacerdotes han cometido abominables actos de abuso sexual contra menores. Quienes dicen odiar al Islam, lo harían porque un grupo de extremistas asesinan salvajemente a personas inocentes. A lo anterior, se suma el siguiente hecho: se desprecian y consideran falsas todas las creencias y convicciones que constituyen estas religiones (se rechazan de plano y en bloc, sin hacer ninguna salvedad), aun cuando tales convicciones no tengan que ver - incluso se contrapongan - a los abominables hechos arriba mencionados. Así pues, no sólo se podría odiar a toda una religión por los actos despreciables de algunos de sus miembros, sino también por las ideas que la constituyen y por las cuales la juzgamos como falsa en su totalidad.

En cierto sentido, resulta lógico y comprensible odiar o despreciar a una persona, o a un grupo de ellas que ha hecho un gran daño. Igualmente, a ciertas ideas que pueden inducir a personas a causar grandes daños. Sin embargo, es ilógico e incomprensible generalizar y extender tal odio a todas las personas e ideas. Aparte, no es posible realizar esto en la práctica. Es decir, nadie puede odiar realmente a la totalidad de las personas o ideas que se subsumen bajo una clase tan extensa (sea esta “Catolicismo, o “Islam”), porque simplemente no puede tener experiencia o conocimiento de todas ellas.

Si las anteriores apreciaciones son correctas, entonces no es posible odiar a toda una religión, si en ella incluimos a todas las personas que la practican, así como a cada una de las ideas que la conforman. En sentido estricto, sólo se podría odiar a personas, actos o ideas específicas. Por consiguiente, cualquier odio a una clase o conjunto cuya extensión desborda nuestro conocimiento y experiencia no corresponde a la realidad y, en virtud de cierta lógica y ética, siempre deberíamos evitar.