miércoles, 16 de noviembre de 2005

Noviembre y los hijos del poder

Roberto Arosemena Jaén

No se trata ni de reinos ni de repúblicas hereditarias como es el caso de Marruecos y de Siria. Se trata de Estados Unidos y Panamá. En el mundo islámico subsiste el parentesco como forma de legitimar la autoridad política, pero acá existen las elecciones y el principio de un hombre un voto. ¿Cómo se explica usted que los Bush en Estados Unidos "naturalmente sean buenos candidatos para gobernadores", y cómo se explica usted que un hijo de Torrijos sea gobernante en Panamá?

La explicación es simple aunque no exclusiva. Porque en Panamá y Estados Unidos los enfoques antropológicos son más efectivos que los enfoques políticos para analizar el ejercicio del poder. Con todo, el problema en Panamá y Estados Unidos no es la forma como se accede al poder, sino la forma como se retiene y se ejerce el poder político administrativo. Tanto el segundo Bush como el segundo Torrijos son más presidentes por relaciones de parentesco que por consenso ciudadano, pero lo significativo en el momento actual, es que ambos como presidentes son responsables de garantizar el orden y la salud pública de sus respectivos Estados. Ellos monopolizan la violencia y tienen la prerrogativa de manejar los miedos y las amenazas difusas. Miedo, desde Platón, es la espera del dolor o la amenaza de la pérdida futura. Bush, con el miedo a bin Laden, destruye al gobierno talibán que lo protegía y con el miedo al uso de las armas de destrucción masiva acaba con Husein y se proclama soldado universal en "guerra contra el terrorismo" sin importarle el fracaso de las Naciones Unidas. Por fortuna, Torrijos no llega a tanto, pero monta tanto como Bush. En el plano nacional, por ejemplo, paraliza al país desde el 2 de noviembre para impedir manifestaciones anti Bush. Además, permite que su policía detenga a 25 manifestantes la tarde del 7 de noviembre en un operativo provocador en donde sobraban los policías y faltaban los manifestantes. Luego, ante la protesta universitaria del día 8 para exigir la libertad de los 25, reprime desproporcionadamente a los estudiantes enmascarados -no se sabe cuántos infiltrados- y bloquea al día siguiente el acceso al campus a las mismas autoridades responsables de su funcionamiento.

 Un poder presidencial que se ejerce fuera de la ley internacional -caso de Estados Unidos- y fuera de la ley nacional -caso de la Policía panameña- es un efectivo motivo de preocupación para los respetuosos del régimen de derecho. Halcones como D. Rumfeld y H. Alemán no se entienden fuera del apoyo recibido por los señores presidentes de la República. La estrella de Bush empieza a declinar y en la medida en que pierda el consenso popular el poder del Congreso aumentará y logrará neutralizarlo.

Por el contrario, en Panamá, la estrella del segundo Torrijos vuelve a brillar en las encuestas. De allí que el poder represivo del triunvirato Torrijos-Alemán-Mirones se seguirá intensificando. Prueba de esta intensificación es la corredera de las autoridades universitarias para restablecer, inútilmente, los vínculos con la Fuerza Pública, y la impunidad de estas para dar explicaciones de su extralimitación de funciones en el bloqueo de los accesos al campus.

El resultado ha sido el mea culpa de una Universidad atemorizada que solamente se atreve a abrir sus puertas luego de determinar una serie de prohibiciones, por lo demás ineficaces, en la forma de protestar del estudiantado y de los "posibles" infiltrados. Ni las autoridades universitarias ni las gubernamentales están autorizadas ni a permitir delitos ni a usar fuerza desproporcionada para reprimirlos.

La cultura de la violencia tiene que ser erradicada del mundo de hoy. Naciones Unidas está obligada a ser freno para impedir el uso de la fuerza como instrumento de chantaje y negociación, y ubicar a Estados Unidos como una potencia respetuosa de los principios del derecho internacional. Domésticamente, la ciudadanía y las Instituciones autónomas deben estrechar el triunvirato de la represión y enseñarle al segundo Torrijos que la Fuerza Pública está sometida a la ley y no a la arbitrariedad de un Ministro de Gobierno y Justicia.

Es hora de que los panameños sepan utilizar el poder democrático de elegir y frenar a sus gobernantes. El parentesco, el clientelismo y la plutocracia partidista requieren ser neutralizados. A corto plazo ya vienen las elecciones para renovar las autoridades universitarias y los electores tendrán que pronunciarse. En el caso del gobierno de turno las cosas son más complejas, ya que tiene tres años para maquillarse, mientras que la oposición plutocrática juega a las alianzas y al caudillismo.

http://impresa.prensa.com/opinion/Noviembre-hijos-poder_0_1609339218.html