lunes, 21 de febrero de 2011

Realidades cambiantes

Roberto Arosemena Jaén

El mundo cambia de manera estable y lenta. Es el cambio cósmico que recorre siglos y milenios como si fuesen días. El cambio de la vida humana es mucho más violento y traumático. Es el tiempo biológico y cultural que en decenas de años nos conduce a la vejez, el deterioro y la tumba. El cambio individual es traumático y sobre todo irreversible. El amor supera los traumas del cambio. Hace que el individuo se perpetúe en la especie. Claro está, porque el amor ya no es un asunto individual, sino un asunto de dos y más personas. Ese amor genético y libertario supera la individualidad por su carácter reproductivo. Es el origen del cambio lento de generaciones, de tribus y de civilizaciones. El amor es principio de solidaridad. La familia, la nación y las civilizaciones requieren de solidaridad para la estabilidad y la permanencia frente al cambio. El Estado panameño será viable si hay solidaridad, si no será un Estado nacional abortado.

La solidaridad para superar la inestabilidad del cambio del individuo es un problema, por desgracia, político. La política es el arte de la sobrevivencia de las individualidades con arreglo a la solidaridad. Amor, pareja, humanidad son los vehículos de la permanencia humana. La solidaridad es el medio insustituible. Es lo que a nivel jurídico se le reconoce como “justicia” y los derechos humanos le llaman “respeto a la dignidad”, como antídoto de la barbarie. ¿Se promueve en Panamá, el amor, la defensa de la nación y la solidaridad como medio de humanizar la tierra y su entorno ecológico?

El gobierno que dirigen los “uniformados del cambio” está necesitado de una educación política, porque ignora la solidaridad. La manera como se ha legislado es un desprecio a la solidaridad, a la justicia y a la dignidad. No me refiero a las leyes de seguridad que nos ha convertido en rehenes de la “guerra contra el miedo, el pánico y el terror” de los inversionistas de la violencia, sino a las leyes para procurarse cada vez más dinero, créditos e instrumentos de poder armado.

Cuando una sociedad como la nuestra declara la guerra contra el terrorismo y se arma para enfrentarse al pueblo al cual se debe, ¿dónde queda la solidaridad y la justicia para evitar sobresaltos y cambios caóticos e inestables? La cultura de la hostilidad que promueve el Presidente de turno y su ministro de (in) Seguridad produce el enfrentamiento de pueblo contra pueblo y hace de la política un campo de insatisfacción, sospecha, provocación y demagogia. El resultado: cambios inestables a favor de los más vivos, astutos y audaces. La cultura de hostilidad y renuncia a la solidaridad encuentra y crea enemigos letales, sean reales, ficticios o invitados, en ese juego macabro de inteligencia, contrainteligencia, operaciones psicológicas, pinchazos, acciones encubiertas y vuelos fantasmas. Sin pedirnos autorización, han establecido una sociedad belicista en Panamá.

La vieja patria boba, pre bolivariana, que rechazamos en 1903, se ha introducido como un ladrón en la noche venido desde la frontera del Darién. Lo lamentable es que este tipo de sociedad insolidaria es la que la Declaración Universal de los Derechos Humanos califica como promotora del caos, la barbarie y los tratos crueles y lesivos a la dignidad de la persona humana.

http://impresa.prensa.com/opinion/Realidades-cambiantes_0_3051445058.html