lunes, 10 de noviembre de 2014

Escribir o interpretar historias

Roberto Arosemena Jaén

Un colega profesor de filosofía me preguntó qué tipo de historia exigía la nación panameña en la actualidad. Seguir investigando los documentos del pasado para escribir lo más ajustado a la realidad la historia nacional o, por el contrario, entregarse a la tarea de una interpretación histórica rigurosa, no contradictoria, depurada del mito de los imaginarios colectivos, partidistas e ideológicos. Le contesté que ambos aspectos son necesarios a la luz de las disciplinas históricas desde el enfoque hermenéutico, desarrollado durante las últimas décadas del siglo XX y la primera del siglo XXI.

Nadie discute hoy, en sede académica y científica, si la historia es una disciplina fundamentada intersubjetivamente, desde un punto de vista fenomenológico, epistémico y hermenéutico. Así de sorprendente es el avance de la disciplina histórica en los siglos, XX y XXI. El período de las historias especulativas, producto de fantasías moralistas como la de Kant, Hegel, Marx y otros, sometidas a leyes universales ha tenido que dar paso a las historias regionales y de conceptos fundamentadas en hechos e interpretaciones bajo el argumento irrebatible de la crítica ideológica y del sistema de deconstrucción basado en la dialéctica permanente de interlocutores libres y bien documentados.

La primera historia oficial y especulativa del Estado panameño fue el Compendio de Arce y Sosa de 1911. Esta interpretación se ha repetido durante más de cien años, y es consignada implícitamente en todos los libros de historia que se han escrito desde entonces. Incluimos en esta lista los dos tomos de José Eulogio Torres Ábrego, que incluye Contribución a la Crítica de la Historiografía panameña, publicada en el año 2000, por la Universidad de Panamá. La nación requiere de un esfuerzo y un debate académico para investigar los documentos, considerados históricos, depurándolos, hasta donde sea posible, de los sesgos ideológicos y confesionales para desmitificar los acontecimientos del pasado que inciden en el presente y condicionan el futuro inmediato.

Afirmaciones como la religión que une a todos los panameños, para justificar concesiones a Estados Unidos y a la actual Colombia, y liquidar las reivindicaciones de los mártires del 9 de enero no pueden tolerarse en sede académica, si queremos reafirmar los valores que hacen posible la existencia de una sociedad democrática e interdependiente en beneficio de una comunidad nacional.

El mundo globalizado se tiene que configurar con base en identidades o identitarios personales, familiares, grupales, nacionales y mundiales. Un planeta de paz y bienestar solo se puede construir si aceptamos, primero, la realidad que nos toca vivir, para luego establecer el mundo donde podamos compartir y convivir sin prerrogativas en excesos que amenacen la convivencia pacífica. En cualquier caso, recurrir a peligros reales y responder con uso de fuerza desproporcionada, es hacer vigente aquella ley de la Selva o del Talión, de ojo por ojo, y de que la vida de un humano de la propia etnia o nación vale más que la vida de 10, 100, o 1,000 de la nación o etnia enemiga.

El reto de nuestro Panamá es narrar y escribir su historia e interpretarla a la luz de los principios universales que establece que todo ser pensante y libre tiene la dignidad suficiente para coexistir, justamente, en el mundo globalizado. La interpretación histórica es un poderoso recurso para lograrlo.

http://www.prensa.com/impreso/opinion/escribir-o-interpretar-historias-roberto-arosemena-jaen/421380